AMIGO
Mejor solo
La broma final de Amigo (Óscar Martín, 2019) radica no solo en la ironía de su propio título, sino en la serie de subversiones que va a ir proponiendo a lo largo del metraje. Es un thriller frío, esquemático y muy cuidadosamente planteado, que no tiene reparos en hundirse en la cochambre más abyecta de su propio planteamiento, en arrastrar las convenciones del género por las baldosas polvorientas de una típica casa de pueblo española.
Javier Botet y David Pareja comparten nombre propio con los personajes protagonistas, un dúo de amigos que se ve en la tesitura de tener que convivir después de una tragedia en la vida del primero, que le ha dejado viudo e inválido. Una localización remota y familiar es el principal escenario de Amigo, en el que se descubre un festival del horror físico más literal. Es en cuerpo y alma en los que esta amistad cimienta las bases de la disputa: las carencias físicas de Javier complementan los arrebatos paranoicos de David en un ambiente de ensueño pesadillesco que bien podría recordar a lo que se veía en El quimérico inquilino (Roman Polanski, 1976). Juegos de sospecha, tortura psicológica y retorcidas imágenes de un complot que puede que en ningún momento se haya estado llevando a cabo.
Sin embargo, es una marcadísima intención irónica la que termina por aportarle a la película la capacidad de reírse explícitamente de algo que el espectador no termina de comprender si puede hacer gracia, o si debería tenerla. Como las apariciones estelares de una televisión con las retransmisiones más desafortunadas, que incluso sirven en una ocasión como una hilarantemente específica premonición de un accidente a punto de suceder, funcionan casi como un elemento subliminal hasta el propio final de la película. Sirve tanto como elemento de levedad en el relato, como para acentuar todo lo malo, lo vil y lo cruel de una relación deteriorada, que se resiente por dentro y por fuera.
Es en la desafortunada banda sonora, sin embargo, donde tropieza Amigo. Una película con una relación tan armónica entre lo irritante y lo humano, con una ambientación que además lo complementa perfectamente, y que es casi una extensión de los propios personajes, por la que ellos mismos tienen que abrirse paso a rastras, unidos intrínsecamente a la misma… Que incluso en el diseño sonoro es capaz de crear un malestar omnipresente, con estridentes chirridos metálicos de cucharas chocando contra dientes, o el fastidioso tintineo de una campanita de servicio. Una película capaz de crear semejante atmósfera, no tiene necesidad alguna recurrir a una banda sonora tramposa y tópica, ni para añadir ni para subrayar de forma artificial algo que ya está claramente ahí. Y aun así, ocurre.
Afortunadamente, estos momentos son breves y muy dispares entre sí, ya que hasta la selección de música fuera de las composiciones originales es adecuada y totalmente válida. Culminando incluso con «Amigos Amigos» de Salomé, en un arrebato de crueldad y humor que define perfectamente lo asqueroso e histriónico de lo que uno acaba de ver.
Amigo (España, 2019)
Dirección: Oscar Martín / Producción: Elena Muñoz, Javier Botet, Óscar Martín (para El Ojo Mecanico) / Guion: David Pareja/ Música: Manu Conde / Fotografía: Alberto Morago/ Reparto: Javier Botet, David Pareja, Esther Gimeno y Zoe Berriatúa
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