GIRLS STATE
La lógica también conlleva emoción
El ambiente en Boys State (Amanda McBaine y Jesse Moss, Estados Unidos, 2022) establece su puesta en escena desde el comienzo. En sus primeras tomas las imágenes de las salas parlamentarias, chicos con la misma camisa de uniforme y cordón que dice “Texas Boys State” y el silencio de los procesos parlamentarios invaden el espacio. Sin embargo, solo es una apertura a lo que nos expondremos: debates apasionados, estrategias políticas y hasta chistes sobre tomar medidas en el senado. Es casi inevitable hacer la comparación al entrar a Girls State (McBaine y Moss, EE.UU., 2024), el documental sucesor. Ya al principio la nota de arranque por parte de una chica, en su discurso de candidatura, comenta: “A nosotras, como mujeres, a menudo se nos enseña que para que se escuche nuestra voz, debemos aparecer y hablar como hombres. […] En realidad, nada podría estar más lejos de la verdad.” Esas palabras toman forma tan pronto comienzan los créditos de inicio: pintados en rosa, en modo de scrapbooking, van identificando figuras femeninas en la política sin llegar a definirlas completamente, en contraste con Boys State.
Hay una ambigüedad al afrontar Boys State, donde las líneas entre los ideales de los chicos, ser conservador o liberal, se mantenían en un segundo plano. Mientras tanto, en Girls State, el grupo de chicas vocales proyecta sus posturas políticas, y están abiertas a escuchar los diferentes puntos de vista que afrontarán, justo lo que propone la pregunta tesis del proyecto: qué supone exponer desde jóvenes a futuros representantes y funcionarios en la política actual. La comparación entre ambos campamentos se presenta porque es el punto de partida: el documental muestra en sus recursos cómo hay una cierta desconexión con la agenda de la iniciativa. Entre las actividades de confraternización se exhorta la creación de brazaletes. La uniformidad en sus atuendos no es requerida, pero sí se debe seguir un código estricto. Las chicas deben ir acompañadas en todo momento, y las aperturas de las ceremonias conllevan el canto de la canción de Girls State. “Algo sobre esto dice sexismo”, comenta una de las participantes; “Si los chicos no tienen que hacer esto, me voy a molestar”. Todas estas instancias son traídas porque, por primera vez, ambos campamentos se están llevando a cabo en el mismo campus. La exposición es mínima, pero de antemano muchas conocen las repercusiones que eso supone. No es que estas medidas representen, o no, a su conglomerado, sino en el motivo de por qué son consideradas en todo momento. Se infiere que estas reglamentaciones son parte de la administración, pero no asumen las repercusiones que esto supone en la sociedad. La cámara captura estas instancias sin asumir postura: sean las paredes con pancartas hechas por las futuras políticas o campañas desarrolladas en redes sociales. Su lenguaje visual nos recuerda en todo momento que hay un aspecto de género involucrado, algo que en Boys State solo se resalta cuando percibimos los comportamientos de los chicos, muy responsivo a sus edades. Responde al feminismo el color de rosa que expone una de las integrantes, aunque en su caso, viene desde una perspectiva conservadora. Sin importar cómo se apunte, repercute a una perspectiva poco progresiva hacia ellas, en comparación a Boys State, quienes viven la experiencia completa de un sistema de gobierno activo.
No importa el trasfondo de cada integrante: las participantes se muestran vulnerables al querer señalar estas diferencias de una forma articulada. El documental atribuye luz cada vez que uno de sus entrevistados se enfrenta a un cuestionamiento acerca de cada tema, sea en la articulación de discusiones políticas, en sus tiempos libres, o hasta en la elaboración de plataformas para sus elecciones de cierre. Todo esto podría pasar desapercibido sin haber visto Boys State antes. Con los mismos creadores, esperamos un relato que exponga el proceso arcaico de gobierno, el trabajo de cabildeo de posturas, y hasta el acto de hacer campaña entre ellos mismos. En Girls State nos exponemos a un sistema que infantiliza estos procesos para las chicas o que, quizás, lanza de forma agresiva a los chicos, que asumen más responsabilidad y seriedad (hasta cierto punto). Es lo que permite que conectemos con la puesta: los puntos de vistas de jóvenes que se han preparado toda su vida para enfrentar estos espacios porque les apasiona. Los testimonios de las chicas permiten diferenciar la experiencia del documental pasado, indicando de antemano sus intenciones al llegar al “Missouri Girls State”. En pequeños instantes, se cruza pietaje simultáneo de actividades en el Boys State, aludiendo a estos mismos reclamos que se señalan de forma arbitraria, hasta que Emily Worthmore, integrante conservadora, decide tomar cartas sobre el asunto. Girls State conecta sus ideas en principio e intenta mantener la estructura que tanto elogio recibió con su predecesora, pero permitiendo a sus sujetos integrarse como parte y no ser opacados por el sistema en la narrativa central. Estas chicas contribuyen al programa y aún así destacan sus perspectivas como individuos que abogan por sus ideales con convicción.
Aunque el asunto sobre la inequidad de programas se aborda de manera mínima hasta el final, rompe con un estigma que permite visionar otra perspectiva. El tono en Boys State es ambiguo, invasivo, mientras que Girls State, en momentos, protege demasiado a la asociación, pero tiene aires esperanzadores. ¿Están vinculados con el clima actual de la política en Estados Unidos? No. Puede cuestionarse, incluso, cómo esto puede afectar a personas de color en espacios predominantemente blancos. Integrantes como Nisha Murali y Tochi Ihekona caminan en puntillas al abordar cualquier tema o repercusión, puntualizando que a veces están“[…] esperando que la bola caiga”, opina Ihekona. Las imágenes de chicas abrazándose predominan, por encima del pietaje de ellas trabajando y entrando en diálogos abarcadores. Es una crítica en sí al programa, pero en estas representaciones también se debe señalar por qué no vemos estas instancias ocurrir, como en Boys State. Es una aproximación juiciosa que sí permite crear una conversación entre las participantes, pero que impide al espectador integrarse en el diálogo. Mientras que Boys State trata sus temas con fuerza, como el control de armas y la segunda enmienda, Girls State sí acapara Roe v. Wade con mucha insistencia por la actualidad del asunto aunque, sin embargo, nada toma un rol principal. El documental no pretende solucionar ni asumir que todo estará bien, pero igualmente decide aglomerar estos temas en segundos planos de maneras resumidas. El cambio comienza con un impulso, y en Girls State, el impulso lo dan solo ellas.
Girls State (EE.UU., 2024)
Dirección: Amanda McBaine y Jesse Moss / Producción: Adam Bardach, Whitney Berry, Lizzie Fox, Javier Gonzalez, Martine Jean, Helen Jung, Nicole Lengyel, Casey Meurer, Amy Pedegana, Nathan Rotmensz / Fotografía: Daniel Carter, Laura Hudock, Laela Kilbourn, Keri Oberly, Erynn Patrick, Martina Radwan, Thorsten Thielow / Montaje: Amy Foote / Música: T.Griffin / Reparto: Emily Worthmore, Cecilia Bartin, Faith Glasgow, Brooke Taylor, Nisha Murali, Maddie Rowan, Tochi Ihekona