ANT-MAN Y LA AVISPA
Con los pies en el suelo
Ant-Man (2015) llegó a los cines para dar una palmadita en la espalda a todos los amantes de superhéroes que necesitaban su periódico chute de heroicidad. Pero, lejos de actuar como un premio de consolación para aliviar esas largas esperas de estrenos, el superhéroe se hizo un hueco en el Universo Cinematográfico Marvel, lo que supuso un soplo de aire fresco más que sorprendente (tanto para el espectador como para la industria). Con su segunda entrega, Ant-Man y la Avispa, el superhéroe ha sido capaz de establecerse como uno de los pocos que no necesitan satisfacer a nadie más que no sea él o los suyos, que no tiene que salvar el universo ni enfrentarse a una fuerza mayor para saber quién es.
Scott Lang (Paul Rudd) sabe perfectamente quién es y quién quiere ser, un padre orgulloso y divertido que ha tenido la suerte de encontrar su sitio, un sitio donde tienen en cuenta sus habilidades (y defectos) y que está dispuesto a recuperar. En este caso, Scott trata uno de los temas más clásicos del drama de superhéroes: cómo pertenecer a dos familias al mismo tiempo sabiendo que pueden ser contradictorias. Pero por otro lado, Hope van Dyne (Evangeline Lily) fortalece la idea de libertad y autodedicación, la prueba de que puedes ser quien quieras sin olvidar tus objetivos. Para la Avispa no existe ninguna transición que requiera “la transformación”, ningún punto de inflexión que haga evolucionar a la mujer para convertirse en una superhéroína, lo es con y sin traje. Porque cualquier persona puede hacer cosas memorables si se lo propone. Sin ir más lejos, ya habíamos visto al Hombre Hormiga enfrentarse a conflictos de grandes dimensiones, concretamente en Capitán América: Civil War (Anthony y Joe Russo, 2016), y si de algo le sirvió su desafortunada aventura, fue para darse cuenta de que no es necesario juntarse con estrellas mayores del panorama marvelita para hacer grandes cosas. Porque los grandes cambios empiezan en uno mismo, posiblemente resolviendo cuestiones tan pequeñas que no alcanzamos a entender. Y es en este universo diminuto donde se meten de lleno Ant-Man y su reciente compañera, la Avispa, cuyo único propósito personal es encontrar a su madre en los rincones más remotos del Universo Cuántico.
Esta segunda entrega subraya la visión de superhéroe que Reed ofrece sobre Ant-Man, una proyección que se acerca más a las antiguas generaciones de superhéroes (al Spider-Man de Sam Raimi, por ejemplo) donde el conflicto era más interno y cercano que cualquier problema sobrenatural y de fuerza mayor (como los que se encargan de resolver los actuales Vengadores). Esa visión más desenfadada y terrenal hacen de ella una película disfrutable a riesgo de que pase desapercibida entre carcajadas.
Más allá de su ritmo acelerado y estilo divertido y familiar, Ant-Man y la Avispa se convierte en una película donde los superhéroes tienen los pies en el suelo y se hacen a sí mismos. La película dirigida por Peyton Reed es fiel a lo que es, una fábula modesta que da importancia a los pequeños detalles, una película donde los personajes son conscientes de que sus enredos familiares afectan y dañan el mundo exterior como si se diera un efecto mariposa. Todos jugamos en esa liga, todavía más cuando tenemos la suerte de ver a un superhéroe que, lento pero seguro, se está haciendo a sí mismo. Como una hormiga ¿no?
Ant-Man y la Avispa (Ant-Man and the Wasp, Estados Unidos, 2018)
Dirección: Peyton Reed / Guion: Chris McKenna, Erik Sommers, Paul Rudd, Andrew Barrer, Gabriel Ferrari / Producción: Kevin Feige, Stephen Broussard, Lars P. Winther… Marvel Studios / Música: Christophe Beck / Fotografía: Dante spinotti / Montaje: Dan Lebental, Craig Wood / Diseño de producción: Shepherd Frankel/ Dirección artística: Hay Pelissier, Rachel Block, Kiel Gookin… / Reparto: Paul Rudd, Evangeline Lilly, Michael Douglas, Michael Peña, Michelle Pfeiffer, Laurence Fishburne, Walton Goggins, Judy Greer, Randall Park, David Dastmalchian, Hannah John-Kamen, T.I., Abby Ryder Fortson, Stan Lee