DestacadoSan Sebastián 2022

DIARIOS

El libro de imágenes

Diarios - Revista Mutaciones

In girum imus nocte et consumimur igni’ podría traducirse como “en la noche dábamos vuelta y nos consumimos por el fuego”. Un palíndromo que hace referencia al baile de las mariposas nocturnas alrededor de una fuente de luz, y que, en su movimiento circular, ha sido interpretado como una expresión de deseo y curiosidad. También es el título de una película de Guy Debord, en la que se analizan las condiciones de autoría, público, imagen y colectividad. Curiosidad y deseo materializado en el mosaico antinarrativo de Diarios (2022), el nuevo artefacto de Andrés Di Tella que pudo verse en la pasada edición de San Sebastián, encuentra cauce en una suerte de corriente literario-audiovisual de reinvención fílmica nacida, en primera instancia, del deseo de volver a filmar, pero dejando abierta la condición misma de las imágenes que el espectador observa.

El realizador argentino escribe, compone, recita, filma un libro de imágenes en train de se faire incidiendo en el carácter no-cinematográfico del acontecimiento proyectado, en el que imágenes y palabras pasan a dirigir y no a ser dirigidas. Cada sesión deviene en performance, donde los fragmentos de sus diarios anacrónicos, situados fuera del tiempo, se funde con un material audiovisual de formatos y texturas que van desde el super 8 hasta las ‘home movies’ grabadas con el móvil, localizando un nexo que apela a la ensoñación, pero sobre todo a la pervivencia del recuerdo y su abrupta, fugitiva y escurridiza condición. El paisaje, o los espacios delimitados por fundidos a negro, cobran vida a partir de la imagen sonora de la oralidad. Esta reunión enarbola un sistema literaturizado de imágenes por la carencia de estas, en determinados casos, y, lo que parecía un ‘error’, termina siendo un método. El propio Di Tella afirma que a veces piensa que quien sueña no es él, sino su diario.

Diarios - Revista Mutaciones

El tránsito de imágenes del pasado que recorre Di Tella habla, más que nada, del presente. Algo que quedó patente en obras como Ficción privada (2019) y 327 cuadernos (2015). Un verdadero estado de indeterminación por medio de aleteos táctiles en forma recuerdos, propiciando un encuentro entre los que filman y los que son filmados. En paralelo, la estructura dramática se concreta en una ‘narración’ deshilachada, en una sucesión de momentos que ilustran cotidianidad –como en las imágenes del confinamiento durante la pandemia– y de homenaje –dentro del emotivo diario dedicado al realizador colombiano, Luis Ospina. El cineasta (Hacedor) sabe encontrar literatura (verbo) en las fronteras ficcionales para intentar resistir al olvido que no deja de ser la resistencia a la muerte propia y ajena. Una literatura que se transforma en materia para que el cine pueda absorberla, desmantelándola o dividiéndola en estas unidades irregulares.

Este es el modo en que se puede invocar un instante, al margen de cualquier manido diagnóstico del malestar contemporáneo, imprimiendo en su avance una sincera capacidad para fragmentar, esparcir, perforar, superponer, desarmar, deshacer, negar lo estable, rechazar el espejismo de las formas cerradas, atentar contra el fantasma de la representación, reventar los códigos de la autoridad. En definitiva, entrar en el laberinto de la escritura, del registro, del sueño. Ya que, tal y como dijo Jean-Luc Godard: “El cine es lo único que nos ha dado un signo. Lo demás nos ha dado órdenes. El cine es un signo para interpretar, para jugar con él, y hay que vivir con él”.

Diarios (Argentina, 2022)

Dirección: Andrés Di Tella / Guion: Andrés Di Tella / Montaje: Alex Del Río

 

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