LA MARAVILLOSA SRA. MAISEL (T. FINAL)
Lonely at the Top
La quinta y última temporada de La maravillosa Sra. Maisel (2017-2023), creada por Amy Sherman-Palladino comienza con una desconcertante mirada al futuro con la hija veinteañera de la joven y talentosa monologuista Midge Maisel (una luminosa Rachel Brosnahan) asiste a la que se adivina como una de sus muchas visitas al psicólogo. Este dispositivo se repetirá abundantemente a lo largo de los nueve capítulos que cierran la serie, sin llegar a aportar nunca una información que lo justifique que aporta llegue a justificarla. Su uso (y abuso) advierte de un nuevo y tardío rumbo en una serie que hasta el momento se había desarrollado de forma lineal.
Y efectivamente algo ha cambiado en la clausura de La maravillosa Sra. Maisel a pesar de que esta quinta temporada continúe donde acabó la anterior, con la Sra. Maisel dudando entre seguir su instinto creativo para prosperar profesionalmente o plegarse al anonimato deparado por la industria televisiva del humor estadounidense que, a decir de la serie. Desde el flamante estreno de su primera temporada en el 2017, La maravillosa Sra. Maisel, se convirtió en una de las series más emblemáticas de una de sus dos empresas productoras, Amazon Studios, y su distribuidora Prime Video. Situada en el Upper West Side neoyorquino de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, la hasta ahora brillante serie auspiciada por Sherman-Palladino (quien también dirige buena parte de sus capítulos sin desentonar el trabajo de los realizados por su pareja Daniel Palladino y por Daisy von Scherler Mayer y Scott Ellis) giraba casi en su totalidad en torno a los devenires de Miriam “Midge” Maisel: ama de casa y madre de dos hijos perteneciente a una opulenta familia judía cuya vida da un vuelco al descubrir que su marido Joel (Michael Zegen), un ejecutivo aspirante a cómico stand-up, tiene una aventura con su secretaria. Profundamente desencantada, la joven Sra. Maisel irrumpe, ebria y furiosa, en el escenario del Gaslight Cafe, un tugurio donde su esposo ha demostrado ser incapaz de arrancar una sola carcajada durante su última y lamentable actuación, metiéndose al público en el bolsillo con un improvisado espectáculo humorístico en el que da rienda suelta a todas sus frustraciones personales. A partir de ese primer éxito Maisel se alía con la dura Susie Myerson (Alex Borstein), aspirante a agente de espectáculos y trabajadora del local, haciendo de su vida y experiencias familiares, el material humorístico que la catapultará al estrellato.
Viendo La maravillosa Sra. Maisel resulta casi imposible no pensar en Woody Allen, o al menos en una parte de su obra. Su retrato del judaísmo, que no por estereotipado sobre el papel resulta menos dulce o divertido en pantalla, de la adinerada intelectualidad de la jet-set neoyorquina, o del encuentro (cómico) entre la mafia y el mundo del espectáculo de Broadway Danny Rose (1984) o Balas sobre Broadway (1994) resuenan en la serie, pero la exuberancia en su apuesta formal la dirige hacia un rumbo considerablemente diferente, tomando a través de la ucronía definitivas distancias respecto al autor de Annie Hall (1977).
La creación de Sherman-Palladino comparte con muchas de las criaturas de Allen (siendo la más célebre de todas ellas su propio personaje público) un grado de ingenio y agudeza mental solo comparable a la verborrea con la que se expresa tanto ella como quienes orbitan a su alrededor pero su plasmación en imagen y sonido responde a principios distintos. Donde el cineasta neoyorquino hace mayoritariamente uso del plano general para generar un tempo milimétrico en su comicidad, La maravillosa Sra. Maisel aboga por trocear similares espacios de discusión en planos medios, cortados al ritmo de la réplica y contraréplica de los personajes, bien respaldados por la bis cómica de un elenco interpretativo, completado por Tony Shalhoub, Marin Hinkle, Kevin Pollak o Caroline Aaron, en permanente estado de gracia.
Pocos chascarrillos o comentarios quedan en esta serie huérfanos de un plano que los recoja, en un mecanismo de relojería por fortuna muy bien engrasado, pero que revela también un gusto por la exuberancia tan controlado que roza el regodeo. Al igual que en sus otras temporadas, todo en la última entrega de La maravillosa Sra. Maisel queda expuesto sin dejar nada fuera de campo, en una estrategia muy reforzada por el aparato de producción, que luce en amplias tomas de seguimiento o por la dirección de arte, de Michael Ahern, Emily Kollars y Mark Pollard, y la magnífica dirección de fotografía de M. David Mullen y Alex Nepomniaschy sin apenas claroscuros, afín al idealizado retrato de la protagonista y la sociedad estadounidense del momento. Aunque la rumorología que rodea la serie ha intentado demostrar, sin jamás conseguirlo, que la figura de Maisel es el embellecido reflejo de la monologuista y guionista Joan Rivers, y a que en ella aparecen algunos personajes históricos con una importante incidencia en la trama, el retrato de época perfilado por las diferentes temporadas de La maravillosa Sra. Maisel no es tanto una reconstrucción de otros tiempos como una fantasía histórica, una proyección romántica del pasado hecha con los mimbres de algunas de las cuitas del presente.
