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CUENTOS AL CAER LA NOCHE


A las puertas de la casa del terror

Antes incluso de publicarse la novela de J. A. White en nuestro país, y adelantándose a la temporada de Halloween, Netflix trae Cuentos al caer la noche (Nightbooks, 2021) de la mano de David Yarovesky (El hijo, 2019). Esta es la aventura de Alex (Winslow Fegley), un niño obsesionado con el terror que es capturado por una bruja para que, cada noche, como una especie de Sherezade, le cuente historias de miedo para alimentar su poder.

La película podría incluirse dentro de la reciente ola de terror juvenil que ha traído éxitos de taquilla como La casa del reloj en la pared (Eli Roth, 2018) o Pesadillas (Rob Letterman, 2015). La historia cuenta con todos los ingredientes narrativos y estéticos que ha ido recogiendo Netflix en los últimos años y que se han visto en otras series de esta casa como Locke and Key (Carlton Cuse, Meredith Averill y Aron Eli Coleite, 2020) o Las escalofriantes aventuras de Sabrina (Roberto Aguirre-Sacasa, 2018-2020), producciones young adult con elementos sobrenaturales que siguen la estela de la vuelta de los ochenta, cuyo mayor exponente sería Stranger Things (Matt y Ross Duffer, 2016-). Todas hijas del furor ochentero y perseguidas por las citas constantes a esa época; un intento de homenajear películas, a veces empañado por el fanatismo, como es el caso que nos ocupa, donde las referencias no aportan nada a la historia. Entre las obsesiones del joven protagonista de Cuentos al caer la noche están algunos de los hitos del terror como Posesión Infernal (1981) dirigida por Sam Raimi, productor de la película de la que habla esta crítica, y el clásico de vampiros adolescentes Jóvenes Ocultos (1987), que se cita en varias ocasiones y que es protagonista de un pequeño interludio musical con su icónica canción Cry Little Sister”. Un momento que pretende ser emocionante pero que, como el resto de la película, resulta anodino.


Esta historia de pócimas, hechizos, gatos que aparecen y desaparecen, rodada en decorados portentosos que invitan a la imaginación y a la aventura, es un espectáculo muerto e inerte, un anticlímax perpetuo. El género de la fantasía destinado a asombrar y a fascinar aquí no existe ni se deja ver. La película nunca llega a desarrollar un ritmo y cada escena carece de pulso y de interés narrativo, convirtiéndose en un frustrante teatro estático. Parece que para huir de esta quietud se opta por abrir subtramas de misterio, que acaban por ser resueltas de manera forzada en el clímax, por muy obvio que haya sido su planteamiento y resolución.

El punto más interesante de la película es el progresivo paralelismo que se crea con Hansel y Gretel. Un juego de espejos con los personajes del cuento que obtienen su reflejo en los protagonistas de la película, planteando una posible versión moderna de este relato clásico que incluso da pie a cuestionarse el origen y naturaleza de las brujas. Si bien los caminos que conducen al desenlace de la historia abren líneas cautivadoras, retorcer la trama no sirve para reanimar una película que nunca ha estado viva.


Cuentos al caer la noche (Nightbooks, Estados Unidos, 2021)

Dirección: David Yarovesky / Guion: Mikki Daughtry, Tobias Iaconis / Producción: Sam Raimi / Música: Michael Abels / Fotografía: Robert McLachlan / Montaje: Peter Gvozdas  / Reparto: Winslow Fegley, Lidya Jewett, Krysten Ritter, Jess Brown, Khiyla Aynne, Taylor Belle Puterman, Jill Frappier, Mathieu Bourassa, Stephen R. Hart, Riley O’Donnell, Luxton Handspiker, Liam Couvion, Evan O’Donnell

 

 

 

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