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OPPENHEIMER

Eichmann en Los Alamos

El 16 de julio de 1945 el ejército estadounidense llevó a cabo la prueba nuclear Trinity en Nuevo México, Estados Unidos. Fue parte del llamado Proyecto Manhattan durante la Segunda Guerra Mundial y contó con la colaboración del Reino Unido y Canadá con el objetivo de diseñar y fabricar la primera arma atómica de la historia. La detonación de Trinity fue liderada y coordinada por J. Robert Oppenheimer, reputado físico y director del Laboratorio de Los Álamos, desde donde el ejército estadounidense desarrolló la tecnología necesaria para construir las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto de ese mismo año. Más que poner fin a una guerra que ya se daba casi por terminada antes del lanzamiento de estas dos bombas, esa monstruosa exhibición de poder dio el pistoletazo de salida a una carrera armamentística atómica entre las potencias enfrentadas durante la Guerra Fría, convirtiéndose en términos narrativos -y a partir de una magnífica set-piece– en el mayor punto de inflexión dramática de Oppenheimer (Christopher Nolan, 2023).

Una película que a simple vista se escinde en dos mitades que se alternan dando forma a la narración. Dos mitades diferenciadas en su forma en base a algunos matices escénicos y que la una es en color y la otra en blanco y negro, que permiten a Nolan un ejercicio de dislocación cronológica afín al de muchos de sus anteriores filmes. Aunque esta vez, el cineasta lo desarrolle bajo una claridad expositiva de agradecer, dado el volumen de personajes (en su mayoría excelentemente interpretados por algunos actores y actrices presentes en películas anteriores del cineasta) y prolijas subtramas que dan forma a la película, la más convencional pero también la mejor de las firmadas por Nolan en los últimos años, siempre dinámica y con numerosos apuntes de interés a lo largo de sus tres horas de duración.

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A partir de esa estructura narrativa trenzada, Nolan consigue además el hacer de la enigmática figura histórica de Oppenheimer uno más de los muchos personajes fragmentados o directamente rotos que pueblan su filmografía con mayor o menor intensidad desde los tiempos de Memento (2000). Construida casi como el reverso épico y elefantiásico de aquella a muchos niveles, Oppenheimer es una narración hecha ad hoc por un hombre que se ha convertido en la Muerte por no tener la facultad o la voluntad de asumir su capacidad de destrucción. Pero a diferencia del filme del 2000, en este caso se debate entre la necesidad de aligerar su terrible responsabilidad delegándola en su condición de súbdito sin voz ni voto, o asumir la envenenada grandeza personal que le depara la Historia inevitablemente escrita por los vencedores, aunque sea a sangre y fuego.

Y aunque un proceso de redención personal se perfile en determinados momentos de Oppenheimer, su resultado es otro. No parece casual que a partir de su ecuador Oppenheimer se llene de juicios (algunos oficiales, otros no) en los que directa o indirectamente se cuestione el papel del científico no tanto en términos de moralidad como a efectos políticos, describiéndolo como un ídolo caído en desgracia. Y es que para bien y para mal, Oppenheimer se arroba de la naturaleza mitológica que desprende su cita de apertura, deudora de Prometeo americano: el triunfo y a tragedia de R. J. Oppenheimer de Kai Bird y Martin J. Sherwin, Premio Pulitzer en el que se basa el guion del filme firmado por el propio Nolan. La condición mitológica del científico que permite a la humanidad el hacerse con un arma ocasionalmente descrita en términos cuasi divinos adquiere visos épicos en su descripción del ascenso de Oppenheimer a las puertas de la posteridad.

1. La primera de las dos mitades que se desarrollan simultáneamente se plantea como un ejercicio de solipsismo narrativo en el que el científico (magistral Cillian Murphy) se convierte en el baremo de todo y todos lo que le rodea, a partir de rimas visuales que le convierten en el narcisista punto de fuga de toda la narración, en la que las tomas amplias, exteriores diáfanos retratados con enérgicas tomas móviles y esporádicos fogonazos visuales y sonoros emulan los mecanismos y energías atómicas que ocupan sus pensamientos.

