BAJOCERO
Javier Gutiérrez no es John McClane
¿Qué define al héroe de acción? Es la pregunta que más resuena en la cabeza al ver a Javier Gutiérrez uniformado de policía, disparando armas de fuego y gritando al resto de miembros del reparto (todos más altos y físicamente amenazantes que él). Cuando uno ve Bajocero (2021) habiendo visto con anterioridad clásicos del cine de acción norteamericano como Asalto a la comisaría del distrito 13 (1977, John Carpenter), La jungla de cristal (1988, John McTiernan) o Con Air (1997, Simon West), puede leer con facilidad lo mucho que Lluís Quílez toma de prestado en cuanto a dinámica de personajes o gestión de situaciones límite. ¿Qué hace aquí Javier Gutiérrez, entonces? El actor asturiano no podría ser más dispar a las grandes figuras protagónicas del cine de acción, incluyendo también a españoles cortados por el patrón que viene a ser el semblante “hard-boiled” o de tipo duro (Antonio de la Torre, Luis Tosar o José Coronado).
La idea del héroe de acción prototípico, casi totémico, fue patentada (seguramente) por Clint Eastwood. Sus casi dos metros de altura, rostro impenetrable y silenciosa (y guasona) actitud crearon escuela. Solo había que verle en papeles de los spaghetti western de Sergio Leone o las cintas policíacas de Don Siegel, que hicieron que Hollywood formulara auténticos monstruos que iban más allá de este modelo de “macho alfa”, cuyos rostros y cuerpos fácilmente reconocibles dividieron el cine de acción en pequeños subgéneros, céntricos al actor que los protagonizaban en cada ocasión. Actores procedentes de deportes olímpicos como Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone o Jean-Claude Van Damme. Sus películas, casi siempre bobas y de tono desenfadado, eran vistas para disfrutar de esta nueva masculinidad basada en los abdominales, los bíceps y las frases lapidarias dignas de anuncios televisivos.
El modelo de héroe de acción presentado puede ponerse en duda fácilmente, pues no todos eran portentos físicos. Charles Bronson, Chuck Norris y Steven Seagal pertenecían a otro grupo menos fácil de clasificar. ¿Por qué estos actores conseguían tantos papeles? Muchos de serie B, claro, pero no deja de ser fascinante el hecho de que sin ningún tipo de carisma pudiesen hacerse un hueco en la iconografía popular hollywoodense (siendo sus películas experiencias mucho más vacuas y olvidables a la larga). Fue entonces cuando apareció John McClane. Bruce Willis, que venía de protagonizar la mítica “romcom” Luz de luna (1985-1989), conquistó Hollywood con su deconstrucción personal del héroe de acción, rebajando a mínimos el fetiche corporal masculino y elevando a máximas el carisma y la actitud de listillo encantador.
Al final, uno puede pensar que todo esto da igual, los tiros son tiros y los chascarrillos se quedan en eso, chascarrillos. Pero el cine de acción se sustenta en gran medida en la capacidad que tenga su actor principal de ser el foco de atención para el espectador cuando no está teniendo lugar una secuencia con explosiones. Un ejercicio de simpatía sin duda superficial, pero el género de acción en gran medida se ve constituido por lo superfluo y por el disfrute pirotécnico-acrobático, y es por ello quizás que actores como Bruce Willis, Kurt Russell o Nicolas Cage “heredaran” el monopolio del género a raíz de este cambio en la percepción de la masculinidad básica cinematográfica, que si bien seguían siendo atractivos, con todo y con ello parecían seres humanos reales.
Lo que queda claro de Bajocero es que Javier Gutiérrez no es John McClane. De 1’64 metros de estatura y cara de bonachón, su personaje supone la mayor anomalía de la película, pues esta se acoge al modelo genérico convencional mencionado anteriormente: puro artificio y confrontación entre personajes. Sin embargo, su elección viene acorde al personaje que interpreta, que también nada a contracorriente con el modelo habitual “héroe solitario contra todos” (habilidoso y, de nuevo, carismático). Un personaje casi antipático por su imperturbable rectitud, y con el que en ocasiones resulta complicado empatizar cuando no responde a características básicas del anti-héroe de lengua afilada.
La presencia y actuación de Gutiérrez destaca y eleva la película, pero también desvela los puntos más débiles de Bajocero, con el resto del reparto respondiendo a personajes más arquetípicos y desarrollando conflictos morales de previsible resultado. Lo mejor para todos sería apreciar el hecho de que Gutiérrez no se encajone en ningún modelo preestablecido para dar vida a su personaje, consiguiendo así autodefinirse como un héroe de acción atípico y del que la propia película no es del todo merecedora.
Bajocero (2020, España)
Dirección: Lluís Quílez / Guion: Fernando Navarro, Lluís Quílez / Producción: Josep Amorós Pedro Uriol (para Morena Films, Amorós Producciones, Televisión Española) / Música: Zacarías M. de la Riva / Fotografía: Isaac Vila / Reparto: Javier Gutiérrez, Karra Elejalde, Luis Callejo, Patrick Criado, Andrés Gertrudix, Isak Férriz, Miquel Gelabert
Una crítica muy interesante
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