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THE NIGHT HOUSE

De espejos y fantasmas

Tal vez el espíritu de The Night House (David Bruckner, 2020), el que vertebra la película, su núcleo, se deje sentir ya en sus primeros minutos. La cámara se mueve, como una intrusa, por la casa –que no hogar, al menos ya no– de Beth. Se detiene mostrando recuerdos de una vida compartida y objetos que ya no encuentran su razón de ser –una cámara demasiado grande, más sillas en la mesa de las que nunca se puedan llenar–. Lo que antes era una bonita casa al borde del lago ahora es un lugar del que escapar. Las duchas son más frías, el invierno también. Ahora Beth, como la cámara, se siente una intrusa en su propia casa.

Entonces comienza la búsqueda, una forma de llenar el vacío. Ahora su marido, Owen, que se suicidó en su barca de un disparo en la cabeza, aparece en los lugares que antes habitaba: Beth es incapaz de vivir sin él, y su mente parece recrearlo a partir de recuerdos, normalmente en el mundo onírico, después también en la realidad –una realidad que deja de parecerlo–.

The Night House Mutaciones

Así, Beth deja de buscar en el espejo su reflejo para desear la aparición de Owen. Una mano cálida que la lleve al otro lado. Y es que The Night House es una película espejo, porque en ella se esconden dos relatos que se fusionan orgánicamente a medida que avanza el reloj. Su comienzo tiene la esencia y sensibilidad de A Ghost Story (David Lowery, 2017): Beth está pasando por el duelo de la muerte de su marido, sin explicación aparente, pero sigue sintiendo su presencia –aquí el síndrome del miembro fantasma se aplica a otra persona, como si hubiera sido un apéndice de Beth–. Esto encierra la que quizás sea la idea más bonita de la película: a pesar del inevitable miedo que siente la protagonista (los objetos se mueven solos, se escuchan voces), se enfrenta a ello sin dudar, segura de que detrás de esos sucesos está su marido. Cualquier cosa por volver con él.

The Night House Mutaciones

Ese miedo intenta incesantemente insertarse en Beth y ganarle terreno. Entonces, aumentan las apariciones, los cuerpos y los ruidos suenan más fuerte. Aquí, la película bascula más hacia un tono similar al de Babadook (Jennifer Kent, 2014). Si al principio Beth estaba pasando por la primera etapa del duelo, la negación, en la que las apariciones de Owen eran de un carácter mucho más amable, ahora se mueve entre la ira y la depresión. Igual que en Babadook, el monstruo se hace enorme, la devora; está confusa y no sabe quién es ni cómo sentirse.

Es en la parte final cuando la película da un giro y se descubre el secreto que esconden las acciones de Owen. Entonces, The Night House deja deja de hablar del duelo –en realidad siempre lo hace, es el eje vertebrador del filme, sólo que aquí se hace notar menos– para desvelar una historia fantástica, cercana a la mitología griega. Y es ahí cuando, por fin, Beth encuentra lo que cree ser la mano de Owen, pero resulta ser la de Caronte.


The Night House (Estados Unidos, 2021)

Dirección: David Bruckner / Guion: Ben Collins, Luke Piotrowski / Producción: Phantom Four Films / Música: Ben Lovett / Fotografía: Elisha Christian / Montaje: David Marks  / Dirección artística: Joshua Dobkin / Reparto: Rebecca Hall, Sarah Goldberg, Vondie Curtis-Hall, Stacy Martin, Evan Jonigkeit

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