En esta parcela del filme Oppenheimer es un vanguardista consciente de serlo, un turbio visionario cuya obsesión absorbe el resto de elementos del filme, distorsionándolos a su medida e intereses personales: sus relaciones sentimentales con su mujer Kitty (Emily Blunt) y su desequilibrada amante Jean (Florence Pugh) quedan desdibujadas y los acontecimientos históricos que le rodean se ven reducidos en importancia al conocimiento personal del científico sobre ellos mientras que, en contrapartida, los avances de su investigación son detallados minuciosamente.

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Con el protagonista convertido en un mero canal de carne y hueso para las fuerzas que están a punto de manifestarse en toda su devastadora amplitud, el filme adopta la mirada túnel de su protagonista, impermeable a una visión de conjunto que vaya más allá de lo inmediato de su temible objetivo militar y su lógico temor al avance del nazismo. Este solipsismo convierte su investigación en algo puramente técnico y personal, gracias en gran parte a la atmosférica y omnipresente banda sonora de Ludwig Göransson que dota de tensión numerosas escenas, desembarazándose de todo vestigio de moralidad o sentido de lo colectivo por aislarse de un contexto histórico que permita justificar la necesidad o legitimidad de la misión de Oppenheimer más allá de su satisfacer su ambición científica… y de que Nolan haga lo propio con sus capacidades técnicas y narrativas.

2. La segunda línea narrativa del filme se vehicula en blanco y negro a través de otra mirada, esta externa: la de Lewis Strauss (interpretado por un histriónico Robert Downey Jr. en la piel de un malvado de opereta), resentido presidente de la Comisión de la Energía Atómica por dos mandatos y antagonista del científico en los tiempos en los que la Guerra Fría y el macartismo que condenó a Oppenheimer al ostracismo profesional. El retrato de Strauss se compone a partir de su fallida candidatura a Secretario de Comercio del Senado estadounidense en 1959, planteando un Oppenheimer engreído y de poco fiar a partir de una apuesta formal mucho más comedida y hasta fría, mayoritariamente situada en interiores como corresponde a un hombre cuyo poder se oculta a la mirada pública, manifestándose entre bambalinas. Una deriva que si bien empuja legítimamente a Oppenheimer a los brazos de lo político (y a veces de la conspiranoia), también diluye la turbiedad del bloque descrito anteriormente haciendo del Oppenheimer de Nolan víctima de un sistema político y militar que lo reduce a un hombre de paja.

Durante esos años, el científico se opuso a la escalada militar atómica, abogando por compartir todo secreto sobre esta cuestión con la Unión Soviética para así evitar una guerra total que acabe destruyéndolo todo. La noticia del suicidio de Adolf Hitler en 1945 prácticamente hizo inútiles las supuestas intenciones del Proyecto Manhattan de destruir la Alemania nazi, lo que en el filme de Nolan convierte a su protagonista en un hombre tan brillante como aparentemente inútil para frenar su ambición. Oppenheimer se sitúa así a un inquietante paso de la banalidad del mal descrita por Hannah Arendt a propósito del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, convirtiendo a su protagonista en una víctima que nunca pudo elegir hacer otra cosa que la que hizo, quedando eximido de toda responsabilidad. Un hombre que cargó sobre sus hombros con la maldición de saberse la bisagra entre el viejo y el nuevo mundo, y cuyo retrato plantea la duda razonable de si la épica escénica de Nolan para describirlo solo podría quedar justificada desde una idéntica moral empobrecida tecnocrática, delegada, aislada… ¿atomizada?, que aun amenaza con destruirnos a todos sin saber cómo ni porqué.

Oppenheimer (Reino Unido y EE.UU., 2023)

Dirección: Christopher Nolan / Guion: Christopher Nolan, basado en Prometeo americano: el triunfo y a tragedia de R. J. Oppenheimer de Kai Bird y Martin J. Sherwin / Producción: Emma Thomas, Charles Roven y Christopher Nolan, para Syncopy y Atlas Entertainment / Dirección de fotografía: Hoyte van Hoytema / Montaje: Jennifer Lame / Música: Ludwig Göransson / Reparto: Cillian Murphy, Emily Blunt, Matt Damon, Robert Downey Jr., Florence Pugh, Josh Hartnett, Casey Affleck, Rami Malek, Kenneth Branagh.

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