BEGINNING
El sacrificio de Yana
“Toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, vete a la tierra de Moriah y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. Con estas líneas del Génesis 22 del Antiguo Testamento comienza a edificarse la trama y trasfondo de la magnífica ópera prima de Dea Kulumbegashvili: Beginning (2020). La directora revelación de este año, tras su grandioso triunfo en San Sebastián (mejor película, mejor dirección, mejor guion y mejor actriz) abre el filme con un larguísimo plano secuencia fijo en el que se nos muestra a una congregación de Testigos de Jehová en pleno culto. La cámara, perfectamente centrada, sin un solo movimiento, se mantiene férrea, cual altar, en el centro de ese Salón del Reino -las iglesias de las comunidades de Testigos de Jehová- mientras el líder avanza su discurso sobre la fe y la obediencia a través del sacrificio de Abraham. Tras varios minutos, la calma es rota por el lanzamiento de diversos cócteles Molotov al interior del salón.
Ciertamente, comenzar la película con esa prueba de fe que Jehová encomienda a Abraham, abre muchos frentes en una mujer que ve cómo su mundo y creencia se desmorona. Yana (excelente Ia Sukhitashvili), la esposa del líder de la comunidad, siempre en un segundo plano dentro del sexismo comunitario, ve precipitar su mundo interior en plena lucha de religiones. Tras haber presenciado el ataque de un grupo extremista durante el último culto, comienza a sufrir cierto distanciamiento con su Dios. También porque ve cómo su papel se limita a obedecer las decisiones de su marido (el también guionista de la película Rati Oneli), el cual le arrastró de una anterior vida mundana para lanzarla a los brazos salvadores de la fe. Así, durante todo el proceso legal y judicial en el que Yana queda sola, por el constante desaparecer de su marido en busca de un ascenso dentro de la comunidad, la protagonista sufrirá la amenaza y violencia del supuesto policía que investiga el caso (Kakha Kintsurashvili). El discurso de Kulumbegashvili se mueve, de este modo, en un claro ambiente de denuncia que, sin embargo, no es lo realmente determinante en la trama.
El arranque, toda una declaración de intenciones de lo que será el devenir narrativo, estético y conceptual de la película, pone en juego todos los puntos importantes para la conformación de su discurso, empezando por las decisiones de puro lenguaje cinematográfico. Durante las más de dos horas que dura Beginning, la cámara solo se mueve en cuatro ocasiones, siempre a través de un suave paneo que muestra a la protagonista en momentos de profundo cuestionamiento interno y de transición personal: ante la duda que aparece tras la última clase prebautismo con los niños; ante el cuestionamiento moral del pecado durante el acoso sexual del policía en su casa; tras la aparición limítrofe del mal en la escena que simula una muerte ante su hijo; y ante el miedo surgido por el descubrimiento por parte de su marido de ese violento encuentro con su violador. El resto de planos, casi siempre desde la lejanía, conforman una especie de mirada de Dios impasible que nunca tiende la mano a sus fieles. O que, al menos, les deja a expensas de ese mal que acecha a través de los largos y amenazantes planos que observan a Yana.
Toda la parábola religiosa que la cineasta utiliza para armar este dispositivo es lo que convierte a Beginning en una de las cintas más importantes del año. Porque su subyugante cuestionamiento a través de la violencia de un mundo abandonado por su creador tiene su traslación a pantalla a través de momentos donde el silencio hace presencia, donde el personaje se sumerge en la duda infranqueable de su fe. Ahí la cámara se detiene durante largos tramos a observar la belleza y fealdad de su propia creación, como si fuese el Dios al que debe demostrar su fe, creador de lo hermoso y lo violento que la rodea. Igual que Yana edifica su ser a través de las contradicciones surgidas del conflicto personal, Kulumbegashvili hace lo mismo con su mirada metafórica y física. Una ambigüedad, la del personaje y la de la cámara, que es la misma que la de ese Dios que pide sacrificar a un hijo para demostrar amor hacia él. Tan heterodoxo y distante como para resultar cruel y cuestionable, pero a la vez tan etéreo y preciso como para evocar el poder del vacío y el miedo. De esos miedos que, de algún modo, conducen a irrevocables actos de «amor» para volver a empezar.
Beginning (Dasatskisi, Georgia-Francia, 2020)
Dirección: Dea Kulumbegashvili / Producción: First Picture, Office of Film Architecture (OFA) / Guion: Dea Kulumbegashvili, Rati Oneli / Música: Nicolas Jaar / Fotografía: Arsheni Khachaturan / Reparto: Ia Sukhitashvili, Kakha Kintsurashvili, Rati Oneli
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