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ATAQUE A LOS TITANES: LA TEMPORADA FINAL

Expectativas y exigencias en el anime contemporáneo

Ataque a los Titanes. Revista Mutaciones

Hajime Isayama publicó en el año 2006 un one-shot titulado Shingeki no Kyojin (Ataque a los Titanes en España) para la Weekly Shonen Magazine. Se trató de una obra de ochenta y seis páginas sobre un mundo postapocalíptico en el que gran parte de la población mundial había perecido a causa de la aparición de unas gigantescas (y carnívoras) criaturas humanoides denominadas “titanes”. Con solo diecinueve años, Isayama firmó un libreto singular, diferente a las publicaciones que habitaban la revista. Lo que más saltó a la vista fue su dibujo. De trazo imperfecto, con poco detalle y un exceso de sombreado en los rostros de los personajes. Estética abocetada, fea incluso, pero apropiada para la sórdida historia que desarrolló su autor.

Tras cosechar buenos números en la Shonen, fue presionado por su editor para hacer de Shingeki no Kyojin un serial -dada la tendencia de la cultura manga/anime de comercializar cualquier obra artística con potencial para ser convertida en franquicia-, utilizando el one-shot como prototipo y desarrollando una historia de mayor complejidad y escala, salvando a su vez elementos clave y motivos que han acabado siendo fundamentales para una serie que concluirá tras más de diez años este abril de 2021 con su número 139.

Con el consecuente éxito del mensual todavía en publicación, a Shingeki no Kyojin se le dio luz verde para ser adaptado al anime (algo tan tristemente habitual como dañino para el proceso creativo de la animación japonesa). El equipo de WIT Studio, un estudio recién fundado de animación y subsidiario de la longeva productora Production I.G (Neon Genesis Evangelion, Ghost in the Shell: Stand Alone Complex), sería el encargado en 2013 de llevar a la pantalla la obra de Isayama, al menos hasta la conclusión de la tercera temporada.

Ataque a los Titanes. Revista Mutaciones
Shingeki no Kyojin 0 – Hajime Isayama

Ataque a los Titanes importó algunas de las ideas más interesantes del prototipo de 2006. El escenario de post apocalipsis y la urgencia de un estado de inminente extinción de la raza humana, obligada a aislarse y amurallarse (árboles en el prototipo, muros de piedra en la serialización) para evitar ser devorada por las interminables hordas de titanes. También cierto fetiche hacia lo militar. Los uniformes, los saludos e iconos heráldicos (el merchandising principal de la franquicia). Todos los protagonistas de la obra pertenecen a alguno de los grupos de defensa contra los titanes, utilizando para ello unos artilugios de corte steampunk como es el “Equipo de Maniobras Tridimensionales”, una especie de arnés unido a un motor impulsado por gas que permite a sus usuarios volar, básicamente. Sin olvidar la posibilidad de algunos de sus personajes de transformarse en un titán y conservar la humanidad y conciencia en el proceso.

La adaptación al anime que llevó WIT Studio destacó en su momento por la fuerza cinética de su animación. Era en las escenas de despliegue del Equipo de Maniobras Tridimensionales donde la inexistente cámara de seguimiento perseguía a duras penas la estela de personajes como Levi o Mikasa Ackerman, así como sus elásticas piruetas e inhumanos tirabuzones. Momentos “sakuga” como son llamados en Japón, en los que la animación alcanza niveles de altísimo dinamismo y complejidad (y que resulta, en ocasiones, un esfuerzo extremo por parte del equipo de animación).

Es importante hablar en pasado porque WIT Studio abandonó entre no poco misterio la producción de la serie tras concluir la emisión de la tercera temporada. La anticipación de un producto tan influyente creó expectativas, y con las expectativas vinieron las exigencias. Más episodios en menos tiempo, con el mismo equipo y el mismo sueldo. La explotación laboral no es una desconocida para la industria de la animación japonesa, y pese a que nadie del equipo de WIT Studio ha presentado de forma pública quejas con respecto al proceso de producción, solo hay que volver a revisionar esos “sakuga” para hacerse una idea del nivel de exigencia que se esperaba para la conclusión de Ataque a los Titanes.

Ataque a los Titanes. Revista Mutaciones
Attack on Titan – Hajime Isayama

En el décimo episodio de la miniserie Paranoia Agent, una de las obras maestras de Satoshi Kon, se realizaba una afilada sátira sobre el mecanismo de producción de un anime de poco presupuesto. La presión de cumplir con los plazos de entrega y el conflicto humano nacido de la inevitable codependencia a la que va unido cualquier proyecto audiovisual (con el añadido que supone ser realizado a mano, fotograma a fotograma) creaba una atmósfera de hostilidad que concluía con los miembros del equipo de animación en estado de neurosis. Todo en la característica clave de abstracción que habituaba Satoshi Kon, pero no por ello menos inexacta o actual.

