MEDITACIONES DE CINE
Q-xploitation
El ejercicio de la crítica cinematográfica ha sido muchas veces entendido como el último refugio para todos aquellos que no tuvieron la suerte, el talento o los arrestos suficientes para convertirse en cineastas. Un lugar común alimentado en buena medida por la mítica que rodeó las carreras de Jean Luc Godard, François Truffaut, Claude Chabrol o Peter Bogdanovich, entre otros críticos que dejaron atrás su labor como analistas para dar el salto a la dirección cinematográfica. Por aquel entonces, y aún hoy, no faltaron quienes acusaron a algunos de estos directores de sembrar desde la crítica el terreno cultural que les permitiera erigirse posteriormente en autores cinematográficos de renombre.
En este contexto, el que Quentin Tarantino haya invertido la dirección habitual de este tránsito con Meditaciones de cine, publicado por Reservoir Books este 2023, podría ser visto como una muestra de iconoclastia, o como signo de lo mucho que los tiempos han cambiado no solo para el cine sino también para la crítica. Porque mucho de lo que se plantea y describe en este primer libro de no ficción del director de Los odiosos ocho (2015) probablemente resultaría desconocido para muchos de sus lectores de no ser por el didactismo que se desprende de la referencialidad de Jackie Brown (1997), el díptico compuesto por Kill Bill vol. 1 (2003) y Kill Bill vol. 2 (2004), Death Proof (2007) o Django desencadenado (2013), presente incluso en la cobertura mediática deparada a estas y otras películas del cineasta.
Pero la publicación de Meditaciones de cine se ha producido en un momento muy específico de la carrera profesional de Tarantino. Más allá de los efectos que su reciente paternidad haya podido tener en su escala de valores personal, su próximo y décimo largometraje será, como él mismo se ha encargado de promocionar por activa y por pasiva, también su última película. A partir de ahí, el cineasta ha abierto la puerta a prolongar su actividad creativa en posibles incursiones televisivas en las plataformas digitales, la escritura de libros como la exitosa novelización de Érase una vez en… Hollywood (2019) o el ejercicio de la crítica cinematográfica a través de la letra escrita o, como demuestra periódicamente desde su podcast Video Archives, también hablada.
Creado a mediados de 2022 mano a mano con el coguionista de Pulp Fiction (1994), el también cineasta Roger Avary, y contando la hija de este último, Gala Avary, en calidad de colaboradora, este podcast explota, ya desde su denominación, la mítica alrededor de los orígenes de Tarantino en el videoclub Video Archives donde trabajó como dependiente y, en posmoderno reciclaje de la crítica de antaño, como prescriptor, hasta que pudo poner en pie la producción de Reservoir Dogs (1992). Pero, por encima de otros de sus aspectos, Video Archives explota y amplifica simultáneamente su legendaria condición de cinéfilo todo terreno, ajeno a las modas y acreedor de conocimientos sobre cine ignoto que lo convirtieron, allá en los años noventa, en el enfant terrible más capaz de desafiar las expectativas de público y crítica sin por ello, y siempre en líneas generales, dejar satisfacer a unos y otros. Y todo a través de una cinefilia pretendidamente rebelde, por ajena a los conocimientos sobre cine de parte de su público y también de los cánones cualitativos de una muy determinada parcela de la crítica, que se convirtió en una de sus más icónicas señas de identidad, tan presente en sus películas como en sus apariciones públicas.
A lomos de todo lo anterior, Meditaciones de cine funciona precisamente como una pieza más de esta nueva etapa en la vida profesional de Tarantino, en cuanto prolonga en muchos de sus aspectos su relación con el público tanto desde dentro como desde fuera de la pantalla de cine, pero aportando algunos elementos que la aproximan a Érase una vez en… Hollywood. Al igual que ésta, Meditaciones de cine no ofrece luz alguna sobre el oficio (o el arte) de hacer cine, abrazando por el contrario un punto medio entre el comentario cinematográfico y lo autobiográfico. Este planteamiento se erige con una estructura cronológica, que comienza con sus primeros años como paradójico público infantil de filmes como Grupo salvaje (Sam Peckinpah, 1969), MASH (Robert Altman, 1970), French Connection. Contra el imperio de la droga (William Friedkin, 1971) o, en su experiencia más genuinamente terrorífica como espectador, Bambi (David Hand, 1942), para dar paso a una serie de análisis de películas ordenadas cronológicamente y seleccionadas en base a la afinidad personal de Tarantino (y se diría que también profesional, dada la recurrencia de algunos de temas muy presentes en su filmografía como, por ejemplo, la venganza como motor narrativo), con intermitentes reflexiones cinéfilas de carácter más general y, a modo de broche final, un último y emotivo apunte biográfico.
