CAPITANA MARVEL
Cine franquicia en decadencia
Tras más de una década de largometrajes y más de una veintena de títulos, la fórmula Marvel Studios instaurada por Kevin Feige parecía incapaz de torcerse. Cierto es que quitando directores más personales como Joss Whedon, James Gunn o Taika Waititi, el mayor problema de la factoría superheróica era la falta de arrojo, personalidad o ambiciones formales en una sucesión de entretenimientos tan funcionales como efectivos, medidos hasta el milímetro como si fueran una receta de repostería, que salvo en casos excepcionales ni maravillaban ni defraudaban. Lejos quedaban ya los tiempos de trabajos tan lamentables como Iron Man 2 (Jon Favreau, 2010). Hasta la llegada de Capitana Marvel.
Capitana Marvel es el primer título Marvel protagonizado por una heroína tras las acusaciones de misoginia vertidas por un fandom que no les perdonaba la siempre retrasada película en solitario de la Viuda Negra y potenciadas por el éxito de Wonder Woman (Patty Jenkins, 2017) y la revolución del movimiento #MeToo y 8-M. Un ejercicio de retrocontinuidad -la trama transcurre en la prehistoria del universo Marvel cinemático, en concreto en los años 90- que iba a servir como empoderamiento femenino marvelita y puente entre las dos grandes epopeyas de la Casa de las Ideas cinematográfica, Vengadores: Infinity War (2018) y la inminente Vengadores: Endgame (2019), ambas de los hermanos Russo, los perfectos, eficientes e impersonales chicos de oro de Kevin Feige. Pero la triste realidad ha demostrado que ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario. Capitana Marvel es un desastre, solo por encima de la inenarrable y anteriormente mencionada Iron Man 2.
El motivo, la incapacidad del equipo de directores formados por Anna Boden y Ryan Fleck, provenientes de la escena independiente de Hollywood, Sundance mediante, cuyo paso a las grandes y controladas producciones del cine franquicia es prueba palpable de la peligrosa línea que supone el salto cuántico entre el cine de bajo presupuesto y el gran blockbuster. La pareja creativa es incapaz de entregar un producto medianamente solvente. Capitana Marvel no funciona como película Marvel, como espectáculo audiovisual, ni mucho menos como entretenimiento palomitero tan agradable como olvidable. La traslación del personaje creado por Gerry Conway, diseñado por el legendario artista John Romita Sr., llevado a primera línea por el patriarca mutante Chris Claremont y reinventado para el siglo XXI por la guionista Kelly Sue deConnick -en una etapa de la que bebe, sin saber imbuirse de ella, el trabajo de Boden y Fleck- es un remedo de anteriores trabajos del estudio: la película de aventuras con toque de comedia al estilo Guardianes de la Galaxia (James Gunn, 2014) más el tono cotidiano de los Iron Man (2008-13) se estrella porque intenta tocar muchos elementos sin desarrollar ninguno. Una pena, porque uno de los elementos más complicados de una película de origen es la rígida estructura lineal que estos trabajos tienen desde la seminal Iron Man (Jon Favreau, 2008). Aquí, Boden y Fleck arriesgan en el que quizá es el aspecto más interesante de la cinta, la fragmentación narrativa del origen de la heroína a través de una estructura que oscila aleatoriamente entre el presente y el pasado -la cinta comienza con un in media res heredero del primer Iron Man– motivada por la amnesia que sufre la protagonista Carol Danvers.
Pero, a partir de ahí, la cinta no se decide en ningún momento a apostar por ningún estilo, pasando de historia de orígenes a homenaje forzado y nostálgico de los actualmente añorados y comercializados años 90 -su utilización con calzador de los greatest hits de la década es de juzgado de guardia, en concreto la secuencia con el Just a Girl (1995) de No Doubt- con toques convencionales y superficiales tanto de empoderamiento femenino -exceptuando la mejor escena del largometraje, un montaje temporal a través de todas las iteraciones cronológicas de una Carol Danvers que se niega a morder el polvo- como de denuncia social sobre el problema de la inmigración y la dualidad arquetípica entre el primer mundo y el tercero y que desnaturalizan absolutamente a la raza Skrull de su contrapartida en las viñetas.
Si a esto le sumamos un diseño de producción de bajo nivel, realzado por unos efectos digitales que oscilan entre un supuesto e ineficiente tono retro y unos escenarios random salidos de los descartes de la saga videojueguil Mass Effect, que dificultan aún más si cabe la localización de unos personajes que se mueven por un libreto tan deslavazado que convierte en compleja una trama absolutamente simple, el resultado es un trabajo al que le falta el humor irreverentemente familiar de los trabajos de Gunn, la fresca falta de pretensiones de los Ant-Man (2015-18) de Peyton Reed o la epicidad de Los Vengadores de Whedon o los hermanos Russo. El resultado, una costrosa y desangelada serie B propia de la cobardía narrativa, estética y argumental de un comité de ejecutivos de gran corporación hollywodiense en horas muy bajas.
Capitana Marvel (Captain Marvel, EEUU, 2019)
Dirección: Anna Boden, Ryan Fleck / Guion: Anna Boden, Ryan Fleck, Geneva Robertson-Dworet / Producción: Kevin Feige / Música: Pinar Toprak / Fotografía: Ben Davis / Montaje: Debbie Berman, Elliot Graham / Diseño de producción: Andy Nicholson / Reparto: Brie Larson, Samuel L. Jackson, Ben Mendelsohn, Jude Law, Anette Bening, Lashana Lynch, Clark Gregg, Rune Temte, Gemma Chan
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