CRÓNICA FILMADRID 2024 – SECCIÓN ESPEJOS
Conformar el espacio
En su décima edición, FILMADRID presenta una vez más la Sección Espejos como un lugar imprescindible para contextualizar y dar fuerza a las películas que componen la Sección Oficial. Aquí, habitualmente a media mañana, se muestran algunas obras previas de los cineastas seleccionados. Un espacio no competitivo que permite ver tanto la evolución de los autores como sus maneras de entender el lenguaje cinematográfico. Heterogénea en formatos, nacionalidades y tiempos; Espejos es la otra cara de FILMADRID, y permite posicionarlo más como un festival de cineastas y sus miradas que de películas en solitario. En este mestizaje de propuestas, sobresale la eterna búsqueda por ampliar las formas de representación del cine, un espíritu rebelde y un ejercicio de comisariado pionero que democratiza el acceso a múltiples cineastas.
El director japonés Masao Adachi, ganador del premio principal del festival con su incendiaria Revolution + 1 (2022), arrancaba la sección con su filme de culto A.K.A. Serial Killer (1975). La obra sirve para reencontrarse con la figura de un director que lleva décadas trabajando con la misma militancia y desde una profunda confianza en el poder liberador de las imágenes. La película sigue los lugares que habitó Norio Nagayama, otro “handgun killer” presente en su filmografía. Conformando una sinfonía de la ciudad a ritmo de Free-Jazz y siguiendo los preceptos de su teoría del paisaje (fukeiron), cada plano busca en los espacios el rastro opresivo que la sociedad capitalista deja a su paso. La estela de una tradición tan influyente se puede seguir observando en la trilogía que forman All still orbit (2016), Fantasy Sentences (2017) y Projekt (2023) de Dane Komljen, una de las miradas más estimulantes de la sección. Komljen traza, desde la respetuosa distancia de su cámara, toda una paisajística, y un complejo estudio sobre tres proyectos arquitectónicos: tres espacios en transición, siempre cambiantes y reutilizables en pos del capital. El cineasta de origen yugoslavo explora y denuncia las consecuencias alrededor de esas caprichosas macro-infraestructuras (fruto de una ética colonialista) extendidas por todo el planeta (Brasilia-Pripyat-Lagos). Así, The garden cadences (2024), su largometraje presentando en Sección Oficial, continúa explorando similares cuestiones, pero esta vez acercándose a los afectados (la comunidad queer Mollies) por estas transformaciones urbanas capitalistas. Imágenes, en definitiva, incisivas, cuestionadoras de la realidad y de la experiencia subjetiva. Algo de esto cala en el planteamiento de otra película de la Sección Oficial, la Tierra los altares (2024) de la cineasta mexicana Sofía Peypoch, acompañada por su proyección espejo tornen lágrimas a incendios (2024). Un ejercicio topográfico del sentimiento que, a través de lo digital (imágenes sobreexpuestas llenas de ruido blanco), encuentra nuevas formas de representar nocturnos espacios mentales: un amasijo oscuro de píxeles que en la abstracción se vuelven expresivos. Desvíos de un cine híper-definido similares a los que propone el director irlandés Frank Sweeney (“Anti 4K” en sus propias palabras). El cineasta exprime las infinitas posibilidades plásticas y expresivas de la cinta magnética (del VHS al Hi8 y del noticiario al videoclip) en el sólido díptico que conforman su cortometraje espejo 2 channel Land (2022) y su mediometraje en Sección Oficial, Few can see (2024). Propuesta estética que se aúna coherentemente con sus reflexiones sobre el poder de los medios de comunicación transfronterizos. El primero bucea más en las cualidades positivas de las telecomunicaciones (la posibilidad de generación de una comunidad), mientras que el segundo se centra más en su fuerza de manipulación y la capacidad de desunir los mismos pueblos que une.