Pese a lo que esta mixtura temática podría hacer pensar, ninguna de estas categorías hace gala de una pureza sin mácula. Al contrario: acorde con su imagen pública de hombre y/o cineasta hecho a sí mismo por su experiencia vital y las películas que consumía compulsivamente durante su juventud, en Meditaciones de cine la frontera existente entre cine y vida se diluye, siendo el punto de vista del cineasta sobre todos estos aspectos el verdadero (si no único) hilo conductor capaz de mantener la unidad durante más de 400 páginas. Lo que pasa obligatoriamente por el empleo de una prosa sin florituras, reconocible en su uso del lenguaje soez, su introducción de frases que en el medio cinematográfico bien podrían hacer las veces de apunte en off u otros rasgos, próximos al juguetón espíritu de su cine, como la aparición de datos autobiográficos que se dirían calculadas miguitas de pan para quienes busquen paralelismos entre la obra y la vida del cineasta. Un grado de autoconciencia que convierte al autor en una referencia cinéfila más de un libro plagado de ellas, y que en ocasiones parece planteado por Tarantino como un instrumento para perfilar personalmente la imagen que de él, como director y como cinéfilo, puedan tener sus admiradores.
Visto así, y sin desmerecer lo ameno de sus disertaciones, Meditaciones de cine no es otra cosa que un soliloquio hecho a mayor gloria de la mítica de Tarantino, presente incluso cuando se doblega a las formas de una relativa, por un tanto exhibicionista, humildad. Para los que gozamos (y en la mayoría de ocasiones mucho) de su cine, de la familiaridad de su prosa resulta una lectura ágil y ligera, aun cuando parece regida por el capricho personal de su autor y, en menor medida, por fuentes documentales que se dirían igualmente elegidas ad hoc para reforzar su opinión sobre, entre otras películas y cuestiones, Bullitt (Peter Yates, 1968), Defensa (Deliverance) (John Boorman, 1972), El expreso de Corea (John Flynn, 1977) -cuyo título original, Rolling Thunder, fue también el de la fugaz distribuidora fundada y co-dirigida por Tarantino a mediados de los noventa, en el auge de su popularidad- o el devenir del Nuevo Hollywood.
En base a este principio a medio camino entre el placer personal y la complicidad para con su audiencia (prácticamente una obsesión para el cineasta dado el reiterado interés que demuestra página tras página hacia los efectos que los filmes que vio en su infancia tenían sobre el público) Tarantino se arroba en Meditaciones de cine del control absoluto que le ofrece, por una parte, un medio creativo tan individualizado como el escrito, y, de forma aún más plausible, su condición de gurú pop aparentemente intocable. Aunque su apuesta por la complicidad deviene un arma de doble filo, poniendo lo reconocible por delante de lo que podría haber resultado más interesante aún a costa de adentrarse en un territorio quizás menos conciliador para con las expectativas de al menos una parte de sus seguidores.
Algunas de las reflexiones que el cineasta plasma aquí en negro sobre blanco ya han sido expuestas por anterioridad, de viva voz, en entrevistas, conferencias, charlas, podcasts y también películas. Pero a falta de un contrincante periodístico que pueda cuestionar o siquiera matizar sus palabras Tarantino se desata hasta situarse a un paso de la autoindulgencia, revelando como insuficiente la traducción al español del título original Cinema Speculation y denotando la ausencia de algunos de los aspectos más verdaderamente controvertidos de su vida y obra. A pesar del tono desafiante presente en sus opiniones cinéfilas y de la testosterona que ilumina intermitentemente sus pasajes autobiográficos, muchas de las polémicas (algunas de peligroso potencial amarillista) que han acompañado el cine de Quentin Tarantino, desde su jocoso abordaje a cuestiones como la violencia, el lenguaje soez o la incorrección política hasta las recientes acusaciones de abuso sexual hacia su padrino cinematográfico Harvey Weinstein, pasando por su denuncia del racismo policial en los EE.UU., están por completo ausentes en Meditaciones de cine.
Aunque puede que baste con esperar a que las posibles nuevas demostraciones literarias de Tarantino ofrezcan algo de luz sobre los años posteriores a los recogidos en Meditaciones de cine, sacando a la palestra algunos de los aspectos más cuestionados de su obra, esperemos que la complicidad que está haciendo posible, por rentable, esta nueva deriva profesional, no entierre su demostrada capacidad como cineasta para convulsionar a sus audiencias.