Tal vez por saberse su epílogo, la entretenida quinta temporada de la serie juega a fondo todos estos elementos, explicando hasta el más obvio de los subrayados las relaciones entre algunos de los personajes, y cargando las tintas en su condición de ucronía levemente feminista, sustentada en el retrato de una supermujer que solo puede existir en un universo tan dulcemente irreal como el planteado por Sherman-Palladino. El inconveniente es que más allá de algunos aciertos esporádicos esta vez lo hace con muy desigual fortuna, en gran parte porque, en su autocomplaciente apuesta por hacer de Maisel un icono del feminismo en la ficción, aquellos innecesarios saltos en el tiempo no tienen otra función que destacar y celebrar cómo el personaje de Brosnahan logra el anhelado estrellato y transformarse en un estandarte contestatario por el camino, una de las mayores y más casamenteras leyendas (llegando a dar plantón en el altar al escritor Philip Roth) del mundo del espectáculo estadounidense de la segunda mitad del siglo XX.
Este planteamiento cronológico, que parece fruto del capricho, acaba empantanando el desarrollo de este tramo final de la serie. Probablemente porque el crescendo narrativo, basado en los numerosos obstáculos que se interponen entre Maisel y su objetivo de alcanzar la fama, se disuelve cuando su feliz conclusión se desvela ya desde el primer capítulo, sumándose a un insuficiente trabajo de maquillaje destinado a envejecer al elenco interpretativo y que resulta demasiado artificioso como para que determinadas escenas resulten lo suficientemente orgánicas como para llegar a emocionar.
Un cierto acartonamiento que se suma a ausencias como las de los monólogos de Maisel o la postiza sustitución de su tensión sexual por el cómico Lenny Bruce (aquí una presencia fugaz que desaprovecha el carisma de su intérprete, Luke Kirby) por un renovado interés amoroso por su exmarido Joel, o un cinismo inaudito hasta el momento, pero que tampoco es capaz de sostenerse por sí mismo o siquiera justificarse en términos narrativos. Este aspecto, del todo inesperado en una serie marcada por su luminosidad tonal, es, tal vez, el gesto más arriesgado de una empero entretenida temporada, cuyos deméritos en ningún caso son capaces de enturbiar los aciertos generales de la serie.
Sobre el papel, el narcisismo que podía intuirse en el retrato de Maisel como una mujer hecha a sí misma en pos de un sueño americano principalmente deparado a los hombres, ocupa ahora un lugar central: más allá de sus descuidos familiares, que abandona a sus dos hijos a vivir bajo su ausencia, o de algunas atemperadas traiciones personales, el cierre de la serie convierte a su protagonista en lo único capaz de sustentarla. Lo que convierte el periplo de Midge Maisel en una epopeya que empieza y acaba en su experiencia personal, invisibilizando el dulce retrato de luchas sociales como el feminismo o el antirracismo que ejercían de telón de fondo en las anteriores temporadas, retratándola como una triunfadora convertida en modelo para un movimiento colectivo, el feminismo, que solo logra acceder a ese estatus gracias a la ambición personal más acerada.
Una paradoja tan escasamente desarrollada y desprovista de complejidad, que a duras penas llega a trascender la carga de moralismo que contiene, poniendo un broche final un tanto desazonador, pero ni mucho menos capaz de igualar en lo tonal el pletórico optimismo en el futuro que ha demostrado el conjunto de una serie ante la que esta floja conclusión sale comparativamente perdiendo.
La maravillosa Sra. Maisel (Temporada final) (The Marvelous Mrs. Maisel (Final Season), 2023, EE.UU.)
Creadora: Amy Sherman-Palladino / Dirección: Amy Sherman-Palladino, Daniel Palladino, Daisy von Scherler Mayer, Scott Ellis / Producción: Dhana Gilbert, Matthew Shapiro, Salvatore Carino y Sheila Lawrence para Dorothy Parker Drank Here Productions, Picrow y Amazon Studios / Guión: Amy Sherman-Palladino, Daniel Palladino y Isaac Oliver / Dirección de fotografía: M. David Mullen y Alex Nepomniaschy / Montaje: Ant Boys, Tim Streeto y Zana Bochar / Música: / Reparto: Rachel Brosnahan, Michael Zegen, Alex Borstein, Tony Shalhoub, Marin Hinkle., Kevin Pollak, Caroline Aaron.