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ARMUGÁN, EL ÚLTIMO ACABADOR

De lo sublime

Armugán (Jo Sol, 2020)

Antes de todos los dioses, existía la naturaleza. Y, al ser ella la que otorgaba a la raza humana su sustento, era el objeto de todas sus ceremonias. Se le concedía un merecido respeto ritual. El mismo que le profesa Armugán acompañando a los moribundos en su camino final, haciendo que no sufran, que se reconcilien con el lugar del que vienen y al que van. Este es el primer ejemplo del trabajo de Jo Sol, director de la película, para hacer que Armugán, el útimo acabador (2020) extienda todas sus raíces en torno a dicho respeto ritual. Armugán está atado a Ánchel, su contraparte, en una suerte de relación simbiótica: el primero, al estar impedido físicamente, necesita los cuidados del segundo quien, a cambio, puede empaparse de toda la sabiduría ancestral que le otorga su compañero. Ambos se mueven por los escenarios cuasi salvajes del Pirineo Aragonés: ríos, montañas y un desierto craquelado son testigos de sus peregrinajes. La ausencia de color hace que primen las texturas de estos lugares y su combinación con la de los humanos y las archipresentes ovejas, guardianas del templo-hogar de los protagonistas, que rige todos los parajes desde lo alto del monte. Además, consigue resaltar el aparato sonoro, que acaba invadiendo a las imágenes. A veces con un concierto de sonidos diegéticos, interpretados por lo natural, otras con música de carácter folclórico (incluso, en un momento marcadamente ritual, se interpretan canciones con una flauta pluma de buitre) y, como recurso habitual, monólogos poéticos de los personajes en secuencias de montaje.

Armugán (Jo Sol, 2020)

Así se acerca Armugán, el útimo acabador a lo místico, con palabras que bordean el centro del misterio representado en las imágenes, gracias a un montaje pausado y, también, respetuoso con la muerte, el otro gran tema de la película. Cuando parece que estamos asistiendo a un documental sobre el folclore aragonés se impone lentamente la ficción, poniendo en jaque la relación entre los protagonistas. Lo urbano irrumpe en el misterioso y anciano campo: Betiza, mujer de la ciudad, se acerca a pedirle a Armugán que acabe con la vida de su hijo, anclado a unas máquinas que mantienen su vida de forma artificial. A pesar de que viaja y se presenta delante de él, no consigue hacerlo, pues entra en conflicto con todas sus creencias: Armugán es, a pesar de sus debilidades físicas (o gracias a ellas), un amante a ultranza de la vida. Ánchel, sin embargo, al provenir en un primer lugar de la ciudad, encarna el otro lado del problema.

Armugán, el útimo acabador se convierte, pues, en una reflexión sobre la importancia de la eutanasia tanto en la sociedad actual como en la historia, y cómo este hecho está relacionado con nuestra posición ante la naturaleza. Una posición que está latente en toda la cinta y que al final se resume con una imagen metafórica: todos los personajes de la película en un prado, de espaldas al gran Pirineo. Lo sublime romántico en su representación más icónica. El ser humano frente al misterio de lo natural.


Armugán, el último acabador (España, 2020)

Dirección: Jo Sol/ Guion: Jo Sol / Fotografía: Daniel Vergara  Reparto: Gonzalo Cunill, Diego Gurpegui, Núria Lloansi, Íñigo Martínez, Nuria Prims

Un comentario en «ARMUGÁN, EL ÚLTIMO ACABADOR»

  • Las ovejas, un animal que fue tótem de la cultura pirenaica, que hoy en día están desapareciendo de esas montañas moldeadas por su pasto.

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