AMÉLIE
El regreso de la feel-good movie
En el año 2001, los espectadores de Amélie quisieron viajar a París para montar en la atracción del túnel del terror, visitar Montmartre y recorrer las estaciones de tren en busca del misterioso hombre calvo de las zapatillas rojas. La película de Jean-Pierre Jeunet se convirtió en el fenómeno de moda, creando un estilo propio alrededor del personaje interpretado por Audrey Tautou y una larga serie de imitaciones. No era la primera vez que el director escribía un cuento en imágenes, aunque en las ocasiones anteriores lo había hecho bajo la marca Jeunet-Caro. Delicatessen (1991) y La ciudad de los niños perdidos (1995) presentaban ya todos los rasgos de estilo de un lenguaje visual absolutamente reconocible (Alien: Resurrección, de 1997, por su condición de película de encargo, es otra historia). Para su cuarto trabajo, Jeunet en solitario supo combinar lo mejor de ambas películas: el surrealismo, la fantasía, la caricatura y la hiperestilización cromática. Alejándose del tono oscuro de las fábulas creadas junto a Marc Caro y con un argumento simpático de feel-good movie consiguió el equilibrio perfecto, apto para el gran público.
Amélie es una joven parisina que decide dedicar su vida a hacer felices a los demás. La premisa es simple, incluso excesivamente simple, aunque esconde más matices bajo la superficie. Por la película desfila un catálogo de personajes que, capitaneados por la protagonista, básicamente buscan una razón para vivir que parecen encontrar en la repetición y en el gusto por las pequeñas cosas. La psicología es acorde a la incertidumbre del cambio de milenio. Desde el señor Dufayel, el vecino que repite año tras año su copia del cuadro de Renoir, hasta Nino, que graba risas graciosas y colecciona en un álbum descartes de fotografías de fotomatón. Pasando por Lucien, el ayudante del frutero, que elige cuidadosamente cada endivia, como si albergara el secreto de la creación del universo. Amarillos, rojos y verdes acompañados por la voz de un narrador omnisciente que completa una narrativa visual de ritmo vertiginoso danzan al ritmo de la icónica banda sonora de Yann Tiersen.
Pero, ¿tiene sentido volver al mundo naive de Amélie veinte años después? El reestreno de la película, a pocas semanas de la reapertura de los cines en Francia, supondrá un impulso para la vuelta de los espectadores a las salas. En 2019 Jean-Pierre Jeunet, calentando motores para el aniversario, anunció que estaba trabajando en un mockumentary sobre Amélie con Guillaume Laurant (coguionista del film original). Sin nuevas noticias sobre el proyecto, habrá que esperar para terminar de comprender si el fenómeno sigue vigente o ha perdido su actualidad. No hay duda de que el mundo ha cambiado y se diría hoy mucho menos adepto a esa imagen edulcorada del amor romántico que destila Amélie, que a una Fleabag (Phoebe Waller-Bridge, 2016-2019), otra joven perdida y víctima de un trauma, que también mira a cámara desde su retorcido cuento de hadas. La comparación no es del todo descabellada, no solo por el recurso de la ruptura de la cuarta pared, sino porque Amélie tiene también su lado psicótico y vengativo, envuelto, eso sí, en papel de justiciera. El disfraz de el Zorro lo deja bien claro. ¿Volverán a querer viajar a París los espectadores en este año 2021?
Amélie (Le fabuleux destin d’Amélie Poulain, Francia, 2001)
Dirección: Jean-Pierre Jeunet / Guion: Guillaume Laurant, Jean-Pierre Jeunet / Producción: Claudie Ossard, UGC Images / FJotografía: Bruno Delbonnel / Montaje: Hervé Schneid / Música: Yann Tiersen / Reparto: Audrey Tautou, Mathieu Kassovitz, Rufus Magloire, Lorella Cravotta, Serge Merlin, Jamel Debbouze, Claire Maurier, Clotilde Mollet