LOS OSOS NO EXISTEN
Una enredadera de sombras
“Aquí no hay osos. Solo osos de papel”, dice uno de los personajes de la película del cineasta iraní Jafar Panahi, Los osos no existen (2022). De papel, y de imágenes. Los osos, como el miedo, se disfrazan de fantasmas y corren descalzos por el paisaje de la invención, alimentándose y componiéndose en su vagar de sombras.
Las sombras de amores, aquellas que tejen las vidas de dos parejas de enamorados. Las de la represión, la persecución, la muerte, el miedo, la censura, el autoritarismo, la tortura, el drama, de las que trata de huir la primera pareja con pasaportes falsos para abandonar Irán. Las de la superstición y las costumbres, que obligan a la segunda pareja a vivir su amor en secreto en una aldea cercana a la frontera de Turquía e Irán y alejan a los amantes, al permanecer ella encadenada desde su nacimiento a un matrimonio de conveniencia. Historias de amor que hilan, paralelamente, el entramado de la película, en el que el propio Panahi es el hilo de cruce entre ambas. Él vive recluido en la aldea de la segunda pareja de enamorados, filmando a distancia y clandestinamente una película que relata la historia de la otra pareja en Teherán.
Las sombras de la ficción. Lo que no se dice, lo que no se ve. Como esa fotografía de los jóvenes enamorados de la aldea que nunca se llega a saber si fue tomada fugazmente por Panahi con su cámara. El cine del director iraní está poblado de silencios, de huecos, de piezas que se ocultan, de fragmentos que se revelan y que no se revelan, como aquellos retazos de sombras que los chador dejaban en el rostro de las protagonistas de El círculo (Jafar Panahi, 2000) y en los lugares por donde pasaban. La cámara cinematográfica escribe a medias, pincelando recovecos donde solo se puede colar la imaginación del espectador, pedacitos de presente y pasado que se recrean y palpitan en el fuera de campo. En Los osos no existen residen películas que se esculpen en la espesura fílmica: las de los enamorados, la de la vida en la aldea, la del alma de Panahi. Películas dentro de una película, ficciones cuyas costuras se mezclan con las de la realidad, trazándose una difusa frontera entre ambos territorios. Espejo troquelado en un remolino de reflejos de la vida.
Las sombras de la ficción, cinceladas en planos secuencia y en planos fijos. Un plano secuencia que pinta el primer pétalo de la película, del que se desprenden dos ilusiones de vida: la que se rueda en Teherán y la del propio Panahi en la aldea. Planos fijos que trenzan otros pétalos del largometraje, pareciendo congelar en el tiempo instantes de vida que habitan en el encuadre y fuera de él. Pétalos que cristalizan el alma inefable e inaprensible del arte cinematográfico, pétalos de una flor que crece entre las sombras de la realidad iraní, y que ha pasado a ser una de las más valiosas del panorama cinematográfico contemporáneo.
Los osos no existen (No bears, Irán, 2022)
Dirección: Jafar Panahi / Guion: Jafar Panahi / Producción: Jafar Panahi / Fotografía: Amin Jafari / Montaje: Amir Etminan / Interpretación: Jafar Panahi, Mina Kavani, Naser Hashemi, Sinan Yusufoglu, Reza Heydari, Bakhtiyar Panjeei