ANOMALISA
La belleza de lo identificable
A veces nos olvidamos de lo frío, decepcionante y solitario que es vivir el día a día dejando atrás sueños frustrados, amores improbables (que no imposibles) o situaciones que nos hubiera encantado que ocurriesen. El miedo a lo nuevo, a lo desconocido, a ese futuro incierto que hace que te tiemblen las piernas y llores sin motivo, el que nos estanca en una rutina asfixiante llena de desesperación y arrepentimiento pero que, a su vez, nos identifica como seres humanos. Así es la vida de Michael, el protagonista de Anomalisa (Charlie Kaufman, 2015), un hombre entre una multitud gris y difusa, mecanizada, compuesta por personas que andan de aquí para allá como muñecos y no por el hecho de que la película sea animada mediante la técnica de stop-motion.
Charlie Kaufman apuesta por utilizar esta técnica de animación asumiendo el riesgo de que la realidad que él quiere transmitir pueda quedar distorsionada. Perfectamente podría alejar al espectador de la historia y, sin embargo, siendo una idea que no convencería a todos a priori, consigue ser más realista e inmersiva que cualquier otro drama. Ejemplo de ello, una de las escenas de sexo más cercana y tangible que se haya visto en mucho tiempo y que subraya al espectador que se encuentra ante una película que va más allá de una mera representación con personajes animados. Es así como consigue que la sencillez de unos muñecos termine transmitiendo la complejidad de las emociones y acciones humanas.
Todos y cada uno de los personajes que intervienen en el film tienen la misma voz con el propósito de representar la desgana y tristeza que genera una crisis de identidad en estado casi de depresión, esa que a Kaufman le preocupaba en Cómo ser Jon Malcovich (1999) y dejaba al descubierto la necesidad de ser otra persona o, al menos, sentirlo. Como ha demostrado a lo largo de su filmografía -recordemos el final agridulce de Olvídate de mí (2004) donde los dos protagonistas parecen darse otra oportunidad–, el director siempre otorga un atisbo de esperanza a sus personajes que nos hace sentir que no todo está perdido. Esa oportunidad (en el caso de Michael) es Lisa, una chica torpe e insegura que consigue aportar algo de color a la vida del protagonista gracias a su voz encantadora y, lo más importante: única.
La identidad es la marca del director. Para él es importante sentirse realizado como persona, tener algo que le haga reconocible ante el resto y que, en este caso, ayude a sus personajes a lidiar con sus miedos. Ya en Olvídate de mí jugaba con el color de pelo de su protagonista que lo modificaba debido a sus cambios de humor o por pura indecisión ante sus verdaderos problemas. En la película, Lisa intenta hacerse visible con esos mechones morados que poco destacan entre su media melena y que, por otro lado, esconden una cicatriz que, al igual que su voz, la hacen especial. Anomalías que ocultan sus inseguridades y la hacen merecedora del nombre “Anomalisa”.
Pese a centrarse en el más puro drama fantástico, Charlie Kaufman se ha negado a renunciar al humor, como ese momento en el que Lisa canta “Girls just wanna have fun” y que nos deja una sensación agridulce, placentera y culpable ante lo vergonzoso de la situación. Así es Anomalisa, un fragmento de realidad, una búsqueda de identidad, un momento único e íntimo que hace que, sin que te des cuenta, se te escape una sonrisa.
Anomalisa (ESTADOS UNIDOS)
Dirección: Duke Johnson, Charlie Kaufman / Guion: Charlie Kaufman / Producción: Charlie Kaufman, Duke Johnson, Dino Stamatopoulos, Rosa Tran / / Fotografía: Joe Passarelli / Diseño de Producción: John Joyce, Huy Vu / Dirección artística: John Joyce / Música: Carter Burwell / Reparto: David Thewlis, Jennifer Jason Leigh, Tom Noonan