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ANTÓN, SU AMIGO Y LA REVOLUCIÓN RUSA


Cuando una historia es una excusa para contar otra

Que el arte es un medio para conocer nuevas culturas o distintos puntos de vista es algo bien sabido. Aún así, y a pesar de las enormes oportunidades y posibilidades de las que gozamos hoy en día, muchas son las personas que escogen no enriquecerse de esta manera. La crisis social, sanitaria y económica que vivimos actualmente tampoco ayuda mucho. En este contexto, poder acceder al visionado de una producción georgiana como Anton, su amigo y la revolución rusa supone una alegría, una pequeña huida del bombardeo de imágenes comerciales y sin vida al que estamos acostumbrados.

Anton, su amigo y la revolución rusa

Pocos serán quienes puedan hablar en España de cine georgiano. A algunos les sonará el nombre de Otar Iosselani, pero poco más. Sin embargo, de vez en cuando surge alguien que ayuda a disipar algo las tinieblas. Es el caso de Zaza Urushazde. Este cineasta nacido en Tiflis cosechó cierto éxito internacional con su filme Mandarinas (Mandariinid, 2013) al ser nominada en 2015 al Óscar a mejor película extranjera y al Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa. Antón, su amigo y la revolución rusa supone la obra póstuma de este director que falleció en el año 2019.


El filme está basado en un libro que, a su vez se inspira en una historia real. De hecho, en la escritura del guión participó el autor del mismo, Dale Eisler. Si bien es cierto que el punto de partida es algo verídico, el resto de elementos que componen la trama que vemos son fruto de la imaginación de sus creadores. Se nota que con ello buscan darle al resultado un empaque que ayude al espectador a situarse en el espacio (Odessa, Ucrania) y el tiempo (la revolución rusa) que retratan. En este aspecto, la aparición del personaje de Trotsky supone el colmo de la evidencia y de las ganas de contar algo más grande, más épico.

Es inevitable establecer ciertos paralelismos entre la película de Urushazde y otras tantas que han tocado el tema de la infancia o la adolescencia durante los conflictos bélicos. Así, durante el visionado de Antón, su amigo y la revolución rusa pueden venirnos a la cabeza imágenes de Mi camino a casa (Miklós Jancsó) La infancia de Iván (Andrei Tarkosvky), Alemania año cero (Roberto Rossellini), El imperio del sol (Steven Spielberg), La vida es bella (Roberto Benigni) o El niño con el pijama de rayas (Mark Herman). Algunas de ellas son más desenfadadas, otras incluso pueden pecar de sentimentaloides, pero todas contraponen de una manera u otra la brutalidad de la guerra a la inocencia de la juventud. En este sentido, Antón, su amigo y la revolución rusa se acerca más a las de Jancsó, Tarkovsky y Rossellini, aunque mantiene un carácter algo más liviano.

Anton, su amigo y la revolución rusa, de Zaza Urushadze

Pero hay algo que le resta a esta película. Y es que el motivo principal de la misma, es decir la relación de amistad entre un niño judío y otro alemán durante la revolución rusa, parece convertirse en una excusa para tratar de contar algo más llamativo. Se hace evidente que a sus autores les interesa más centrarse en personajes conocidos y situaciones dinámicas con un mínimo acción. Retomo aquí lo dicho anteriormente con respecto al personaje de Trotsky, pues Urushazde escapa cuando así lo desea de la visión de los niños para ir a la de los adultos. Es aquí donde se crea y moldea una historia más accesible, más rimbombante. ¿No habría sido más interesante seguir a los menores constantemente? ¿Para que huir de lo sencillo y contar otra cosa más vistosa pero innecesaria?

Hay también otros elementos que pueden entorpecer el visionado de Antón, su amigo y la revolución rusa. Por ejemplo ciertos juegos emocionales y conscientes como la búsqueda de crear rabia y/o pena con la muerte de determinados personajes. O la tensión evidente que se elabora sobre el futuro de otros de ellos queriendo despertar sensaciones de suspense y duda. Además los antagonistas se quedan en malos de cajón algo estereotipados, fáciles de detestar y muy planos a la hora de ser comprendidos.

Con todo, Antón, su amigo y la revolución rusa se configura como una película interesante, correcta, que funciona y se deja ver. Pero personalmente, y a pesar del necesario mensaje que Urushazde y Eisler lanzan contra la cadena de odio absurda pero continua que se crea durante las guerras, me supone una obra a la que no veo aportar nada especial y que posiblemente caiga en el olvido.


Anton, su amigo y la Revolución Rusa (Anton; Ucrania, Georgia, Lituania, EE.UU. y Canadá, 2019)

Dirección: Zaza Urushadze / Guion: Dale Eisler, Zaza Urushadze y Vadym Yermolenko / Producción: Mirza Davitaia, Volodymyr Filippov, Oleksandr Kovalenko, Alla Ovsyannikova, Andriy Suyarko y Frank Mayor (para Insightmedia Producing Center, Georgia International Films, Cinevision Global, Artbox y Ukrainian State Film Agency) / Música: Patrick Cannel y Miroslav Skorik / Fotografía: Mikhail Petrenko / Montaje: Alexander Kurano / Reparto: TNatalia Ryumina, Regimantas Adomaitis, Vaiva Mainelyte, Juozas Budraitis, Anton Sebastyan, Sergey Denga, Simson Bubbel, Pavlo Shpegun, Oleg Simonenko, Nikita Shlanchak, Bogdan Parshakov, Vladimir Levitskiy

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