BOARDWALK EMPIRE
Más que otro gánster con corazón
Uno de los antiguos buques insignia de HBO, Boardwalk Empire (Terence Winter, 2010-2014), finalizó hace ya 5 años, pero siempre es un buen momento para reivindicar esta maravillosa serie. Más allá de una puesta en escena cuidadísima y un elenco espectacular, con algunos de los personajes secundarios más interesantes del celuloide (Richard Harrow, por poner un único ejemplo), merece la pena enmarcarla en el género de gangsters y analizar qué ha aportado a este. Uno de sus productores ejecutivos y el director del primer episodio, el cual en las series de televisión suele pautar el estilo que definirá la totalidad del show, es Martin Scorsese, por lo que se puede apreciar una obvia influencia de su cine, a medio camino entre Uno de los nuestros (1990) y Gangs of New York (2002).
El cine de Scorsese, por supuesto, ya subvertía (y subvierte) el género gangster, humanizando la figura de ese criminal que tiende a la anomia, es decir, a conseguir por métodos ilegales los objetivos reforzados por una determinada cultura. Debido a esto, el género siempre fue muy propicio para el análisis de algunas de las capas del sueño americano en relación a la concepción del éxito y el fracaso. Generalmente, en la línea de Scarface, el terror del hampa (Howard Hawks, 1932), estas historias se basaban en el ascenso y caída del criminal, por lo que, en cierta manera, la conclusión era más bien moralizante: puedes triunfar con métodos ilegítimos, pero acabarás cayendo, ya sea por el peso de la ley o por tus propios demonios. Aquí, no obstante, ya existía una romantización por la cual se producía cierta fascinación hacia ese villano o antihéroe, figura censurable pero transgresora de la cotidianidad. Gracias al cine de Francis Ford Coppola y Martin Scorsese, se da un giro importantísimo a dicho género, pasando de la romantización a su humanización y, por tanto, desarrollando procesos de identificación parcial con la audiencia. El criminal tiene debilidades, contradicciones, rasgos positivos como la preocupación por su familia… Todo ello crea este vínculo empático que, a ojos del espectador, legitima (solo en cierta medida) los actos criminales de este tipo de protagonista, en comparación con el Scarface de Hawks, por ejemplo. Es aquí donde se enmarcan otros casos como el de Los Soprano (David Chase, 1999-2007) o la serie discutida, Boardwalk Empire.
A primera vista, Nucky Thompson, protagonista de esta última, no actualiza más este arquetipo de lo que podría hacerlo el mítico Tony Soprano. Por lo tanto, su aportación al género ha de buscarse en un intertexto tangencial que aparece varias veces a lo largo de la serie: el libro Ragged Dick (Horatio Alger Jr., 1868). Nucky siempre lo llevó bien cerca, desde que su madre se lo regaló de pequeño, para recordar quién es y cómo debía ser. Finalmente, acabará por regalárselo a su sobrino con la intención de que tenga la misma influencia sobre su carácter. Detalle que podría parecer insustancial para algunos, el peso simbólico que Ragged Dick tiene en Boardwalk Empire es esencial. Este libro es una de las obras de literatura juvenil promocionales de las bases idealizadoras del sueño americano más influyentes. Su estructura, como todo ese tipo de narrativa popular, se cortaba por un mismo patrón, en una especie de picaresca a la inversa. Su protagonista era un niño de orígenes muy humildes que conseguía salir de la pobreza y prosperar gracias a una voluntariosa ética del trabajo y virtudes como la honestidad, lo que a veces llamaba la atención de algún empresario pudiente que apadrinaba al chico.
Aquí reside la extremada ironía y acidez en la subversión del sueño americano que se produce en Boardwalk Empire. Nucky Thompson inicia su camino desde el mismo punto de partida, en el seno de una familia con unas condiciones paupérrimas. De niño intentará ser honrado y trabajador hasta que, en efecto, se encontrará con el Comodoro Kaestner, pero este no premiará su honestidad sino que la despreciará hasta destrozar sus límites morales, condenando así su alma. El mensaje es desalentador, ya que por mucho trabajo honesto que Nucky efectuase, para conseguir su ansiado éxito económico tendría que mancharse las manos ayudando a un vil personaje, el cual tenía ya un enorme poder y había erigido Atlantic City. A partir de esto, Nucky Thompson se corromperá paulatinamente, y, aun consiguiendo una posición socio-económica muy significativa, el peso existencialista de sus acciones pasadas y la creciente soledad jamás le dejarán encontrar la paz, hasta su final.
Dirección: Timothy Van Patten, Allen Coulter, Jeremy Podeswa, Martin Scorsese / Guion: Terence Winter (creador), Nelson Johnson, Howard Korder / Producción: Martin Scorsese, Mark Walhberg, Terence Winter, Stephen Levinson, Timothy Van Patten / Diseño de Producción: Bill Groom, Bob Shaw / Reparto: Steve Buscemi, Kelly Macdonald, Michael Shannon, Shea Whigham, Stephen Graham, Vincent Piazza, Michael Kenneth Williams, Michael Pitt, Bobby Cannavale, Jack Huston, Gretchen Mol.
Pingback: Huérfanos de Brooklyn, película de Edward Norton | Crítica. Mutaciones