BLUE LIGHTS (TEMPORADA 2)
Una temporada de transición
La temporada 1 de Blue Lights (Declan Lawn y Adam Patterson, 2023) tuvo el acierto de situar la acción en una ciudad fuera de los lugares comunes conocidos en el thriller convencional: Belfast. Una ciudad dura, industrial, gris, con las heridas de un conflicto sangriento aún sin cicatrizar, donde la violencia sigue a flor de piel, la sociedad está aún fracturada y cualquier callejón, cruce de carretera o salida de un almacén es un potencial campo de batalla. Todo ello situaba al espectador fuera de la zona de confort de lo ya reconocido.
En este marco, la serie apostaba coherentemente por una ambientación realista, con un tono documental, con esas casas de clase trabajadora (o clase media), donde en la cocina te podías encontrar una kettle y en el sótano algún turbio secreto. Unas casas que -con sus cortinas, lámparas, aparadores con fotografías esparcidas por doquier- servían de fortín y aislaban a sus moradores del exterior. La policía sabía que detrás de cada puerta había una amenaza, y tras sus cristales esmerilados se escondía la desconfianza.
Los personajes de esa primera temporada no eran de una pieza, ni caricaturas. Cada uno llevaba a la comisaría sus propios problemas y preocupaciones cotidianas – soledad, familias rotas, ausencias dolorosas- con las que tenía que lidiar compaginando con una profesión de máximo estrés. Por eso los momentos de intimidad en un coche patrulla entre dos policías compartiendo el snack y las galletas de mantequilla en un tupper adquirían mayor intensidad. Sonaba creíble y emocionante porque estos policías viven en un mundo cerrado, donde no son bien recibidos ni por unos, ni por otros. En fin, la serie triunfó porque la mezcla de conflictos entre lo policial y lo íntimo daba profundidad a su contenido y permitía que creciera episodio tras episodio. Los creadores de la serie, los citados Declan Lawn y Adam Patterson, forjados en el mundo del reportaje televisivo y sus métodos de investigación, dotaban de autenticidad el discurrir de los acontecimientos, personales y criminales.
Muchas de estas características se mantienen en la temporada 2 y son también propias de las últimas series británicas policíacas que hemos tenido oportunidad de disfrutar. Aquellas que son capaces de mostrar un Oxford sórdido (Endeavour, Russell Lewis, 2012), un clima de corrupción policial (Line of Duty, Jed Mercurio, 2012)) o hacer de un valle rural feliz en el condado de Yorkshire una comarca donde se ven policías que no son superheroínas, sino ciudadanas normales ejerciendo su oficio con profesionalidad, haciendo frente a crímenes espeluznantes (Happy Valley, Sally Wainwright, 2014).
Había pues expectación por ver la temporada 2 de Blue Lights. Puede decirse que la temporada no defrauda, pero deja un sabor agridulce, como si fuera una temporada de transición. Una temporada donde prima más el desarrollo y relaciones personales de los protagonistas que la intriga policiaca – sin demasiada enjundia- que gira alrededor del tráfico de drogas y la lucha de poder entre clanes rivales y líderes unionistas con intereses diferentes.
Los policías novatos de la primera temporada ya han adquirido experiencia. Los vemos deambular por Mount Eden, un distrito más amable y luminoso que el industrial de la primera temporada, pero donde sigue predominando el azul al que alude el título de la serie, un azul que remite a tristeza, nostalgia, conflicto y violencia.
Estamos lejos de la hagiografía de la policía. Las reuniones conjuntas antes de salir a patrullar por las calles de Belfast recuerdan a otra serie mítica, Canción triste de Hill Street (Steven Bochco, 1981), una serie con la que comparte enfoques – formales y temáticos- con un mensaje que no se explicita pero que está en el contexto: ¡tened cuidado ahí fuera! Una vez en la calle, estos policías fieramente humanos tienen miedo. Un miedo que ya aparecía explícito como leitmotiv en la primera temporada y que en esta aparece desde la secuencia de arranque del primer episodio hasta el último.
La serie muestra una variedad formal que se atiene a sus intenciones y ayuda a mantener la atención del espectador: plano contraplanos, utilizando a menudo un solo plano con desenfoque de personajes, saltos de eje, movimientos de cámara siguiendo el deambular de los personajes. Todo ello sin énfasis, ni amaneramientos, acompañado de un montaje en alternancia que mantiene el ritmo y estilo de los episodios. Las secuencias de acción no se basan en persecuciones, ni coreografías extrañas, sino que mantienen la sobriedad del estilo global de la serie, centrándose en lo que importa: las reacciones y emociones de los personajes. Unos personajes que se enfrentan continuamente en su quehacer diario a dilemas morales profundos: ¿cómo respondo a quién me amenaza? ¿Protejo a mi informador y pongo en riesgo vidas humanas inocentes y a cambio salvo a otras muchas otras personas? Preguntas que hay que responder a veces en muy pocos segundos.
En Blue Lights, la tensión emana del interior de los personajes, sin dejar de mostrar momentos de extrema acción. La pulsión sentimental entre Grace (Sian Brooke) y Stevie (Martin McCann) se concreta en el juego de miradas y sonrisas en el interior del coche. La relación entre Tommy (Nathan Braniff) y Aisling (Dearbháile McKinney) se define con una puesta en escena que combina los planos generales del parking solitario donde se citan y los primeros planos de ambos con sus miradas y silencios. Para lograr estos efectos se necesita la simbiosis entre actor y personaje y la química entre intérpretes, a lo que Blue Lights– como el resto de series británicas citadas- se apunta con un casting de precisión milimétrica. En el caso de la temporada 2, la ausencia de personajes tan poderosos como James Mclntyre (John Lynch) y Gerry Cliff (Richard Dormer) deja un hueco difícil de llenar.
La serie no renuncia a tener una opinión sobre muchos temas de peso que surgen en el desarrollo de la acción. Veamos algunos de mucho calado: la serie parece postular que se mantengan ocultos asuntos del pasado que es mejor no desvelar en aras de una concordia actual. Apuesta también decididamente por sostener que la violencia no se combate con más violencia. Subraya, con un simbólico apretón de manos, que el mejor camino para lograr un futuro en paz es la reconciliación. Todo ello demasiado explícito – y quizás presentado de un brochazo, sin matices-. Un mensaje que deja un sabor bien intencionado, pero que acaso se tiña más de oscuro en las temporadas 3 y 4, ya contratadas. Al fin y al cabo, estos son caminos difíciles de recorrer, trufados de retrocesos y marcha atrás y que llevan tiempo, dolor y sufrimiento. La sombra del pasado puede alumbrar nuevos anhelos de venganza o resucitar rencores que parecen olvidados.
Blue Lights, Temporada 2 (EEUU, 2024)
Creación: Declan Lawn, Adam Patterson / Dirección: Declan Lawn, Adam Patterson / Guion: Declan Lawn, Adam Patterson, Louise Gallagher, Noel McCann, Bronagh Taggart, Stephen Wright / Producción: BBC Studios, Gallagher Films, Two Cities Television Ltd. / Música: Eoin O’Callaghan / Fotografía: Paul Morris / Editor: Helen Sheridan, Stephanie McCutcheon, Steve Singleton / Reparto: Sian Brooke, Nathan Braniff, Katherine Devlin, Martin McCann, Joanne Crawford, Hannah McClean, Andrea Irvine, Desmond Eastwood, Frank Blake, Andi Osho, Dearbháile McKinney, Chris Corrigan, Paddy Jenkins, Abigail McGibbon, Seána Kerslake, Seamus O’Hara, Dave Elliot / Cadena: Movistar Plus+