BATMAN V SUPERMAN: EL AMANECER DE LA JUSTICIA
De dioses y hombres: En defensa de Batman v Superman: El amanecer de la justicia de Zack Snyder
El atractivo del universo DC y su galería de personajes frente a su más directa competencia, Marvel Comics, siempre ha sido la cualidad simbólica y cambiante de los mismos. Personajes con más de 80 años a sus espaldas que han mutado a lo largo de las décadas, absorbiendo los cambios sociales, políticos y culturales, adaptándose y transformándose, sin perder los elementos básicos que les originaron. Así, Superman ha pasado de ser en sus orígenes un luchador social reflejo del inmigrante judío llegado a América, a elemento fundamental del establishment americano, primero como héroe para la propaganda de guerra y posteriormente de los valores de una americana siempre a punto de resquebrajarse, llegando a ser incluso, junto a Rambo y Rocky, espejo de la conservadora y reaccionaria América de Ronald Reagan. A su vez, Batman comenzó como un remedo de los héroes vengativos y sangrientos del pulp de los años 20 y 30 -con La Sombra a la cabeza- para luego dulcificarse con la llegada de su sidekick juvenil y convertirse en símbolo de la banalidad de la cultura pop de los 60 hasta que, ya en los 80, se transformó en imagen de la contracultura del cómic americano, como símbolo del anarquismo totalitario de la mano de un autor tan fundamental para comprender al personaje como Frank Miller. Ninguna de estas iteraciones es superior o inferior a sus antecesoras o predecesoras, sino una muestra de la cualidad maleable de unos personajes que van mucho más allá de sus autores y creadores. Esta larga introducción extra-cinematográfica tiene un motivo, y no es otro que salir en defensa de una película vapuleada con saña e inquina: Batman v Superman, la ambiciosa, extravagante e irregular obra total del cineasta Zack Snyder.
Hay que partir de la base de que Batman v Superman es una obra fallida desde el momento de su concepción. Remontémonos a julio de 2013. Había pasado un mes escaso del estreno de El hombre de acero, la polémica adaptación realizada por Zack Snyder de la mítica creación de Jerry Siegel y Joe Shuster. El centro de la controversia fue la escena en la que Superman mata a Zod. A partir de ahí, nada pudo hacer el responsable del largometraje. El fandom más iracundo ya había sentenciado que Superman no debía hacerse así, como si solo hubiera una manera de interpretarlo y olvidando en el proceso que el personaje ya había realizado un acto tan atroz en otras ocasiones, tanto en el noveno como en el séptimo arte. La decisión de Warner y Snyder fue acallar las aguas con un anuncio en la Comic Con de San Diego. El siguiente proyecto de DC iba a reunir a los dos héroes más famosos del cómic en un título que transpiraba por todos sus poros el Dark Knight Returns de Miller pero que en su resultado final acabaría convirtiéndose en mucho más, que no mejor.
Estrenada casi tres años después, Batman v Superman llegó mutilada a los cines, con más de media hora de metraje eliminado que hacía casi imposible dotar de sentido a una narración absolutamente fragmentada. Pero de nuevo, el fandom y parte de la crítica, en lugar de enfrentarse ante los aspectos formales de la cinta, se centró en aspectos argumentales o percepciones absolutamente personales de cómo debían adaptarse dichos personajes. La versión extendida del largometraje, publicado en Blu-Ray cuatro meses después de su estreno en salas comerciales, palió algo el efecto inquisidor de aficionados y profesionales, pero no evitó que Batman v Superman pasara a la historia del cine como una de las mayores atrocidades jamás cometidas junto a títulos tan memorables como Batman y Robin (Joel Schumacher, 1997), Catwoman (Pitof, 2004) o X-Men: La decisión final (Brett Rattner, 2006).
Batman v Superman es una obra tan atrevida como fallida, tan apabullante como extenuante. Pero a la vez es una obra hecha desde un verdadero amor por el género y los personajes, pocas veces visto en el medio. Quizá el universo Marvel cinemático aporta mejores resultados globales que esta puerta del cielo superheróica, pero ni en sus mejores momentos alcanza los niveles de excelencia, epicidad y paroxismo visual que ocasionalmente logra Snyder en su trabajo más definitorio. Para empezar, habría que hablar del atrevimiento y osadía de trasladar esta nueva versión al zeitgeist contemporáneo. Un universo DC espejo de la realidad actual, donde el terrorismo, la desigualdad, los conflictos bélicos y la crisis económica han derruido todo atisbo de idealismo y optimismo. Snyder pretende reconstruir desde la oscuridad a la luz, de la desolación a la esperanza. Nos presenta un universo desencantado, de hombres que miran al cielo como insectos que temen y adoran a dioses o demonios (según el punto de vista de cada uno). El espectador se encuentra con un Superman/Clark Kent que no se convierte de la noche a la mañana en la gran esperanza blanca del mundo occidental. Un hombre/dios repleto de dudas, inseguridades y recelos. Snyder lleva aún más allá el nihilismo del Batman de Nolan, con un Bruce Wayne ajado, desencantado y alcoholizado que ha perdido toda la esperanza en su lucha y que continúa vagando por las calles de Gotham para no ahogarse en una botella de vino, acostarse con mujeres de rostros anónimos o levantarse envuelto en sudor tras la pesadilla recurrente de un niño que sigue atrapado en la noche que vio morir a sus propios padres.
