CORPUS CHRISTI
El falso cura rural
Este enredo de un exconvicto con vocación eclesiástica, que sin quererlo se encuentra convertido en el falso sustituto de un sacerdote para acabar asumiendo la misión de reparar las heridas de la misma comunidad a la que está engañando, no dista tanto de otras historias de suplantación y revitalización de una comunidad rota como Sister Act (1992) o Escuela de rock (2003); por más que el director de Hater (2020), Jan Komasa, lo haya querido inflar de dramatismo. Como es habitual en esta clase de historias, las nuevas vestiduras del protagonista le ofrecen una segunda oportunidad. La nueva y falsa identidad simbólica le trae el respeto de quienes, si supieran quien es realmente, nunca le hubieran abierto la puerta y le permite canalizar su pasado callejero en una buena causa y dar lo mejor de sí mismo. Reformarse es eso. “Reforma” en todas las acepciones de la palabra, las dirigidas al individuo que recupera una senda moral tanto como las aplicadas a una institución que recupera su conexión con la realidad social y su mensaje originario. De eso va Corpus Christi.
Estos enredos, estas mascaradas de identidades públicas, siempre tienen algo de las comedias de Shakespeare y comparten su inteligencia: el mejor mentor, maestro o cura resulta aquél que finge serlo; el momento capital del protagonista es una decisión irónica y un delicado momento de verdad, tendrá que elegir entre mantener la coartada y la farsa a costa de la verdad de su ejercicio o desenmascararse para cumplir la misión vinculada a su “falsa” identidad. El enredo, llevado al drama social como sucede en Corpus Christi, da para mucho. ¿Hasta qué punto son las vestiduras simbólicas y el modo en que nos identifican los otros los responsables de lo que somos y de nuestros actos? ¿Se puede hacer el bien a alguien cuando le estás engañando? Y, sobre todo, tema shakesperiano por excelencia, ¿cuál es la dialéctica entre farsa y realidad? Lamentablemente Corpus Christi se desentiende pronto de estas preguntas para concentrarse en el trabajo del falso sacerdote en la pequeña localidad rural a la que ha ido a parar, rota por un accidente de tráfico en el que murieron seis jóvenes de farra en un coche y el conductor del otro, convertido en chivo expiatorio (para mal de su viuda) de la tragedia.
El guion de Mateusz Pacewicz, basado en hechos reales, cede pronto y cede demasiado al drama rural desentendiéndose de los juegos de una comedia de enredos, incluso de una tomada en serio. El aparente pueblo de buenos cristianos ha preferido, con la complicidad del alcalde y del antiguo vicario (ahora en una clínica de desintoxicación alcohólica), volcar la rabia de su duelo hacia el conductor fallecido y su viuda. Muertes oscuras, hipocresías, duelos y rencores -todos los elementos del thriller dramático de Antena 3 en sobremesa- con los que tendrá que lidiar este falso sacerdote auxiliado por la hija rebelde de la comunidad que rechaza el pacto de odio y silencio en el que todos andan sumidos.
En medio de este dramón, el siniestro retorno de un excompañero que amenaza con contarlo todo, la redención del protagonista, el romance que pone en jaque el voto de su castidad de la farsa y la llegada de un antiguo mentor -el cura del centro de menores-, enfrentado a una decisión entre su pupilo y su deber… resultan demasiados elementos. Corpus Christi logra armonizarlos pero no profundiza ni brilla en ninguno.
Corpus Christi acaba lanzándose a un bienintencionado discurso acerca del perdón y la redención, aderezada con una complaciente iconoclastia pero que en ningún momento llega a ser lo suficientemente interesante para mantener una película tan dispersa. Encontrarse a un exconvicto oficiando de manera muy poco ortodoxa los más santos sacramentos tiene un estimulante añadido herético y el actor Bartosz Bielenia llena el acto de matices. Sus ojos hundidos, acuosos y claros, enmarcados por los rasgos afilados del rostro, la sonrisa generosa y la cabeza rapada tras su paso por la institución le dan una ambigüedad inquietante. Hasta que el guión se empeña en aclararlo, no puedes estar seguro de si es un hombre reformado, un aprovechado o un embaucador que disfruta de su nueva posición como un voyeur de la intimidad y el dolor de las personas. Resulta otra oportunidad perdida.
En Corpus Christi no hay ninguna reflexión o conflicto moral o religioso. Cuando Bielina improvisa tras mirar a Cristo crucificado sus sermones de regusto evangelista, de Alcohólicos Anónimos o de taller de autoayuda, la luz entra por las vidrieras bendiciendo unos actos tan espontáneos y tan simpáticos… y sin dejar lugar a dudas de sus beatíficas intenciones.
Corpus Christi (Bo?e Cia?o, Polonia-Francia, 2019)
Dirección: Jan Komasa / Guion: Mateusz Pacewicz / Producción: Leszek Bodzak y Aneta Cebula-Hickinbotham (para Aurum Film, WFS Walter Film Studio y Canal+ Polska) / Música: Evgueni Galperine y Sacha Galperine / Fotografía: Piotr Sobocinski Jr. / Montaje: Przemyslaw Chruscielewski / Diseño de producción: Marek Zawierucha / Reparto: Bartosz Bielenia, Eliza Rycembel, Aleksandra Konieczna, Tomasz Zietek, Leszek Lichota, Lukasz Simlat, Barbara Kurzaj, Zdzislaw Wardejn
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