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A CIEGAS

La ceguera de Bier

A ciegas - Revista Mutaciones

Pupilas dilatadas, ojos vidriosos inyectados en sangre, iris mayor de lo normal al estilo filtro de Snapchat… Estos son los primeros síntomas que presentan aquellos personajes que ven el exterior en A ciegas (2018) Inmediatamente después el individuo afectado se suicida (planteamiento que recuerda a El incidente, película de 2008 de M. Night Shyamalan). Ver es morir en el apocalipsis mundial y posterior distopía de la directora danesa Susanne Bier. Afrontar la adaptación libre de la novela de Josh Malerman (Bird Box) le permite a Bier volver sobre uno de los motivos visuales recurrentes en su cine: el ojo (que a la vez es un clásico en la historia de la cinematografía). La propuesta de la nueva película de Bier es presentar un enemigo invisible y despersonalizado que cada uno pueda identificar con sus propios demonios. Por ello, la cineasta se sirve de primeros planos de la mirada del que pronto va a morir y no del plano subjetivo de lo que este observa. La premisa funciona hasta que la directora decide ir, sin justificación aparente, en contra de su juego y representar a la amenaza como una sombra que se cierne sobre imágenes de la naturaleza levemente aceleradas. La elección desaprovecha el morbo creado, las ganas de poner cara a esa abstracción del mal que reside en la humanidad y que mata de forma vírica. Lo explicativo gana terreno a lo expresivo. Las decisiones parecen apuntar a que la película va a ir ahondando en la búsqueda del por qué de lo sucedido. Tampoco es así. Lejos de describir la causa del apocalipsis, el film tira por otra línea que tampoco explota en su totalidad: la de dar protagonismo a las motivaciones y sentimientos de Malorie (Sandra Bullock) una mujer en conflicto con la aceptación de su condición de madre. Ahí reside el problema: la cinta se convierte en la mezcla irregular de dos propuestas que no llegan a casar entre sí. Y además la menos interesante se come la otra.

Los desaciertos del blockbuster de terror psicológico de Bier, iniciado con una tensión interesante aunque con un planteamiento nada original, se van comiendo a la reflexión sobre los miedos, conflictos morales y dilemas familiares. El film de terror no del todo bien resuelto se superpone al drama psicológico. Esa segunda capa, que es la especialidad de la cinematografía de Bier, va brillando menos a cada minuto hasta quedar sepultada por un previsible suceder de momentos de tensión seguidos de descansos dramáticos (cada vez más vacíos o reiterativos). La cineasta suele componer sus películas de dos subhistorias, en A ciegas esta dualidad viene del desarrollo de una misma narración en dos líneas temporales. El arranque muestra a una protagonista dura con dos niños a su cargo intentando huir con los ojos vendados por un río. Los flashbacks van introduciendo toda la narración de cómo han llegado los tres personajes, madre y niños, hasta ese momento. Cuando el flashback alcanza el punto inicial de la película comienza el desenlace. Estructura conocida que flaquea sobre todo en las dilatadas vueltas al pasado.

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Lo que al principio apuntaba encaminarse hacia una crítica a la sociedad de culto a la apariencia, en la que todo está basado en lo visual, termina siendo un compendio de momentos que abordan la muerte sin eufemismos. Bier ha sido frontal otras veces (a la hora de abordar temas con peso), pero con más subtexto: ejemplos de ello son el bebé maltratado de Una segunda oportunidad (2014), la manera en que mostraba el cáncer en Amor es todo lo que necesitas (2012) o el momento de negación y pánico ante la propia muerte en Después de la boda (2006). En A ciegas cada suicidio o asesinato termina dejándose leer tan solo como una baja más de típica película de terror en la que un grupo numeroso va reduciendo sus miembros uno a uno. La protección de la familia, la comunicación y las relaciones entre padres e hijos son también el centro del interés de Bier en todas sus películas mencionadas. En especial la dificultad de la mujer para adaptarse a la maternidad, como hecho que modifica su vida al completo (tratamiento más realista y feminista que el típico cliché del instinto maternal de serie), ya estaba presente de manera mucho más rica en Una segunda oportunidad. A ciegas es la potenciación de los aspectos menos fructíferos de la directora: el melodrama y el uso casi siempre efectista del sonido.

No se puede evitar la comparación, por cercanía temporal y similitudes, con Un lugar tranquilo (2018) de John Krasinski (que también peca de construcción sonora efectista pero mejor utilizada que Bier). Krasinski le pasa por delante a Bier en cuanto a ritmo y atmósfera. En Un lugar tranquilo una familia, aislada también en el campo, debe sobrevivir privándose en su caso del habla. Los monstruos de Krasinski son visibles, concretos y corpóreos, y matan todo lo que localizan por el sonido: argumento directo y sencillo vestido de propuesta coherente basada en el ambiente creado. El Demogorgon (Stranger Things, 2016- ) en A ciegas es en cambio el propio yo: un enemigo en principio con más posibilidades que al final quedan inexploradas y que tampoco sabe crear un ecosistema. El tema de la protección de la familia y de la mujer como sujeto fuerte, protagónico y en condición de igualdad ante el hombre también son puntos comunes entre Un lugar tranquilo y A ciegas. Resulta curioso que el uso de la elipsis, punto fuerte de Bier por ejemplo especialmente en su film Después de la boda, sea mejor explotado por Krasinski que por ella misma.

Regresando al tema de los motivos visuales característicos en Bier, A ciegas retoma no solo “el ojo” sino el agua, la naturaleza y la presencia de los pájaros. En la filmografía de Bier el sonido de las gaviotas y la imagen del vuelo de aves se usa puntualmente como metáfora de liberación. En su última película la identificación de los tres protagonistas con tres pájaros que estos llevan (primero en una jaula y luego dentro de una caja) en su aventura de supervivencia es tan evidente que resulta poco elegante. Mas que en la recurrencia estéril de motivos visuales ¿no hubiera sido más interesante dar un paso más allá en temas como la aceptación de roles impuestos o la vulnerabilidad humana, ambos tratados anteriormente por la cineasta? Incluso en el plano puramente argumental, ¿no hubiera sido más interesante escarbar en el hecho de que los locos no mueran al mirar al exterior? Demasiadas goteras en una película que no fluye.

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A ciegas (Bird Box, EEUU, 2018)

Dirección: Susanne Bier/ Guion: Eric Heisserer (basado en la novela de Josh Malerman) / Producción: Dylan Clark, Chris Morgan, Clayton Townsend / Música: Trent Reznor, Atticus Ross/ Fotografía: Salvatore Totino / Montaje: Ben Lester / Reparto: Sandra Bullock, Trevante Rhodes, John Malkovich

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