EstrenosMayo del 68: 50 aniversario

CARAS Y LUGARES


La vida del cine

Podríamos decir que seguimos la carrera de un o una cineasta porque nos suelen gustar sus películas, ya sea por su estética o sus temáticas. Sin embargo, hay algo más valioso en eso de perseguir a las películas por su firma. Engañoso, incompleto, puede que totalmente falso, cuando conectamos con la obra de un artista sentimos que, más que el objeto artístico en particular, conocemos directamente a la persona. Valiosa para ello como pocas, la última película de la casi nonagenaria Agnès Varda (cumple 90 el 30 de mayo) es una obra transparente hacia su persona y, también , hacia su amigo Jean-Luc Godard, otra leyenda.

Ambos son los únicos grandes tótems vivos de una Nouvelle Vague que no sería igual sin películas como Cleo de 5 a 7 (Angès Varda, 1962) o Vivir su vida (Jean-Luc Godard, 1962). Los dos afrontaron el Mayo del 68, la guerra de Vietnam o el aburguesamiento capitalista de su sociedad. Juntos participarían en la impagable Loin du Vietnam (Claude Lelouch,  Agnès Varda,  Jean-Luc Godard,  Chris Marker,  Alain Resnais, Joris Ivens,  William Klein, 1967). Godard pasaría de la crítica  a la cultura americana de Origen USA (1966) y Week-end (1967) al cine colectivo e indescifrable del grupo Dziga Vertov. Después vendría el vídeo, el vídeo-ensayo y el uso de un collage tan extremo que el término experimental se queda corto. Varda, por otro lado, retrató la oscuridad de la belleza ideal con La felicidad (1966) y siguió comprometiéndose con la izquierda, el racismo y el feminismo con obras como Black Panthers (1969) o Réponse de femmes: Notre corps, notre sexe (1975). Al igual que su amigo, Varda descubrió las facilidades del vídeo y las videocámaras, pero lejos de quedarse en una sala de montaje salió a la calle, grabó el campo, los mercados, muchos camiones y su propia mano envejecida, es decir, Los espigadores y la espigadora (2000).


Caras y lugares (Visages villages) comienza jugando a la mentira sobre cómo se conocieron Varda y el artista urbano JR, más de cincuenta años menor. Lo importante, al fin y al cabo, es que de ambos nace el proyecto que ocupa el documental, un viaje por zonas rurales francesas en las que JR crea sus famosas impresiones gigantes de fotografías en las construcciones. Varda dirige, comparte, alecciona, riñe y escucha en un formato documental que parece la deconstrucción formal de aquellas imágenes que hacia hasta bailar en Hola cubanos (1963), con un dispositivo similar a La Jetée (Chris Marker, 1962). La veterana cineasta se interesa por las historias de cada uno de sus sujetos, especialmente por las mujeres cuya presencia se ve agigantada con frecuencia  en las fachadas de las construcciones. JR, de poco más de treinta años, se mueve más rápido, habla más, corre, crea y propone. Varda le acompaña en sus tareas como puede, pero conforme pasa el documental sus acciones en el presente empiezan a invadirse de recuerdos y nostalgia. Ambos consiguen algo extrañamente parecido a lo que Godard buscó tras Mayo del 68 con el grupo Dziga Vertov, un cine horizontal, abierto al pueblo, lleno de azar, improvisación, errores y hallazgos. El resultado sin embargo es radicalmente distinto. Godard, incluso cuando no firmaba sus películas, no paraba de hablar, Varda, incluso cuando habla de sí misma, parece que escucha. ¿Por qué?

Sin esperar nada, sin deber nada a nadie, Agnès Varda se alía con un artista millennial para seguir conociendo el mundo, hacer cine y divertirse. Varda sigue viviendo en la tierra y rueda como tal. Podría decirse que el calculado montaje, la artificialidad de algunos diálogos o las cuidadas transiciones contradicen esa película improvisada que se anuncia desde el rodaje, es cierto. Pero, de nuevo y nadie que vea los ojos llorosos de Varda al recordar a Jacques Demy puede decir lo contrario, la vida está por encima de esos detalles “objetivos” en los que a veces nos escudamos para criticar. Al final, Angès Varda va a visitar a Jean-Luc Godard con una bolsa llena de sus pasteles favoritos y él no le abre la puerta. Su único mensaje es un código escrito en el cristal que recuerda otro tiempo, medio siglo atrás. Varda, sin embargo, quería verle hoy, no recordarle ayer. En este gesto humano está, como decíamos en un principio, el conocimiento de ambos artistas y, por tanto, de su obra. En consecuencia, lo más interesante de Caras y lugares es ver a una cineasta ansiosa por seguir encontrándose con la vida y, de paso, a otro encerrado… en sus ideas.

Caras y lugares 3
A la izq. Caras y lugares, a la der. Godard y Anna Karina en el rodaje de Cleo de 5 a 7.

Caras y lugares (Visages villages, Francia, 2017)

Dirección: Agnès Varda y JR GuionAgnès Varda y JR Producción: Emile Abinal, Charles S. Cohen, Etienne Comar, Nichole Fu, Julie Gayet, Olivier Père, Nadia Turincev, Rosalie Varda / Música: Mathieu Chedid / Fotografía:Roberto De Angelis,Claire Duguet, Julia Fabry, Nicolas Guicheteau, Romain Le Bonniec, Raphaël Minnesota, Valentin Vignet / Montaje: Maxime Pozzi-Garcia, Agnès Varda / Reparto: Jean-Luc Godard, JR, Laurent Levesque, Agnès Varda

5 comentarios en «CARAS Y LUGARES»

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