THE LAST AUTUMN
Los últimos de Reykjanes
“«Cuando el mundo empezó, una vez más, no había mar, ni arena, ni relajantes olas, ni esponjosos prados, ni viento, ni cielo, lo único que había era un enorme abismo…Y entonces, una vez más, el hombre se irguió y caminó entre sus bestias»”. Así comienza The Last Autumn, una película que se mueve en el espacio existente entre abismo y abismo. Entre la ausencia de vida previa a un territorio joven, volcánico y tremendamente frío hasta la actual imposibilidad de determinados modos de vida como consecuencia del capitalismo.
El estilo de vida rural de la familia islandesa que protagoniza la película está llegando a su fin. La descendencia de la pareja, sin embargo, se ha integrado y adaptado a los nuevos códigos sociales. La vasta brecha generacional entre ellos se evidencia cuando vemos al abuelo pastorear su último rebaño de ovejas mientras su nieto habla de memes de Instagram.
La película de Yrsa Roca Fannberg aparenta ser algo que no es. Tanto su comienzo −una secuencia de imágenes de espacios desoladores acompañados por una voz que narra las líneas anteriores−, como su cartel, que pertenece a un fotograma de la película, dan una apariencia lírica y experimental que no se corresponde del todo con la realidad. The Last Autumn no tiene una cohesión en sus formas y por ello hay momentos poéticos, que casi apelan a la divinidad y otros absolutamente terrenales. Su propuesta estética y formal no es uniforme y transita por distintos lares pero encuentra un conductor en el tono: la nostalgia.
Entre todo el silencio, hay una escena de imágenes quemadas y filmada mediante planos aéreos que, con la música de Carlos Vázquez Méndez –también director de fotografía de la película− convierten The Last Autumn por unos minutos en una suerte de thriller. El recorrido de las ovejas ladera abajo acaba despertando no solo interés, sino que consigue mantener una cierta tensión.
Aunque en ocasiones parece abrazar al genérico y algo manido concepto de “el paisaje es el protagonista”, The Last Autumn opta por un formato cuatro tercios que recuerda al western de Kelly Reichardt (Meek’s Cutoff, 2010; First Cow, 2019), cuya intención no es restar importancia al paisaje, sino resignificar el valor de las relaciones humanas y no humanas en el medio.
Cuando la cámara entra en la casa de la familia de agricultores y ganaderos, la montaña vecina, “Cuerno de Reykjanes”, se cuela en el plano a través de la ventana, de un reflejo o de las fotos que pueblan un álbum familiar. Pero, de alguna forma, el entorno siempre está presente.
La propuesta de Yrsa Roca Fannberg tiene un aura postapocaliptica de gran sensibilidad con el entorno y con los animales que lo habitan. The Last Autumn contempla desde la quietud y desglosa el nuevo contexto a través de los locutores de la radio, que reivindican su espacio y su idioma. También se detiene a observar la conciencia del anciano sobre el destino de sus animales y de ellos mismos. Aunque su trabajo esté relacionado con la muerte no niega la dignidad de las ovejas.
La directora islandesa habla de la muerte en distintos ámbitos y consigue filmar momentos tan melancólicos como tiernos apoyándose en la crueldad, en la belleza y en la inocencia de los animales.
The Last Autumn (Yrsa Roca Fannberg, Islandia, 2019)
Dirección: Yrsa Roca Fannberg / Guion: Yrsa Roca Fannberg / Producción: Akkeri Films, Biti aptan bæð/ Fotografía: Carlos Vázquez Méndez / Música: Carlos Vázquez Méndez / Reparto: Úlfar Eyjólfsson, Oddny Snjólaug Bordardóttir, Marteinn Wiliam Elvarsson, Óli Kalman Eyjólfsson…