CARTAS DE LA GUERRA
Versos en blanco y negro
“Esta guerra nos convierte en insectos luchando por sobrevivir”. Así define Antonio, el protagonista de Cartas de la guerra (Ivo M. Ferreira, 2016), el sentimiento que le produce la Guerra de Angola, la contienda colonial en la que se vio inmerso y a la que pocos portugueses veían sentido. Este es el entorno en el que se desarrolla la trama, pero Ferreira se aleja del género bélico para construir una película epistolar caracterizada por la elegancia, la sutileza y la primacía de los sentidos.
Cartas de la guerra es una propuesta arriesgada y que abre las heridas del pasado colonial portugués, tomando como eje central el libro autobiográfico de Antonio Lobo Antunes, un joven médico que fue enviado a la guerra y se vio envuelto en la más absoluta soledad. La película, envuelta en esta atmósfera que precipitó la Revolución de los claveles, podría centrarse en la contienda, el dolor, la lucha, la sangre, pero esto no ocurre. El sufrimiento no tiene porqué teñirse de rojo, y Ferreira lo deja en blanco y negro. Con un trabajo de fotografía delicado (dirigido por João Ribeiro), cargado de sombras y matices de luz, lluvia, naturaleza, raza blanca y negra, nos transporta a un tiempo no tan lejano y a un paraje en pleno corazón de Angola. Con esos tonos de grises, Ferreira consigue crear un ambiente envolvente en el que los diálogos pasan a un segundo plano y la voz en off de la mujer de Antonio se hace con toda la escena. El médico deja que sea su mujer la que dé voz a sus sentimientos, sus miedos y su soledad ante la ausencia de los seres queridos, solo presentes a través de cartas.
Y es que no se trata simplemente del relato de un soldado lanzado a las garras de una contienda que nadie comprende, sino que es la historia de un amor herido por la distancia, por la incomprensión, por la duda de si algún día podrán reencontrarse y vivir como una familia o si la muerte se lo arrebatará todo. Vemos a su mujer, pero no la oímos; la oímos, pero no la vemos, es un personaje omnipresente, pero sin voz propia, el matrimonio se une en una sola persona.
El director propone una contraposición entre lo que escuchamos y lo que observamos en la pantalla. Esto es lo que hace especial a Cartas de la guerra, aunque es tanto su punto fuerte como su debilidad. Por buscar una película diferente, que rompa con las reglas habituales, Ferreira se deja anestesiar demasiado por las cartas de Antunes, desembocando en momentos de extremada melancolía y estancamiento. Por dar este salto al vacío, el lirismo acaba por comerse, en ocasiones, la belleza de la película, dejando una extraña sensación agridulce de vacío e inmovilización. Sin embargo, los toques característicos del autor portugués, y de su pasado en el cine documental, siguen presentes en una cinta en la que se contraponen dos razas unidas y separadas por la tierra, por la riqueza y la libertad de un continente maltratado como África. Aquí es donde Ivo M. Ferreira consigue un detalle muy acertado: el uso de la música. Sin dejarse llevar por los clichés culturales que van asociados a esta región ni caer en la utilización de un folclore africano ya manido, las sencilla notas se deslizan poco a poco acompañando a la voz en off y a un paisaje plagado de todo y nada al mismo tiempo.
En definitiva, el portugués consigue crear una película poética (a veces demasiado) que, mediante una fotografía impecable, intenta iluminar algo tan crudo como la guerra a través de versos de amor.
Elena Canorea
Cartas de la guerra (Cartas da Guerra, Portugal)
Dirección: Ivo M. Ferreira / Guion: Ivo Ferreira y Edgar Medina, basado en la novela de António Lobo Antunes / Producción: Sandro Aguilar y Luis Urbanoa/ Música: António Pedro/ Fotografía: João Ribeiro/ Montaje: Sandro Aguilar / Dirección artística: Nuno Gabriel de Mello / Reparto: Miguel Nunes, Margarida Vila-Nova, Ricardo Pereira, João Pedro Vaz, João Pedro Mamede