SIN OLVIDO
Nadie para recordar
Es difícil determinar si, ante los dramas humanitarios que supuso el siglo XX, el eslovaco Martin Šulik en Sin Olvido nos plantea la simpatía o el rechazo que puede provocar el deseo, justificación y acción de venganza por parte de las víctimas hacia los verdugos, o si más bien es un grito de reconciliación y memoria que contribuya a no cerrar en falso aquellas heridas que aún permanecen tras el fascismo y el genocidio, especialmente duro, en el centro y este de Europa.La película, que fue proyectada en la Berlinale Special de 2018, bien puede ser un híbrido entre “buddy” y road movie de dos hombres, una pareja que en su senectud se encuentran frente a frente como herederos de un mismo pasado. Uno, un afable anciano eslovaco de ochenta años, traductor de alemán, interpretado en su faceta de actor por el que fuera director de la Nueva Ola Checa, recientemente fallecido, Jiří Menzel; el otro miembro de esta extraña pareja, un austriaco jubilado y vividor llevado a la pantalla por Peter Simonischek. Juntos viajan por la actual Eslovaquia en busca de los lugares en los que sucedieron los dramáticos hechos que, al final de la Segunda Guerra Mundial, crean el vínculo entre ellos: el asesinato de los padres del eslovaco por parte del padre del austriaco, un antiguo oficial
Šulik conduce a sus dos protagonistas por carreteras que los llevan al descubrimiento, no solo de lugares o gentes, sino de un pasado en el que, por dejadez y olvido voluntario de uno, o por circunstancias sociales y políticas del otro, no tuvieron acceso. Hombres ya mayores, representantes de la última generación que han convivido en primera persona con aquellos que fueron partícipes del desastre, herederos directos de sus relatos orales y escritos, de personalidades que chocan frontalmente, y cuya experiencia de vida es muy diferente. Concepciones morales separadas, pero no escondidas. Visibles entre sí, de la misma manera que el eslovaco mira al austriaco a través de la puerta acristalada del café de un hotel en Bratislava, o por los cuarterones transparentes de la puerta del salón del apartamento del vienés jugando con su pseudo-amante. Muros enmarcados como el ventanal de un balneario, sólidos y transparentes, donde el jovial jubilado coquetea con dos masajistas jóvenes mientras es observado por el anciano traductor desde el exterior.
Muchachas que estereotipan a las nuevas generaciones despreocupadas de su pasado inmediato, cuyo olvido del mismo y su desconocimiento directo por falta de referencias puede convertirlas en presa fácil de la demagogia y el populismo. No en vano, el director eslovaco recuerda con afán pedagógico que, a fecha de hoy, en Europa hay conflictos como el de Ucrania, que sigue generando huérfanos; o inserta esporádicamente testimonios de víctimas del nazismo en primera persona, lo real dentro de la ficción. Documentos que se deslizan casi imperceptibles, testigos que se asoman encuadrados en una pantalla de televisión, otro marco sólido, ventana transparente que separa al espectador con el pasado que queda para ser visto y no olvidar.
Pero más allá de si se trata de una road movie en el que dos hombres se encuentran y acaban generando entendimiento y amistad. Más allá de que si al final es más víctima el hijo de la propia víctima o la del verdugo. Más allá de cuestionar la licitud de la venganza. Más allá, Martín Šulik con Sin olvido nos deja la siguiente cuestión: ¿Qué será de Europa en el momento que ya no quede nadie para recordar?
Sin Olvido (Tlmocnik. Eslovaquia-República Checa-Austria, 2018)
Dirección: Martin Šulik / Guion: Martin Šulik y Marek Lescák/ Producción: Martín Šulik, Rudolf Biernmann y Bruno Wagner / Montaje: Olina Kaufmanová / Fotografía: Martín Štrba / Música: Vladimír Godár / Reparto: Peter Simonischek, Jiří Menzel, Zuzana Mauréry.