48ª EDICIÓN DEL FESTIVAL ALCINE
En la variedad, el acierto
El pasado 10 y 11 de noviembre se celebró la 48ª edición del Festival de Cine de Alcalá de Henares. Durante ese fin de semana, entre otras secciones, los asistentes al teatro Salón Cervantes pudieron ver los cortometrajes y mediometrajes seleccionados para competir en el Certamen Nacional. Además, el público contó con la presencia de buena parte de los equipos de dirección y rodaje de la mayoría de los cortometrajes seleccionados, quienes tuvieron la oportunidad de hacer una breve presentación de los trabajos antes de su proyección. El concepto más escuchado: la falta de medios. Ya no solo económicos, algo que, por desgracia, está a la orden del día en cuanto a producción audiovisual, máxime en el terreno del cortometraje, sino también en cuanto a distribución.
Con la sala casi siempre abarrotada, los espectadores disfrutaron de un total de 28 cortometrajes que comprendían géneros, temáticas y soluciones narrativas muy diversas, con mucha presencia de lo experimental (en el amplio sentido de la palabra). Dentro de este universo, el desenfado y la comedia tuvieron un papel preponderante gracias a cortometrajes como La cosa vuestra, de María Cañas (2018). Teniendo como leitmotiv la festividad de San Fermín, realiza un recorrido por las múltiples caras y maneras de entender y vivir esta celebración. El montaje se realiza a través de la superposición de escenas sacadas de todas partes del imaginario visual, ya sean a través de sketches de La hora de José Mota (2009-2012) o de imágenes sacadas del telediario retratando la parte más tradicional con los vecinos de Pamplona. Imágenes que parecen muy alejadas entre sí, sobre todo cuando se insertan otras tantas de personas tiradas en la calle y cubiertas de alcohol, pero todas ellas caras de una misma moneda. Todo ello mereció que el jurado le otorgara el premio al mejor guion.
Mi madre no me entiende, de Álvaro de Miguel (2018), o Mudanza contemporánea, de Teo Gillem (2018), se sumaron al carro de la comedia y de lo absurdo para contar algo que va mucho más allá de lo que muestran a simple vista. A través de planos fijos de elementos aparentemente aleatorios y con las únicas voces del propio Álvaro de Miguel y de su madre en off, Mi madre no me entiende retrata de manera espontánea la percepción de ésta última ante el lenguaje cinematográfico actual. En cuanto al trabajo de Teo Guillem, el plano de lo absurdo y del surrealismo se abre paso mediante la sucesión de escenas donde el propio director se presenta bailando ante la cámara cubierto por diferentes artilugios creados a partir de elementos que tenía en casa. De este modo parece como si todas esas pertenencias se fusionaran con el personaje –que, además, no muestra en ningún momento su rostro– y fueran ellas las que finalmente lo definieran, arrebatándole toda identidad y poniéndose ellas en su lugar.
Ya fuera del campo humorístico, otra solución que adoptaron parte de los trabajos seleccionados fue la de utilizar imágenes y sonidos grabados de manera casera. Este es el caso del cortometraje L’accident, de Marta Font Pascual (2018), quien tomó las imágenes grabadas por sí misma y su familia cuando era niña un día de playa. La decisión de haber llamado al trabajo de esta manera, en contraste con las apacibles y despreocupadas imágenes que vemos a lo largo de todo el metraje, hacen mucho más impactante el final, donde la directora plasma la relatividad del tiempo y la importancia del instante. En Distancias (2018), Pablo Carpal presenta una sucesión de imágenes hechas con su móvil durante su estancia en el extranjero acompañadas por audios de voz que sus seres queridos le enviaban durante ese periodo. Como el propio director explicó, a través de este cortometraje se quiere reflejar no solo el punto de vista de alguien que se ha visto forzado a emigrar sino también el de la gente que deja atrás y que se preocupan por esa persona. La soledad y el cariño son parte fundamental de la historia, pero el director también llama la atención sobre la cantidad de material audiovisual que podemos llegar a producir y a almacenar en nuestros teléfonos móviles. En este esquema entra también el cortometraje Aliens (2018), que lleva todo un año recogiendo aplausos y premios por distintos certámenes, donde Luis López Carrasco utiliza imágenes grabadas de manera documental con una cámara VHS y así retrata los dibujos de extraterrestres que durante toda su vida realizó Tesa Arranz, componente del grupo Zombis, para contar con total naturalidad sus experiencias durante de los años de la movida madrileña y todo lo que ello implicó.
Finalmente, el primer premio “Ciudad de Alcalá” fue a parar a Miguel Ángel Jiménez por Kafenio Kastello (2018), una especie de documental ficcionado donde se relata de manera muy desgarradora las diferentes posiciones ante la crisis económica en Grecia, presentada en el cortometraje a través de las ruinas de una ciudad moderna. El director afronta este desastre desde la perspectiva generacional de un padre, que se niega a dejar caer todo lo que construyó con esfuerzo a lo largo de su vida, y de su hija, que se ve atrapada ante la imposibilidad de avanzar y acaba por marcharse dejándolo todo tras de sí.
En definitiva, esta 48ª edición de Alcine apostó por la variedad tanto temática como lingüística mostrando al público un abanico bastante significativo de la producción nacional de calidad.