CULPABLE
El culpable (2018): una película que se puede (sólo) escuchar
El Culpable (The Guilty) de Gustav Möller es un salto de fe. Una apuesta por un tipo de cine distinto, no tan centrado en el aspecto visual como en lo que escuchamos y sabemos que pasa fuera de campo –muy lejos, de hecho–. En ella, al igual que en el remake estadounidense de Netflix, seguimos a un operador de emergencias en una agotadora jornada de trabajo que se alarga más de lo normal. Seguimos, por lo tanto, el punto de vista del protagonista durante más de ocho horas, en este caso de una manera estricta, ya que no abandonamos en ningún momento su oficina: sabemos lo que él sabe, vemos lo que él ve. La película depende de que no sepamos lo que pasa y lo averigüemos al mismo tiempo que el protagonista.
Es por esto por lo que El Culpable resulta un ejercicio tan interesante, ya que se acerca a otros géneros como el teatro, en su única localización y en la búsqueda obligatoria de primeros planos, dejando prácticamente todo el peso del éxito del film en manos del actor (Jakob Cedergen). En este sentido, la mano del director danés dicta en todo momento hacia dónde se debe dirigir la mirada del espectador. En ocasiones porque no hay nada más –el operador se encuentra prácticamente sólo en la oficina, lo que ayuda a generar sensación de agobio y soledad, ya que debe ser él quien que solucione el problema–, y en otras con planos detalle para poner énfasis en ciertas emociones, como cuando aprieta la bola antiestrés, se toma una aspirina para el dolor de cabeza o nos acerca a sus auriculares para centrar nuestra atención únicamente en lo que le cuentan en la llamada. Al trasladar el peso de la historia a lo que le (nos) cuentan a través de llamadas, Gustav Möller nos obliga a imaginar lo que pasa, rellenando huecos, de forma similar a lo que sucede con la literatura: nos da unas directrices superficiales, pero las localizaciones y los personajes son creados, en cierto modo, por cada uno de los espectadores. Lo que provoca que existan, en realidad, innumerables variaciones de la misma película.
Culpable (2021), copiar mal
El remake de Antoine Fuqua echa por tierra todos los logros del original. Pese a ser un calco en muchos aspectos –la trama es idéntica, pero también se repiten numerosos diálogos e incluso planos –, presenta diferencias, algunas irrelevantes, como el cambio de la lluvia torrencial (en la de 2018) por una serie de incendios que amenazan la zona, pero otras realmente importantes, como el centrarse mucho más en el drama del protagonista, dejando durante bastante tiempo la trama principal en segundo plano –y, por ende, restándole relevancia–. La sensación de agobio y soledad que consigue la original se ve lastrada en este film por la inclusión excesiva de colores, marca de la casa de Netflix, y por una oficina dotada de vida –puede parecer un problema menor, pero la aparición de personas caminando de fondo o colores llamativos distraen la atención y la mirada de la trama, que es lo que nos interesa–, pero, sobre todo, por la actuación de Jake Gyllenhaal, quien transmite solamente cuando la emoción es extrema –hay mucho enfado, demasiado–.
Sin duda, el mayor problema de Culpable es que se olvida de la apuesta original del film. Si la película de Gustav Möller destacaba por ir con su propuesta hasta el final, ocultándonos todo lo que pasa y obligándonos a imaginarlo, Antoine Fuqua añade innecesarias escenas del exterior, breves y que apenas muestran nada, para dar la mano al espectador y guiarlo. ¿Cuál es el motivo, entonces, de hacer un remake de una película tan singular, si eliminas el núcleo central de su propuesta?
CULPABLE (ESTADOS UNIDOS, 2021)
Dirección: Antoine Fuqua / Guion: Nic Pizzolatto / Música: Marcelo Zarvos / Fotografía: Maz Makhani / Montaje: Jason Ballantine / Dirección artística: Beauchamp Fontaine / Reparto: Jake Gyllenhaal, Christina Vidal, Eli Goore, David Castaneda, Adrian Martinez, Oscar Balderrama, Becky Wu, Bret Porter.