El nervio político del festival no cesa con el cortometraje Conspiracy (2022), donde Madeleine Hunt-Ehrlich (junto a Simone Leigh) expone, al igual que en el largometraje de Sección Oficial The Ballad of Suzanne Césaire (2024), sus preocupaciones en torno a la intersección entre raza y género, y sus implicaciones en la identidad. Su dispositivo, anclado en el plano largo y en la atención por el detalle, relaciona el proceso de la creación cinematográfica con el escultórico, componiendo una oda al ritual y al trabajo colectivo femenino, así como un delicado homenaje a las artistas negras olvidadas. La escultura creada durante el metraje acaba ardiendo -en un largo plano fijo- hasta quedar en cenizas, sobre las que quizá poder edificar un futuro de mayor conciencia social y política. La lucha por la memoria, la identidad y el territorio son también las tónicas de la trilogía de ciencia ficción compuesta por A Space Exodus (2008) Nation State (2012) e In the future they ate from the finest porcelain (2016), de Larissa Sansour y Søren Lind. Sus imágenes exploran los sufrimientos del pueblo palestino, a través del 3D, modelados digitales y elementos propios de las narrativas espaciales. La idea del ficticio futuro de Palestina y Oriente Medio sirve como catalizador para la creación de mundos alternativos; plásticas y quirúrgicas visiones premonitorias de una tierra que en este momento se encuentra bajo brutales ataques genocidas, bombardeos y escombros. Denuncia así en “limpias” composiciones semi-computacionales el doloroso pasado y apremiante futuro de su tierra natal. Por su parte In Vitro (2019) y As no misfortune had ocurred in the night (2022) funcionan formalmente como un díptico donde el blanco y negro, la pantalla dividida y la palabra escrita o hablada (y cantada) toman protagonismo para continuar elucubrando posibles futuros, ahondando en este caso en el trauma a nivel genético. La idea de que incluso sin relato, ciertas vivencias y sus memorias se traspasan a través de generaciones. Miradas al futuro que en Familiar Phantoms (2023), –su cinta presentada en sección oficial- viran al pasado en la búsqueda de respuestas ya no desde la distopía, sino desde una profunda arqueología personal que, a través de lo individual, halla su cauce hacia lo colectivo.
La importancia vital de la palabra y el espacio son también ejes centrales de la destilada propuesta de Gianna Scholten en At night by horse (2022). El cortometraje se despoja de decorados y restringe hasta el uso del color para centrar la atención en el rostro y la narración oral de dos personajes que, a bordo de un inerte corcel, repasan una historia intima. Gracias a pequeños gestos de iluminación, color o alterando el valor de los planos sin alterar las palabras, la misma anécdota -una de elementos que se tornan ominosamente en otros- se va resignificando hasta convertirse en otra cosa. La idea respecto al poder transformador de los relatos orales, el cómo estos dan forma a la realidad -tanto interior como exterior- y el cuidado y delicadeza respecto a los elementos que son elegidos para poner en pantalla puede apreciarse también notablemente en su siguiente obra, ganadora del Premio del Jurado Joven, Two giants that exist here: a german fairytale (2024). Las reflexiones en torno a la tierra y una puesta en forma de múltiples y cuidados artificios encuentran su epítome en Lavoura Arcaica (2001), de Luiz Fernando Carvalho. Su puesta en imágenes de la novela homónima de Raduan Nassar busca una conexión directa con la escritura del libro, grabando sin guión -aunque con un arduo trabajo de preproducción- y sin cambiar una letra de la obra original. A través del relato de los martirios y pasiones de una relación incestuosa, Carvalho es capaz de construir una poética propia que funciona como alegoría del Brasil dictatorial y la relación entre el deseo, la moral patriarcal y su efecto en los cuerpos. En las casi tres horas de película el cineasta brasilero despliega un lenguaje exquisitamente barroco, que le permite pasearse libremente entre registros dramáticos, naturalistas y oníricos según el film lo requiera. Un método de trabajo e intereses temáticos similares a los que podemos ver en su obra presentada en sección oficial La pasión según G.H. (2023). Esta vez la puesta en escena de la novela de Clarice Lispector se nutre de ese caudal de referentes propio del cine de Carvalho, pero para diseñar una puesta en escena “enclaustrada” en 4:3. Lo que en Lavoura Arcaica se configura como un auto-exilio físico, geográfico, en La Pasión Según G.H se vuelve un exilio psicológico, interno y contenido, un momento de quiebre entre G.H y sí misma.
Trazado el recorrido por esta Sección Espejos, queda patente la vocación política del festival y la constante búsqueda de nuevos asideros para la imagen contemporánea. Desde la teoría de paisaje hasta el barroquismo más plástico, pasando por las texturas granuladas y las híper definidas, la totalidad de las películas de este itinerario acaban reflexionando en torno al espacio y al individuo; sobre cómo el primero afecta al segundo, y viceversa. A su vez, la convivencia en una misma sección de la libertad en formatos, la hibridación de formas y la ausencia de fronteras entre la ficción y lo real alejan a FILMADRID de convenciones segregadoras de otros festivales. Así, la simbiosis entre las Secciones Oficial y Espejos lucha por generar un espectador activo, que sea capaz de relacionar e interrogar a las imágenes, y que haga arder su pasado en busca de alumbrar nuevos presentes y futuros.