ATLÀNTIDA 2021: BAJO LOS CIELOS DEL LÍBANO
Memoria del pasado
¿Son los recuerdos fieles reflejos de la realidad? La memoria, como el cine, tiene mucho de reconstrucción, en ocasiones arbitraria, del pasado. Alice repasa el suyo cuando abandona Beirut en un barco, tratando de ordenar (entender) las razones del fracaso de su matrimonio con Joseph. En Bajo los cielos del Líbano, la directora franco-libanesa Chloé Mazlo mezcla lo personal con lo político para retratar una sociedad, una época y un lugar que vieron su transcurrir apacible interrumpido por una guerra desastrosa. Una mirada sobre los estragos de la guerra civil libanesa, fácilmente extrapolable a conflictos bélicos, cronologías y geografías diferentes.
Para su primer largometraje, Mazlo se vale de los recuerdos de su familia (el personaje de Alice está inspirado en su abuela) y de su experiencia y su formación en técnicas de animación. La combinación de estas técnicas con el uso de Súper 16 dotan a Bajo los cielos del Líbano de una apariencia artesanal y estilizada. Asimismo, la elección de los colores, el vestuario y los decorados aportan la suficiente distancia para narrar de una forma sencilla y emotiva la gravedad de los hechos históricos. También hay que destacar la elección nada casual de Wajdi Mouawad para interpretar el papel de Joseph. El dramaturgo libanés es autor de la obra Incendios, en la que también abordó el desastre de la guerra de su país de origen, aunque en una aproximación diametralmente opuesta.
Bajo los cielos del Líbano arranca en el año 1950, con la llegada de Alice (Alba Rohrwacher) a Beirut, procedente de Suiza. Allí conocerá a Joseph, un astrofísico que quiere enviar al primer libanés al espacio. Todo el inicio transcurre como una ensoñación, con cortes a cámara acelerada, una casa que se amuebla sola y cigüeñas sobrevolando la cama del joven matrimonio al que traen una niña. Nuevamente los caprichos de la memoria, que aceleran o ralentizan el tiempo de manera interesada. Los recuerdos más lejanos se apelotonan a cámara rápida, mientras que los más cercanos, aquellos que Alice repasa en busca de la rendija de esperanza donde podría recuperar su pasado, suceden más lentamente. En apenas 20 minutos, Mazlo condensa los primeros años felices de la relación, para llegar a 1975, el comienzo de la guerra civil del Líbano y la irrupción del horror que perturba la felicidad de colores pastel. Un horror que permanece casi todo el tiempo fuera de campo, presente pero invisible, salvo por las noticias de una televisión que Joseph sigue atentamente, los ruidos de los disparos y las bombas y las escenas dramatizadas que transcurren en un decorado de una esquina donde se enfrentan los guerrilleros con máscaras de animales y por el que se pasea la misteriosa mujer del vestido verde, como el color de la línea que divide Beirut oriental y Beirut occidental.
Todas estas decisiones formales, lejos de convertir Bajo los cielos del Líbano en un cuento ingenuo carente de realismo y posicionamiento, contribuyen a que su mensaje sea mucho más universal. Cine comprometido que, a través de la puesta en escena de conflictos del pasado aún no superados, ayuda a reflexionar sobre los problemas del presente que continúan haciendo naufragar a las generaciones de hoy.
Así de claro lo deja la oración de Alice al dios de todos los ritos, a modo de grito de socorro de desgarradora actualidad.
Bajo los cielos del Líbano (Sous le ciel d’Alice, Francia, 2020)
Dirección: Chloé Mazlo / Guion: Chloé Mazlo, Yacine Badday / Producción: Moby Dick Films, arte France Cinéma / Fotografía: Hélène Louvart / Montaje: Clémence Carré / Música: Bachar Mar-Khalifé / Reparto: Alba Rohrwacher, Wajdi Mouawad, Isabelle Zighondi