Formalmente el trauma del 11 de septiembre sobrevuela toda la obra, con sus tonos grisaceos, la destrucción constante y el polvo de los escombros que acompaña casi todo el metraje, pero ninguna escena lo plasma de manera tan evidente, sobrecogedora y efectiva como el arranque de la cinta con la batalla entre Zod y Superman -proveniente del clímax de El hombre de acero– vista desde los ojos descorazonados y descreídos de un Bruce Wayne cuya inquina hacia los superhombres va acompañada de la impotencia de sentirse un insecto (de ahí el contrapicado que acompaña a Bruce Wayne/Batman a lo largo de todo el metraje y que demuestra su sentimiento de inferioridad y rabia durante gran parte de la narración). En contraposición, Superman mira desde los cielos a una humanidad representada como masas desvalidas en planos picados que refuerzan la idea -al igual que el contrapicado de Bruce/Batman- de las distancias insalvables entre ambos mundos. Distancias que provocan malentendidos y desembocan en conflictos. Conflictos acrecentados por un nuevo y diferente Lex Luthor, acorde con los nuevos millonarios de Silicon Valley, reconvertido en nerd de instituto, asocial y sociopático cuyos complejos ante los abusos de su padre y su mal entendida filosofía nietzcheana le acaban convirtiendo en profeta y adorador de falsos ídolos.
Todos estos atractivos elementos, más otros temas secundarios como la crisis del periodismo o la corrupción en las instituciones militares y políticas americanas dan como resultado una de las obras cinematográficas superheróicas a priori más interesantes, atrevidas y maduras sobre el papel. El problema es que estas tramas y subtramas también tienen que compartir espacio con el ansia de Warner de crear, lo antes posible, un universo cinemático que pueda competir con el creado por Marvel Studios. El resultado: la multiplicidad de tramas arrastra a Batman v Superman a las tres horas de duración logrando mantener el interés, pero muestran considerables problemas de ritmo y comprensión narrativa, acrecentados por una nula jerarquización de sus tramas y una estructura en el montaje que podríamos calificar de caótica. Tanto es así que Snyder no discrimina entre lo que es principal y secundario, dando la misma duración a personajes y tramas, sin distinguir cuales son las principales y cuales las secundarias, subrayando en exceso con flashbacks para intentar explicar el interesante, inteligente, pero algo rebuscado plan de Lex Luthor, casi como si el propio director no confiara en aquello que está intentando contar al espectador. Pero más flagrante son las escenas que en el universo Marvel transcurrirían durante los créditos finales y que aquí interrumpen los momentos más dramáticos del metraje, provocando un verdadero coitus interruptus al espectador. En primer lugar y como si fuera el piloto de un serial que nunca fue, Snyder -como si no tuviera suficientes tramas abiertas- adentra al espectador en el mundo de los Elseworlds y futuros alternativos del universo DC -con Flashpoint, el Cuarto Mundo de Kirby y el videojuego Injustice a la cabeza- cuando ni siquiera ha pasado una hora del metraje y Superman y Batman no se han encontrado. Pero aún más grave es el preámbulo al clímax del tercer y extenuante acto final: en el momento más dramático e interesante de la cinta, Snyder decide encajar un coming soon del que son testigos en paralelo Wonder Woman y el público. Una presentación forzada y apresurada de los personajes que se incorporarán a este universo, mientras el espectador espera infructuosamente que Martha Kent sea rescatada y los dos grandes iconos del cómic limen sus diferencias.
Pero más allá de problemas estructurales y de construcción narrativa, lo que queda finalmente es un trabajo tan apasionado en intenciones y amor por el universo adaptado como fallido en su intención de abarcar lo inabarcable en una cinta que se pelea consigo misma intentando ser a la vez secuela de El hombre de acero, reintroducción y reinterpretación de Batman, presentación de Wonder Woman y el resto de integrantes de una futura Liga de la Justicia, teaser de los grandes eventos futuros del aún no construido universo DC cinematográfico; adaptación del Dark Knight de Miller y La muerte de Superman de Dan Jurgens con unas briznas del Watchmen de Moore y Gibbons. Pero en tiempos de corrección y cobardía cinematográfica, donde las adaptaciones de personajes del mundo del cómic pasan por las carteleras y por nuestras retinas con la misma rapidez para consumirlas que para olvidarlas, alegra saber que aún hay cineastas, más o menos habilidosos, que se atreven a tirarse a la piscina, saliéndose de las áreas de seguridad, que aún estrellándose en el conjunto son capaces de dejar atisbos de una magia y una intencionalidad que se ha perdido en el Hollywood acomodaticio y falto de riesgos de la última década. Necesitamos más bellos desastres como el Batman v Superman de Zack Snyder.
Batman v Superman (EEUU, 2016)
Dirección: Zack Snyder / Guion: Chris Terrio y David S. Goyer / Producción: Charles Roven y Deborah Snyder / Música: Hans Zimmer y Junkie XL / Fotografía: Larry Fong / Montaje: David Brenner / Diseño de producción: Patrick Tatopoulos / Reparto: Ben Affleck, Henry Cavill, Amy Adams, Jesse Eisenberg, Diane Lane, Laurence Fishburne, Jeremy Irons, Holly Hunter, Gal Gadot
Pingback: El cine de Zack Snyder 1: La épica en la era del liberalismo. Mutaciones
Pingback: El cine de Zack Snyder (5): CGI como masa orgánica - Revista Mutaciones