TRENQUE LAUQUEN
Una invitación al arte de narrar
Hay algo literario en la construcción de Trenque Lauquen (Laura Citarella, 2022). No adapta ninguna obra escrita y, sin embargo, parece sacar de las páginas de un libro toda una escritura de imágenes y una concatenación de capítulos dotados con la misma naturaleza que aquellos cuentos que, de pequeños, nos contaban antes de irnos a dormir y frente a los que nos quedábamos embelesados. Si Borges describía la literatura como “un sueño dirigido”, Laura Citarella dirige aquí un sueño erigido sobre el desorden, lo sensorial y la pasión por narrar. Sumergirse en su película es adentrarse en un cuento largo que acuna las ansias individuales deseosas de una gran historia desde una aparente sencillez. Sumergirse en Trenque Lauquen es adentrarse en la épica de lo mundano.
Esta obra de más de cuatro horas tiene un poco de todo, sin por ello devenir excesiva ni presuntuosa. Desde un principio se va gestando desde una mutabilidad a nivel argumental -con una clara hibridación de géneros que abarcan desde el drama, pasando por la road movie y el thriller, hasta una aparente ciencia ficción-, a nivel de personajes y a nivel formal -desde los diálogos entre imágenes, las transiciones, la manipulación de los tiempos o el plano sonoro y musical-. Se desprende de este largometraje un sentimiento en torno a lo comunitario cuya existencia encuentra su razón de ser en El Pampero Cine. Esta productora, fundada por creadores cinematográficos en el marco de la ola conocida como Nuevo Cine Argentino, nace como una forma de buscar nuevos niveles estéticos, pero sobre todo en la forma de producción y exhibición. Así, se mantienen reticentes a las grandes formas industriales de creación y deciden trabajar manejando presupuestos más pequeños, si llegar a tener ello relación con la calidad de sus obras. Esa heterogeneidad parece trasladarse a Trenque Lauquen en lo narrado, lo filmado, pero sobre todo en la sensación del arte como algo compartido que invita al espectador a ser parte de él y construir la historia de la mano.
Simplificando la trama de Trenque Lauquen, se podría decir que arranca con la desaparición de una joven Laura y la estela de secretos que su figura deja tras de sí. A partir de ese punto, se da comienzo a un rompecabezas capitular trabajado desde el detalle y donde el orden alterado no influye en el conjunto y donde en cada uno de los fragmentos se pueden hallar relatos en sí mismos. Con cada una de las partes se va dibujando un mapa donde no todo tiene cierre -ni este es buscado-, pues el peso no está en la resolución firme, sino en la narración de los acontecimientos y en cómo dialogan entre ellos, en sus diferencias y, sobretodo, en sus semejanzas. Esa mutabilidad lleva a determinados momentos a la suplantación de personajes -Chicho se pone en la piel del propio Bertino mientras se suceden los flashbacks que evocan la aventura amorosa entre este último y Carmen Zuna- o a claras resonancias entre elementos de las distintas tramas, como las historias de amor o ese final de Laura que, en el echar a andar, recuerda a la propia Zuna.
El carácter singular del largometraje se va asentando con la duración, paralelamente a las múltiples capas y los diversos temas que se pueden llegar a extrapolar. La directora argentina vertebra una historia con una amplitud de posibilidades que se esparcen como un puzzle desde el que se anima a participar al espectador. Ese mismo factor literario que, como se comentaba al inicio, se intuye en la obra es el mismo que lleva a un proceso de reconstrucción por parte de la propia protagonista. En una de las tramas desarrolladas, Laura intenta recomponer la historia de amor de la desconocida Carmen Zuna a través de cartas ocultas entre los libros de la biblioteca municipal; algo similar a lo que el espectador va haciendo con las piezas de la propia película.
En este sentido, la propia rotura de la linealidad cronológica es una de las claves que establece Trenque Lauquen desde el guion y desde su planteamiento formal. Los capítulos andan entre tiempos, se enlazan y despegan y se vuelven a recuperar; el orden del factor no altera el producto, sino que lo enriquece y mantiene en un papel activo a los espectadores. A pesar de ir numerados, su temporalidad permanece desordenada como piezas esparcidas de distintas vidas entrecruzadas. ¿Qué es el orden? ¿Cuál es el tiempo correcto? No hay una respuesta absoluta a ello, porque el film nada en su contra, justamente. Y aprovechándose de la multiplicidad de puntos de vista, juega a manipular y a reformular el tiempo de forma distinta desde un trabajo de balance entre el ritmo externo e interno que, a su vez, facilita la creación de las atmósferas varias y la siembra de cierta extrañeza generalizada.
Entre todo el desfile de personajes, con mayor o menor relevancia, uno de los principales acaba siendo la misma ciudad que da nombre a la película. Siempre teniéndola presente, esta acaba viéndose mitificada y romanizada como cuna de la acción, como un microcosmos particular al que se invita a adentrarse de igual forma que David Lynch hizo con Twin Peaks (EE.UU., 1990-1991). Ahí, cada cosa, espacio o acontecimiento pasa a depender de quien lo mira; permanece incompleto hasta que otro personaje no salta a rellenar sus conocimientos dentro de ese espacio. De esta manera el fuera de campo toma un papel crucial como servidor de información. Mediante él no solo se acentúa esa extrañeza que baña la historia, sino que se controla qué información se da, qué información se oculta para más tarde y qué se decide cerrar en el cajón de los secretos. Porque sí, en esa invitación a adentrarnos en Trenque Lauquen no todo se deja servido en bandeja y solventado, pues, como la realidad misma, siempre hay cosas que se escapan y siempre hay nuevos rumbos que tomar. Al final, ese fuera de campo permite mistificar la desaparición de la protagonista y aludir a ese echar andar como paso siguiente a la historia personal. Sin que se vea, la película abre un nuevo camino, otra posibilidad narrativa para una aventura que no se sigue contando, pero que, como se ha venido haciendo durante todo el metraje, se sirve al espectador como invitación a imaginar.
Trenque Lauquen (Alemania-Argentina, 2022)
Dirección: Laura Citarella / Guion: Laura Citarella, Laura Paredes / Producción: Laura Citarella, Mariano Llinás, Ezequiel Pierri, Agustin Mendilaharzu / Música: Gabriel Chwojnik / Montaje: Miguel de Zuviría, Alejo Moguillansky / Interpretación: Laura Paredes, Ezequiel Pierri, Rafael Spregelburd, Cecilia Rainero, Juliana Muras, Elisa Carricajo, Verónica Llinás