Quizás WIT Studio simplemente decidió que su etapa con Ataque a los Titanes había concluido, pero uno no puede dejar de preguntarse hasta qué extremo puede llegar la presión (ejecutiva, popular) ejercida sobre los animadores de un proyecto blockbuster animado. ¿Pueden realizarse dieciséis nuevos episodios que conserven la calidad de una de las series de la vanguardia anime contemporánea en menos de un año? Tras todo este culebrón, MAPPA fue el estudio elegido para producir La temporada final en tan solo nueve meses desde el comienzo de su anuncio hasta la emisión del primer episodio el pasado 10 de enero.

La temporada final es una serie que desde su concepción misma hasta su proceso de animación difiere en todo al trabajo anterior de WIT Studio. El diseño y la estética se asemejan al del manga original de Isayama en mayor medida, siendo más oscura en su paleta de colores, con el bordeado menos pronunciado y una iluminación apagada, así como una puesta en escena más conservadora (en ocasiones paneles del manga se ven trasladados de forma literal) y vacía de cualquier experimentación. La decisión más arriesgada que toma MAPPA en La temporada final es la de animar digitalmente a los titanes protagonistas, lógico considerando el tiempo del que disponían, pero que resulta una pérdida cuantiosa de fluidez y detalle en las escenas de acción (que no son demasiadas en esta temporada, todo sea dicho).

Ataque a los Titanes. Revista Mutaciones
Attack on Titan – WIT Studio

Los dieciséis episodios que conforman la cuarta temporada de Ataque a los Titanes son en su mayoría conversacionales y de exposición, en los que el conflicto pasa de la supervivencia y la exploración a lo bélico-político y lo racial. En el centro de todo está el protagonista de la obra desde sus inicios: Eren Jaeger. El joven que fue testigo de cómo su madre era devorada viva por uno de los titanes que atravesaron la ciudad amurallada donde pasó su infancia. Eren toma en esta temporada un papel comparable al que tuvo en su día Light Yagami, protagonista de Death Note. Personajes cuyos actos moldean y crean ecos en la historia que protagonizan, y cuya dudosa moralidad les convierte progresivamente en un rompecabezas tanto para el resto de personajes como para el mismo espectador. Y frente a él, aparece Gabi.

Gabi, este personaje debutante que pertenece al bando contrario de los personajes protagonistas, mismamente sirve como espejo para lo que fue Eren (y para lo que acabó convirtiéndose). Una niña nacida de la guerra, adoctrinada por la cultura militar e insensibilizada ante el genocidio que su pueblo lleva ejecutando durante generaciones. ¿Y qué ocurre cuando el protagonista es el que lleva a cabo el genocidio? Resulta fascinante la lealtad que puede crearse entre el espectador y el personaje de ficción. Un pacto invisible soldado por decenas de capítulos y años de visionado semanal, y que posiblemente sea el germen de esta doble cuchilla que es la expectativa-exigencia. Podemos perdonarle el asesinato de hombres, mujeres y niños inocentes a Eren (es el protagonista masculino, el líder, el que sale en el póster), pero no podemos perdonarle a Gabi (la antagonista a la que solo conocemos de hace una docena de episodios) el asesinar a uno de los personajes secundarios menos trascendentales de la serie (pero con nombre propio, claro está). Ni siquiera sabiendo que es una niña a la que han radicalizado desde su más tierna infancia. Si hablamos de los “genes” del shonen clásico, la obra de Isayama y sus respectivas adaptaciones quedan fuera del redil en cuanto a lo atípico que resulta en el género, incluso en el medio, desarrollar conflictos morales con zonas grises. No existe una narrativa de héroes y villanos, sino de bandos y puntos de vista.

Ataque a los Titanes. Revista Mutaciones
Attack on Titan: The Final Season – MAPPA

La temporada final funciona en el marco general de Ataque a los Titanes como un torniquete ante el sangrado que supone la pérdida de un estudio del talento de WIT, ¿es mejor una continuación pobre formalmente y apresurada en su producción a nada en absoluto? Uno puede lamentarse, pero así es la industria de la animación japonesa, una cadena de montaje y ensamblado donde la inmediatez adherida (y exigida) al éxito comercial se antepone a lo humano (y autoral) y a la dificultad que puede entrañar un proceso creativo como es el del anime más influyente de los últimos diez años.


Ataque a los Titanes: La temporada final (Attack on Titan: The Final Season. Japón, 2021)

Dirección: Jun Shihsido y Yūichirō Hayashi / Guion: Hiroshi Seko (Historia original: Hajime Isayama) / Producción:  MAPPA (para NHK General TV) / Música: Masafumi Mima, Hiroyuki Sawano y Kohta Yamamoto

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