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ARIAFERMA

Un nuevo aria

El equilibrio necesario para que funcione un coro, como el que se oye al inicio de Ariaferma (Leonardo di Constanzo, 2021), es similar al que se encuentra en el funcionamiento de una prisión. Las voces empastan cuando siguen las instrucciones dadas por la partitura y por la dirección; del mismo modo, la partitura de la cárcel es la ley, dictada también por los que la gobiernan. Los presos se intentan evadir de las normas y los policías velan para que se cumplan: el interminable juego del gato y el ratón. Pero, ¿qué ocurre cuando algo se interpone entre esas voces? Que la melodía cambia. Y en la cárcel de Mortana ese constante flujo se corta en medio de un traslado. Un error en la gestión hace que doce de los presos tengan que seguir esperando, al igual que sus carceleros, que celebraban el cierre momentos antes de su marcha.

Ariaferma (1) - Revista Mutaciones
Photo by Gianni Fiorito

A la ausencia de sus compañeros habituales se suma un realojamiento: la acción se sitúa ahora en el centro de la cárcel, cuya planta tiene forma de estrella. Es una especie de rotonda donde todos los presos pueden verse entre sí y comunicarse, para poder así espetar a los guardias todo con lo que no están de acuerdo. El abandono patente de las instalaciones, aún más resaltado por la vejez del edificio, sumado a ese tiempo suspendido inherente a la película (los presos nunca saben cuándo los van a realojar, tampoco los funcionarios) crea una especie de limbo. Desde lejos, los habitantes de Mortana parecen  monjes de clausura, rodeados por la grisácea luz incidental, en ocasiones, y tenebrista, en otras, que domina la imagen.

Ariaferma (3) - Revista Mutaciones
Photo by Gianni Fiorito

Este limbo espaciotemporal es el escenario perfecto para aumentar la cercanía entre los dos bandos: se comienza a romper la dura roca del statu quo. Ante cualquier incidencia el protocolo se revela más frágil, cuestionando lo establecido. Y aquí es donde el funcionario Gaetano (Toni Servillo) y Lagioia, el cabecilla de los reclusos (Silvio Orlando), comienzan su particular danza. La fisicidad de los actores se revela, en Ariaferma, de vital importancia: la rigidez que han de mantener los guardas se ve contrastada por la actitud desconfiada y vigilante de los presos. Hay un constante juego de miradas que el director empeña en sostener, un cruce de una tensión constante (también marcada por el montaje y por un sutil jazz). Gaetano y Lagioia, al ser los representantes del acercamiento, comparten una intimidad especial: cuando, en las cocinas de la cárcel, se permiten algunas conversaciones, sus posturas se relajan y le dan al espectador un momento de respiro… que no será total. Di Constanzo juega con los prejuicios arraigados en lo más profundo de la sociedad para que haya una desconfianza perpetua que no destense del todo la cuerda; incluso al final, en la hermosa escena donde se produce el mayor acercamiento, sigue el ronroneo latente de la tensión.

Ariaferma es una invitación a mirar más allá de lo instituido. Mirar tras las líneas rectas que atraviesan las posturas, la longitud de los pabellones y las frases del código legislativo. Para volver al círculo de la hermandad, donde las miradas tienen peso. Es una invitación a  que el coro siga, pero con una canción nueva, más libre.


Ariaferma (Leonardo di Constanzo, Italia, 2021)

Dirección: Leonardo di Costanzo /Guión: Leonardo di Costanzo, Bruno Oliviero, Valia Santella /Fotografía: Luca Bigazzi /Música: Pasquale Scialo /Reparto: Toni Servillo, Silvio Orlando, Fabrizio Ferracane, Salvatore Striano, Roberto De Francesco, Antonio Buil, Giovanni Vastarella, Leonardo Capuano

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