David CronenbergDestacado

COSMOPOLIS


Entre Pollock y Rothko, dos caras de la misma moneda

El cine de David Cronenberg tomó un nuevo rumbo tras Un método peligroso (A Dangerous Method, 2011). En lugar de aislar a sus personajes protagonistas por las malformaciones y derivas físicas de la Nueva Carne, el cineasta canadiense optó por dibujar personalidades, pasados o ideologías que pudiesen verse igual de grotescas. En Cosmopolis (2012), Cronenberg llega a un punto culminante en la exploración de lo grotesco que se traduce en un interminable diálogo entre Eric Packer y los cuerpos que entran y salen de su limusina.

Pensar en el coche como elemento de expresión, como contenedor de ideas, dentro del cine va desde el Ten de Abbas Karostami hasta el Kinatay de Brillante Mendoza. En Cronenberg, la limusina no funciona ni como un refugio en el que expresar las opiniones contra el gobierno de un país ni tampoco un lugar carente de opiniones y lleno de violencia. Aquí la limusina es un camerino. Uno muy parecido al de Holy Motors de Leos Carax, con su prolongada forma que divide al conductor del pasajero y que, a su vez, lo aísla del mundo real cual vientre materno tecnológico donde uno se transforma. Packer es un bróker multimillonario que tiene una serie de conversaciones en un espacio puramente personal. Y su evolución no viene dada por los elementos externos a su limusina, sino por la curiosidad y la adrenalina que le sobrevienen al saber que alguien intenta matarlo.


Cosmopolis. Revista Mutaciones 1

Al igual que los títulos de crédito iniciales y finales, Cosmopolis va de la abstracción dinámica a la estática y delimitada. El mundo iluminado del interior de la limusina poco a poco se va abriendo hasta que escupe a su pasajero y lo lleva a casa de su perseguidor. Pero hay que tener en cuenta que la personalidad de Packer no cambia jamás. Con el ideal de regresar a una infancia mediante un corte de pelo en su barbería preferida, el joven interpretado por Robert Pattinson (nuevo vampiro del ciclo capitalista) jamás oculta su egoísmo, haciéndolo casi una virtud (y digo casi porque Cronenberg se encarga de completarlo de cara al final). Cosmopolis es una de las películas que mejor rescatan los ánimos tras la crisis de 2008 y, sin embargo, hay algo que todavía chirría. Es quizá ese gusto por lo despótico que el desenvolvimiento de las escenas denota, esa admiración por los guapos jóvenes con poder que, lejos de filmarse entre las ruinas, aparecen impecables aún estando cubiertos de polvo… Si miramos cada plano detenidamente, al margen de admirar la astucia de Cronenberg por filmar en scope dentro de un coche, nos daremos cuenta de la dominación absoluta de la mirada que se inclina hacia Packer y no de forma crítica.

Entre los densos diálogos de Cosmopolis, que salen directamente de la novela de Don DeLillo, la forma emerge como revelación de lo transcrito. Ya no solo en la manera de filmar la complicidad entre el chófer y Packer, ni en los duelos de poder entre él y las mujeres con que acaba teniendo sexo, para más planitud sensorial, en la limusina. Ya desde los títulos de crédito se puede avecinar una suerte de crítica al capitalismo (con una cita a Marx nada sutil dentro del aura intelectualoide del film) desde el punto de vista de alguien que está como en el sistema. Una obra que emula al arte de Jackson Pollock abre el film, así como otra que emula al de Mark Rothko lo cierra. Ambos dos, máximos exponentes del expresionismo abstracto, fueron utilizados por la CIA para dotar a este nuevo tipo de corriente artística de las virtudes del capitalismo: el movimiento fluido, la «libertad» formal y la primacía de un balance dentro del caos aparente. Las obras de vanguardia que Cronenberg pone delante y detrás de su metraje fueron las que se oponían a la rigidez y la geometría del arte soviético, las que expresaban los sentimientos individualistas y se negaban a la representación. En Cosmopolis parece que hay una progresión desde la obra de Pollock hasta la de Rothko cuando lo cierto es que ambas son las caras de una misma moneda. Al igual que el diálogo final entre el bróker y el asesino, las dos pinturas funcionan como la confrontación conceptual en torno al mismo problema sin resolver nada. Eric Packer y Benno Levin son el estereotipo de lo más alto y lo más bajo dentro del sistema. Se desprecian y aman mutuamente parece sugerir Cronenberg, pero si bien es cierto que Levin es el ejemplo del hombre que quiere y no puede, que precisa ir rápido pero se queda atrás, no es menos egoísta, cínico e individualista que Packer. Aunque los dos estén cubiertos de polvo, uno de ellos continuará pareciendo atractivo. Allí es donde reside la atracción de Cronenberg por su sistema.

Cosmopolis. Revista Mutaciones 4


Cosmopolis (2012, Canadá, Italia, Francia, Portugal)

Dirección: David Cronenberg / Producción: Paulo Branco / Guion: David Cronenberg (novela de Don DeLillo) / Música: Howard Shore / Fotografía: Peter Suschitzky / Montaje: Ronald Sanders  / Diseño de producción: Arvinder Greywal / Reparto: Robert Pattinson, Sarah Gadon, Paul Giamatti, Kevin Durand

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