MANDÍBULAS
La gracia de no hacer gracia
Mandíbulas (2020), la última comedia del cineasta francés Quentin Dupieux, es el primer altibajo notable en una carrera de ideas absurdas y ejecuciones aún más locas. La línea entre el sentido del ridículo y la intencionalidad de lo incómodo se desdibuja en películas que consiguen una mezcla cuasi perfecta de sinsentido controlado y metacine que, sobre todo, son bastante graciosas.
La virtud de sus originales ideas es casi su propio peor enemigo, pues semejantes planteamientos son difíciles de llevar a la altura de sus propias expectativas. Una película sobre un neumático psíquico asesino que está además siendo proyectada a un público que la deconstruye a tiempo real es una premisa valiente. Rubber (Quentin Dupieux, 2010), la película en cuestión, consigue mantenerse en esa frontera entre lo disparatado y lo analítico, siendo casi su trabajo más memorable.
En su proyecto más accesible, Dupieux se ha topado con un bache que le ha sido difícil de sortear. Mandíbulas es una comedia a priori amable, con unos primeros minutos llenos de un humor inofensivo, pero entrañable. La pareja protagonista tiene carisma, y sin duda recuerdan a arquetipos del cine cómico americano más popular y chabacano, pero de nuevo, en una situación sencilla y sin demasiada mala baba en su gracia. Estos dos personajes se encuentran una mosca gigante, y deciden domesticarla para que les obedezca y así hacerse ricos. La idea es cuca, uno puede incluso sonreír y atreverse a soñar sobre la fábula de la amistad.
La gracia empieza a tambalearse cuando, de pronto, la película decide que no quiere nada de todo eso, y de repente es una comedia de los hermanos Farrelly, con su consecuente humor de “caca, culo, pedo, pis”, su vejación ante un personaje discapacitado y crueldad animal. No es que aquello pueda estar exento de carcajada, pero semejante vuelta de tuerca le hace a uno poner en tela de juicio si todo esto es quizás un juego más de múltiples capas tan propias de este director.
¿Será acaso una sátira sobre la deshumanización de la comedia en el cine mainstream a lo largo de los últimos años? Pero si estos gags tampoco tienen demasiada gracia y chocan con un tono fundamentalmente afable, ¿está Dupieux creando a propósito humor desagradable que no es chistoso, para así poner en evidencia esta corriente de películas que van demasiado lejos con su irreverente falta de tacto? Pero es que ahí está la clave del fallo, ese bache que se ha comido Dupieux. Quizás haya que hincar muy hondo la pala, pero no dejarán de surgir nuevas y más rocambolescas cuestiones. Pero eso no quita que sea una comedia que, mayoritariamente, no hace gracia.
Y el que no haga gracia, puede hacer que algo sea gracioso. Está muy de moda ese humor incómodo, pavisoso, que genera sonrisa a través de la falta de chanza. Su película anterior a esta, La chaqueta de piel de ciervo (Quentin Dupieux, 2019), es un ejemplo de ello. Una sucesión de gags anodinos, con personajes poco carismáticos, que chocan como dos polos opuestos para llenar cada secuencia de un aura de mal rollito cachondo. Como esa risa que le sale a uno en momentos que no conviene.
Mandíbulas es menos complicada en su planteamiento y ejecución que el resto de la filmografía de Dupieux, aunque perfectamente lógica en la misma. Es compacta, pero sustanciosa. A pesar de haberla comparado con un cine muy industrial, tiene una puesta en escena meditada, con unos colores pastel encantadores, y una realización más austera que una típica película de multicines. Muy a pesar de Dupieux, algo que la mayoría de esas películas sí tienen, y mandíbulas no, es precisamente gracia.
Mandíbulas (Mandibules. Coproducción Francia-Bélgica, 2020)
Dirección: Quentin Dupieux / Guion: Quentin Dupieux / Producción: Hugo Sélignac y Vincent Mazel / Montaje: Quentin Dupieux / Fotografía: Quentin Dupieux / Reparto: Grégoire Ludig, David Marsais, Adèle Exarchopoulos, India Hair, Roméo Elvis y Dave Chapman