CINEMAJOVE 2021: CORTOS NACIONALES
36ª Edición del Festival Internacional CinemaJove
Acaba de concluir la 36ª edición del CinemaJove 2021 de València y el gran ganador ha sido el largometraje Brother’s Keeper, de Ferit Karahan, que ha sido galardonado con la Luna de València al Mejor Largometraje y el Premio del Público.
El filme Rehearsal, dirigido por Michael Omonua, es este año el ganador del Premio Luna de València al Mejor Cortometraje. Dentro de esa misma sección, Revista Mutaciones ha tenido acceso a una selección de cortos nacionales que optaban al Premio Feroz. Finalmente el ganador ha sido Dana de Lucía Forner Segarra. A continuación reseñamos los cortos seleccionados por orden alfabético, incluido el Premio del Público al Mejor Cortometraje: Antonia, de Alba Just.
Antonia, de Alba Just
El cortometraje de Alba Just, Antonia, nos presenta la cotidianeidad de su protagonista veteada por Esperando a Godot de Samuel Beckett, esa especie de respuesta nunca dada. Antonia vive refugiada en los libros y la música para protegerse del vacío en el que se ha convertido la convivencia con su pareja. Esta desolación se desparrama en unas imágenes sencillas pero de una contundente solidez, como si el objetivo de la directora no se atreviese a invadir un espacio que la rutina de los comportamientos ha momificado en una capa de realidad que siempre está a punto de quebrarse, captando además la sutileza de unas decisiones que se quedan siempre en la puerta de la boca. El aroma de Bergman (o de un Rohmer de escasos diálogos) parecen infiltrarse en la película, que cuenta con una certera interpretación de su protagonista, Elia Sanmartín, que, sin ninguna estridencia, mantiene el eco de un personaje aplastado y sumiso; muy bien flanqueada por Emilio Linder, que deja detalles que hablan más de su personaje que cualquier línea de diálogo. Ambos actores se convierten en pilares de una cinta en cuyos minutos finales disfrutamos del comentario sarcástico de la inimitable Chavela Vargas.
Augas abisáis, de Xacio Baño
Lo que empieza como una clase de biología sobre peces de las oscuras profundidades del océano se transforma en una sutil disección y análisis de la memoria. Augas Abisáis (Xacio Baño, 2020) deambula por los recovecos del recuerdo y crea un álbum de reminiscencias al pasado donde se juntan todo tipo de materiales: imágenes de archivo, grabaciones submarinas, viejas fotografías, cartas… La búsqueda de documentación se entrelaza con la exploración en el fondo del mar y la inmersión entre recuerdos del pasado.
En el cortometraje de Baño el espacio y la memoria se dibujan con luz. Una pequeña lámpara se cuela en el plano por la parte superior del encuadre como si estuviéramos en los ojos de un pez abisal buceando en el oscuro fondo marino. Pero la cámara se mueve por el interior de una casa, un lugar habitado por fantasmas donde las fotografías aparecen entre la neblina, con iluminación tenue, como en un recuerdo borroso. En este espacio se reflejan otros que ya no existen, memorias simuladas con luz proyectada sobre las paredes, como si fueran recuerdos invocados en el cerebro.
El lecho marino se confunde con la casa, ambos lugares iluminados con una minúscula luz que es la guía de un recorrido por mausoleos de peces, recuerdos y espectros. Un camino de luces indirectas, con lagunas de información que ya es imposible recuperar, sombras y abismos que no pueden iluminarse. Es difícil explorar a oscuras y da miedo recordar, sobre todo si uno sabe que no va a encontrar luz.
Cuando haces pop, de Kevin Castellano y Eduardo Hirschfield
Cuando haces pop supone el nacimiento de Las Hermanitas de la Calidad, el dúo musical formado por Paula Usero (nominada al Goya a Mejor actriz revelación en la pasada edición de los premios por su papel en La boda de Rosa) y Maria Caballero (Tiempo después). En el cortometraje, las dos actrices interpretan a Ruth y Alicia, las dos integrantes del grupo, en su camino haciendo autostop a su primer festival importante, el Low Cost de Benidorm. A modo de pseudo-western, con las dos muchachas abandonadas en mitad del desierto, un misterioso «forastero», de aspecto amenazante, se ofrece a ayudarlas. Repleto de color, de humor negro y de referencias a la cultura pop más excéntrica, el trabajo de los directores Kevin Castellano y Eduardo Hirschfeld a la hora de dar vida y crear un contexto para Las Hermanitas de la Calidad ha derivado en que el grupo se convierta en realidad publicando su primer single (Cuando haces pop, como el corto) y que ya se plantee un EP. Tanto el corto como el dúo de actrices/músicas desprenden vitalidad, mala leche, empoderamiento, frescura y naturalidad.
