BLUE GIANT
All that jazz
Reconforta saber que la animación japonesa, lejos de agotarse, ha experimentado una revitalización durante los últimos años que ni los más entusiastas esperaban. A la terna de autores consolidados -el eterno Hayao Miyazaki, Mamoru Oshii y Katsuhiro Ōtomo-, se han sumado nuevas voces –Takehiko Inoue, Mamoru Hosoda o Makoto Shinkai– que aspiran a ocupar un lugar en la cúspide. Por otro lado, se abordan cuestiones diferentes a las habituales y más actuales: el impacto del metaverso (Belle, 2021), los universos paralelos (La chica que saltaba a través del tiempo, 2016), el respeto hacia la naturaleza (Los niños lobo, 2012), la preocupación por el cambio climático (Suzume, 2022), los vínculos de la amistad (El niño y la bestia, 2015) o el tránsito de la adolescencia a la madurez (Your name, 2016). Así se descarta, casi al instante, todo lo inherente al cyberpunk (emblema fundacional de este subgénero).
En esta vertiente del anime contemporáneo se inscribe Blue giant, cuyo contexto más específico se enmarca dentro del reciente auge de los animes musicales -con el precedente de la serie K-On! (2009) a la cabeza-. Sin embargo, sería inapropiado equiparar la obra de Yuzuru Tachikawa al resto del canon musical puesto que las concomitancias entre ambas, más allá de la base, son puramente circunstanciales. Parafraseando el título original de la mítica cinta de Bob Fosse, Blue giant es puro jazz. La película se inicia con un plano detalle contrapicado de una farola iluminada que refleja la caída incesante de nieve mientras, de fondo, suena una tenue melodía que va creciendo en intensidad conforme pasan los segundos. Acto seguido, un travelling nos revela la figura de un joven tocando el saxofón, quien, exhausto, sin aliento, sustituye la lengüeta ensangrentada de su instrumento por otra, a la par que se convence a sí mismo de que será “el mejor músico del jazz del mundo”.
Esta presentación, tan categórica, tan precisa, introduce el concepto nodal sobre el que girará el argumento: el del sacrificio, cuyo equivalente en la cultura japonesa lo encontramos en el término “ganbarimasu”, acuñado específicamente para definir esta idea. A partir de ahí, tras un prólogo que nos adentra parcialmente en el universo del jazz, el protagonista sigue, de manera progresiva, los pasos necesarios para perseguir su sueño: trasladarse a Tokio, trabajar en otra profesión para conseguir un sustento económico, sumergirse en el nightlife de la capital en busca de locales de jazz, ensayar diariamente y, finalmente, formar una boy band a tres (junto a Yukinori, un pianista que conoce en un club, y Tamada, un amigo que le acoge en su piso). En suma, lo que ofrece a la audiencia es una estructura prototípica de cualquier drama de superación personal, que se retroalimenta constantemente y va hilvanando ocasionales flashbacks (para enfatizar recuerdos de la infancia de los personajes) y saltos a un futuro cercano indeterminado.
En cuanto al estilo de la animación, elemento clave de cualquier anime que se precie, el trazo es clásico, Esto no significa, ni mucho menos, que los dibujos, aderezados esporádicamente con golpes de humor que aligeran el relato, no brillen en determinadas secuencias. En este sentido, lo mejor de la función son los números musicales que ejecuta el colectivo en vivo: conciertos que nos transportan al imaginario del free jazz (con alusión inmediata al álbum Science fiction de Ornette Coleman) y captan la esencia genuina de su naturaleza. Es ahí, en el éxtasis de la actuación, cuando los colores y las formas se desatan hasta abrazar la psicodelia más sugerente, donde el espectador, el real y el ficticio, asiste estupefacto a la fuerza expresiva del directo. De este modo, la cámara, frenética y furiosa, fluctúa entre las reacciones de un público fascinado y las emociones que emanan de los componentes encima del escenario.
Encomiable, también, es la labor de documentación que hay detrás, con un trabajo de campo excelso que bucea en el mundo del jazz. En el transcurso de la narración, se suceden las resonancias: Alrededor de la medianoche (1986) de Bertrand Tavernier -en la que un entusiasta François Cluzet escuchaba tocar bajo la lluvia a su ídolo Lester Young-, Bird (1988) de Clint Eastwood -biografía sobre el saxofonista Charlie Parker-, Born to be blue (2015) de Robert Budreau -biopic del mítico trompetista Chet Baker- o Miles ahead (2015), debut en la dirección del actor Don Cheadle, entre muchas otras. Con Whiplash (2014) de Damien Chazelle comparte la pasión desmedida de su protagonista, siempre en pro de un perfeccionamiento extremo, reflejo del incombustible Dai de Blue giant. Y podríamos continuar.
No obstante, no son las únicas referencias que convierten el visionado en una experiencia fidedigna: la maravillosa banda sonora, el papel sensorial de la ciudad -acentuando las diferencias entre la urbe y las zonas rurales en el Japón moderno-, los avatares que debe enfrentar un grupo desde sus comienzos -las desavenencias, el interés de los peces gordos de la industria, la presión, el pánico escénico o el éxito-, la soledad del solista, la melancolía que transmite la música -plasmada satisfactoriamente a través del uso de una paleta de tonos azulados que guardan relación, sobre todo, con la noche y la lluvia-, la caracterización psicológica de los personajes -con la predominancia de un líder que arrastra con su energía al resto de miembros- o el carácter minoritario del jazz -que clama por su salvaguarda como patrimonio cultural inviolable- son algunos de los rasgos inmanentes a este género musical que aparecen a lo largo de la historia.
Con todo, el problema es que, precisamente, al abordar una temática tan restringida, el esquema termina siendo un poco reiterativo en su intento de enganchar adeptos; un daño menor que no le resta méritos a la propuesta. En definitiva, sólo el paso del tiempo dirá si Tachikawa, uno de los baluartes de esta generación, responsable de Blue giant, es uno de esos afortunados que alcanza el estatus de sus maestros o si, por contra, se queda en el intento. Desde luego, más allá de ciertos aspectos a pulir, tiene los mimbres para lograrlo.
Blue Giant (Japón, 2023)
Dirección: Yuzuru Tachikawa / Guion: NUMBER 8 / Producción: Nut / Música: Hiromi Uehara / Fotografía: Kasumi Togo / Montaje: Kiyoshi Hirose