David LynchDestacado

RABBITS

Un lugar seguro

A menudo Rabbits ha sido considerada como una pieza más de este casi insondable rompecabezas titulado Inland Empire, el primer largometraje rodado en formato digital por el cineasta David Lynch. Fragmentos con envoltorio sitcom, foráneos y advenedizos incluso en una experiencia tan foránea y advenediza como es Inland Empire, obra con la que el director norteamericano hablaba sobre los espacios liminales del Hollywood contemporáneo, con una actriz que, junto al propio espectador, se perdía en un tenebroso y multitemporal viaje metacinematográfico.

Rabbits nació originalmente en el año 2002 como una web-serie hermanada con Mulholland Drive, película que el año anterior había supuesto la gran “reconciliación” de Lynch con la crítica internacional. Ocho capítulos protagonizados (en voz) por Naomi Watts, Laura Harring, Scott Coffey y Rebekah del Rio. Cuatro actores que, en menor o mayor medida, tenían un rol clave en Mulholland Drive.

Rabbits. Revista Mutaciones

Lo que vemos en Rabbits es un plano fijo ligeramente elevado hasta una altura en la que el escenario da la apariencia de miniatura. Un salón de moqueta roja y paredes blancas, con un sofá rojo y de tres plazas en su zona central. A la izquierda vemos una pequeña mesa de café con una lámpara que ilumina una de las esquinas de la habitación. A la derecha, otra mesilla donde descansa un teléfono negro (único elemento que rompe la serie en cuanto a forma); una puerta que bien podría dar a otra habitación o a la salida del apartamento; un radiador y una mesa de planchar junto a una lámpara de pie que alumbra la parte superior de la pared más alejada de la cámara. En el punto de fuga vemos una especie de arco tribulado que une y separa el salón con un pasillo, donde solo se puede apreciar una ventana que da a una opaca oscuridad.

La habitación tiende a estar habitada por tres personajes: Jack, Jane y Suzie. El primero de ellos, vestido en traje y corbata, entra al espacio siendo aplaudido constantemente por la audiencia. Acostumbra a sentarse en el extremo izquierdo del sofá. Tanto Jane como Suzie visten de rosa, y solo se las diferencia por la longitud de sus albornoces y su emplazamiento en el salón, con Jane sentada en el extremo derecho del sofá, y Suzie de pie y más distanciada, junto a la plancha del fondo.

La narrativa de Rabbits se desenvuelve en una serie de aserciones y preguntas en apariencia banales e interacciones disgregadas y desordenadas entre los tres personajes. Como si de pensamientos en voz alta se tratasen. Preguntas ajenas al espectador quedan en el aire, donde el contexto y/o significado (soterrado pero evidente, como acostumbra Lynch) puede obviarse o conectarse a modo de puzle. Jack tiene un secreto, y Jane y Suzie, entre elucubraciones sobre el clima (una lluvia constante suena en el exterior) y la hora, advierten la presencia de “algo”. La atmósfera de extrañamiento se ve cimentada sobre las robóticas voces de sus protagonistas, que en tono neutro (y muy puntuales exclamaciones) tejen un ominoso intercambio que solo se ve interrumpido por dos episodios-escenas en los que Jack y Suzie, por separado y en soliloquio, “recitan” una violenta escena semejante al de un asalto o un asesinato. Esto supone una ruptura en el desorden de Rabbits que agrava la tiniebla que se cierne sobre un escenario familiarmente casero, propio de una estampa clásica de la clase media estadounidense.

David Lynch es un artista al que le gusta moverse entre mundos. Mundos que ya existen, mundos que moldea, mundos que idealiza y mundos que pervierte o desenmascara. La violencia sumergida, de puertas para adentro, es uno de los motivos que mueven su cine. En Terciopelo azul (1986), la idílica postal del suburbio norteamericano ocultaba una oreja cercenada e invadida por insectos. En Corazón salvaje (1990), una escapada de ensueño era ferozmente interrumpida por la crueldad y el vicio del mundo del hampa. En Twin Peaks: Fuego camina conmigo (1992), la adolescente modelo y de sonrisa perfecta sufría la dislocación psicológica nacida de la violencia doméstica y sobrenatural. Lynch coge una cerilla, prende el fósforo, y deja que las llamas devoren estos lugares seguros tan propios de la iconografía popular del sueño americano.

Rabbits. Revista Mutaciones

De ahí que Rabbits haga de la sitcom su madriguera. Comedias seriales grabadas en estudio, con audiencia en directo y risas enlatadas en su emisión que creaban situaciones de enredo entre familiares o amigos para diversión del televidente. Divididas en raciones semanales, con episodios en su mayoría autoconclusivos y de apenas veinte minutos. Series que dejaron su huella (y su fórmula) marcada en la historia de la televisión. El show de Dick Van Dycke en los ‘60, M*A*S*H en los ’70, Cheers en los ’80, Seinfield en los ’90 o Los Simpson como la gran parodia postmoderna de todas las anteriores. Los personajes de siempre en los lugares de siempre, sin temor a que las sombras del ser humano pudiesen colarse.

Lynch ya jugueteó con la fórmula de la “soap opera” en Twin Peaks, presentando este pacífico pueblo de Washington donde las mayores preocupaciones de sus habitantes eran casos de adulterio o pequeñas peleas juveniles. El asesinato de Laura Palmer, esta joven amada por todos los que no la conocían realmente, trae consigo un nuevo prisma desde donde mirar Twin Peaks, pues como Jack en Rabbits, todo el mundo tiene secretos.

Detrás de esas risas enlatadas (risas que los conejos pueden oír), se camufla una presencia enervante, y que hace aparición en un extraño ritual iniciado por Jane. Este ente sin cuerpo transforma el salón de Rabbits en una escena infernal, inundada por una sanguinolenta luz roja. Una criatura que habla su propio idioma, y que se manifiesta como la violencia más visible y táctil de la serie, una que ya no necesita ocultarse tras los diálogos-jeroglíficos de Jack, Jane y Suzie. En los últimos minutos de Rabbits, la puerta a la izquierda de los personajes se abre por voluntad propia. Los tres conejos, absortos, miran hacia ella. Los gritos de una mujer que no vemos deja la habitación en una oscuridad total a excepción de unas ráfagas de luz nacidas del exterior. Cesan los gritos y Suzie se aproxima midiendo sus pasos hacia la puerta. Al cerrarla decide sentarse en el sofá junto a Jack y Jane, y los tres se abrazan mientras la cámara funde a negro.

Los mundos de David Lynch albergan claroscuros de esperanza y sordidez, y Rabbits concluye como una obra pequeña pero fascinante dentro de la filmografía del director, pues en esta ocasión se rehúye del terror que trae consigo aquello que es desconocido pero reconocible, ocultándose en una madriguera-refugio donde literalmente se le cierra la puerta a la luz para abrazarse en (y a) la oscuridad.


Rabbits (Estados Unidos. 2002)

Dirección: David Lynch / Guion: David Lynch / Música: Angelo Badalamenti / Reparto: Scott Coffey, Rebekah Del Rio, Laura Elena Harring y Naomi Watts

Un comentario en «RABBITS»

  • No la entendí. Todo el mundo aventura sus propias teorías intentando darle un significado, pero posiblemente esta ¿historia? no tenga ningún sentido en realidad.

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