Dana, de Lucía Forner Segarra
En plena ola del #MeToo y de la reivindicación de la mujer, la directora Lucía Forner Segarra se alía con la intérprete Thais Blume (Sin tetas no hay paraíso, El príncipe) para la creación de Dana (En hebreo: «La que juzga»), una joven a medio camino entre los vigilantes fascistoides como El justiciero de la noche de Charles Bronson y el feminismo de armas tomar de Nación salvaje. Con evidentes influencias de los neones del cine de Nicolas Winding Refn y homenajes (como se puede observar en la fotografía) a filmes de culto como Paris, Texas, de Wim Wenders, Dana transforma a su protagonista de víctima a verdugo en un rape & revenge de manual, aderezado con unas dosis de humor gamberro y de una sororidad que traspasa géneros y pantallas.
El amor amenazado, de Héctor Herce Sánchez
Félix y Álex son dos amigos que se encuentran en las calles abandonadas de cualquier ciudad, esperando que regrese Marga, objeto amoroso de ambos, mientras luchan por no sucumbir al calor del final del verano. El calor, que congela toda posibilidad de vida, y transforma la rutina en algo completamente nuevo. Los colores refulgen, se saturan, y la imagen se derrite como un helado al sol. Y los protagonistas se sumergen en este delirio del estío que el amor, lejos de atenuar, acusa. Así, El amor amenazado resulta un producto de una aparente inocencia: la que trae consigo el sopor de las altas temperaturas, la juventud y el estar enamorado. Por eso se permite citar, en una misma escena, La noche del cazador (Charles Laughton, 1995) y a un joven Spike Lee (cuyo espíritu sobrevuela toda la puesta en escena, gracias al montaje y al uso de ciertos planos contrapicados). Por eso los personajes flotan o se visten con banderas sin ser nacionalistas. En el desierto de cemento al final del verano solo importa el amor. ¿Amenazado? Quizás solo el que sienten Félix y Alex entre sí, por culpa de su pequeño duelo. Aunque si el sol puede convertirse en la yema de un huevo, ¿no acabarán recibiendo ellos lo que se merecen? En el mundo de El amor amenazado, como en nuestra juventud, todo es posible.
Quebrantos, de María Elorza y Koldo Almandoz
En Quebrantos dos voces femeninas se buscan a través de una radio. Dos mujeres intentan mantener una conversación radiofónica. Frases y fisuras. Reflexiones e interrupciones. Imágenes de archivo superpuestas a imágenes nuevas. Interferencias. Pareciera que el cortometraje de Elorza y Almandoz quisiera reflejar con su forma, ritmo y cadencia la dificultad que conlleva saberse y contarse víctima de maltrato ante los demás. Ante un público expectante. La dificultad de mantener bien controlado el hilo de la conversación, aunque este vaya a ser interrumpido por agentes externos de diferente naturaleza —bien sean pantallas en negro o sonidos espeluznantemente eléctricos—. Todo esto cobra mayor fuerza cuando se sabe que las voces que se oyen son documento y no ficción. Es decir, existían antes de la manipulación que de ella hacen los cineastas. Una manipulación sugerente e inteligente que, acompañada de imágenes de distinta procedencia —gamas cromáticas y texturas—, mantiene intacta la crudeza del testimonio. Y a medida que avanza, los quebrantos —que tanto resuenan a aquella valiente Ana Orantes— atestiguan e intensifican el peligro que corre una víctima de violencia machista, aún más cuando la tecnología sirve de aliada para el verdugo en vez de ser herramienta de protección. Y así, van quedando, para el final, los lamentos y las pruebas visuales —esa suerte de vídeo tutoriales— de cómo la ley es interferida. Manipulada. Tan frágil como la hebra de voz interrumpida.
Retazos, de Alba Pascual Benlloch
Aunque durante mucho tiempo lo evitó, Alba Pascual es capaz, dándole vueltas al papel de las bovinas, de construir su relato personal. O, más bien, de enfrentarse a los huecos de una memoria incompleta por el trauma y la falta de material al que asirse. Acompañadas de la voz en off de la propia cineasta, se suceden imágenes de archivo en súper 8 de su familia donde ella apenas aparece. Imágenes que prestan especial atención a grupos de mujeres, concretamente a su madre, logrando que el testimonio visual de esta se hilvane con el sonoro de la hija. Porque ambos encajan y se hacen eco. Ambas comparten un dolor tan profundo que no queda más remedio que preguntarse por la herencia del dolor; por el traspaso de la maldición de una generación a otra. Y en ese proceso de toma de conciencia de la pertenencia a una memoria colectiva mucho más amplia que la interfamiliar, es que Alba viaja en el tiempo y se cuela en las imágenes del pasado. Contradice lo documentado y comienza a formar parte del recuerdo mediante la proyección de las imágenes en su propio rostro en primer plano. Porque en Retazos las cintas, la luz y el celuloide funcionan como las distintas partes del cerebro —y del cuerpo— de esa mujer que se niega a que toda la pantalla se llene de blanco o negro. Ahora es ella quien se filma.
Sobre mi familia cuando la pandemia, de Javier Robles
El joven director Javier Robles pone sobre la mesa una de las realidades vividas en el confinamiento provocado por la COVID-19: el desarrollo de la vida en el hogar. En Sobre mi familia cuando la pandemia lo más interesante reside en el montaje indiscriminado que hace con esos momentos que definen a una familia en su fuero más interno. Robles elige mostrar la intimidad que nunca habría de salir de las cuatro paredes de la vivienda: desde los momentos de locura y diversión provocados por la ausencia de barreras hasta las rencillas aparentemente banales que van definiendo la rutina propia de cada grupo conviviente. Al mismo tiempo, intercala planos de las vistas que tienen de sus vecinos, casi como si fueran tableu vivants, que contrarrestan esta inicial incomodidad que le produce al espectador estar asistiendo a ritos familiares que si bien pueden ser similares a los suyos propios, se tiene plena conciencia de que no lo son. Aunque, al final, los protagonistas de Sobre mi familia cuando la pandemia se revelan como personas en su mayor radicalidad, con una gran amabilidad hacia el director (no podría ser de otra manera), y la no distancia entre el espectador y Manuela, Florentino y Pablo redunda en un cariño imposible de esquivar. Pues todos hemos pasado por esto. Por ese necesario confinamiento que es vivir en familia.
Tótem Loba, de Verónica Echegui
El primer cortometraje de la actriz Verónica Echegui, Tótem Loba, se presenta arropado por una producción apabullante. Con un argumento que linda con los ecos del suceso que tuvieron como protagonista a La Manada de las fiestas de San Fermín de 2016, la película recoge la experiencia de una chica en las fiestas veraniegas de un pueblo cualquiera de España. Quizás sea el retrato de la juventud lo que resalta en este trabajo que, por otra parte, adolece de una superficialidad en su planteamiento argumental y narrativo que deja muy a la vista el oportunismo de su tema. A pesar de algunos tímidos hallazgos visuales y de la confianza que la directora tiene en su operador de cámara dejando esta en sus manos durante la casi totalidad del metraje, se echa de menos una mayor valentía a la hora de reivindicar el punto de vista femenino ante situaciones de acoso que la prensa se ha ocupado en poner a la luz, a veces con excesivo detalle. De tal forma que la película parece estar pagando el correspondiente peaje de denuncia social de unos hechos que son cada vez más tristemente habituales. La habilidad de la directora en el uso del lenguaje cinematográfico se limita a los planteamientos estéticos de una obra que necesitaba una reflexión con menos fuegos artificiales.
Unicornio, de Irati Gorostidi Agirretxe
La puerta de una casa en medio de ninguna parte se abre y por ella se cuela un ser mitológico. Un misterioso caballo negro es el Unicornio (2021) que da nombre al cortometraje de Irati Gorosti Agirretxe, un animal mágico que se cruza con una forajida escondida en un caserío abandonado en la montaña. Lleno de escombros, roto y decadente, el sitio es casi un no-lugar, no permite determinar nunca su ubicación exacta y el tiempo pasa casi sin notarse. Las horas y los días fluyen sin que se pueda saber cuántos han pasado. Elipsis que ocultan cosas, que llenan de enigmas la historia, como la propia protagonista y el caballo. Un tiempo y unos personajes escondidos y huidizos. Ambos han escapado, se ocultan, quieren ser libres. La protagonista intenta montar el caballo, domarlo, pero no puede. Así como ella tampoco se deja atrapar. Unicornio da pequeñas pistas e incita al espectador a usar su imaginación. Caballo y mujer pueden verse como seres gemelos que se han encontrado para unirse, almas dobles y divididas en cuerpos diferentes. Lo que afecta a una tiene ecos en el otro. Así, cuando algo le ocurra a uno de ellos resonará en su contraparte.
Pingback: Xacio Baño