DOCUMENTAMADRID 2017: COMPETICIÓN NACIONAL DE CORTOMETRAJES
El documental ha sido siempre un espacio poroso, capaz tanto de retratar la realidad frente a la cámara como de expresar lo que sucede detrás, un espacio más transparente donde el relato puede posicionarse cara a cara ante un espectador consciente del “engaño”. Es esta capacidad de revelar el artefacto cinematográfico lo que dota al documental de unas posibilidades expresivas, de partida, ilimitadas. Así parece entenderlo y explotarlo El mundanal ruido, de David Muñoz López, que sigue a un anciano por los campos andaluces en busca de los últimos vestigios de un folclore musical que parece diluirse en pequeños grupos dentro de la inmensidad del paisaje. Sin embargo, esto solo es el principio de una reflexión multiforme que, sin abandonar este bello retrato, asciende continuamente de puntos de vista, llevándonos desde la cámara del anciano hasta la del cineasta que lo sigue para, luego, tras un tercer punto de vista en donde vemos al cineasta detrás de su protagonista, acabar sobrevolando el paisaje mientras el ruido natural aparece y desaparece al igual que la música de esos pequeños grupos folclóricos esparcidos por los campos. Es en su siguiente paso donde la obra abandona la pantalla, fingiendo un abandono de sí misma, para mostrarnos en un cine a tres expertos debatir y analizar lo que aún seguimos viendo. Todavía quedaba un nivel, el de la mesa de montaje, para acabar de formar este bello poliedro narrativo que explora un tema de forma tan poética y abstracta como sincera y punzante es su reflexión sobre el artificio y naturaleza de su existencia.
El cortometraje ganador de la sección fue 25 cines/seg, de Luis Macías. De nuevo, un relato de identidad múltiple en donde convive el retrato de una serie de cines abandonados y demolidos con las discusiones entre director y productora que acabaron truncando el anterior proyecto de largometraje. Así, mientras la imagen nos muestra como las palas de las excavadoras devoran de forma implacable los muros de múltiples cines y una serie de testimonios, desubicados e irregulares, nos hablan de los recuerdos que estos, ahora cadáveres de hormigón, significan, asistimos mediante el audio a la misma defunción del proyecto que intentaba retratarlos. 25 cines/seg es, por tanto, un relato de rebeldía, de supervivencia frente al carácter más industrial del cine, un arte destinado, por justicia poética, a retratar su arduo devenir histórico desde una posición no menos comprometida.
La persona tras la cámara se apodera también del protagonismo en Dies de festa, de Clara Martínez Malagelada, en donde la propia directora viaje a Sitges, lugar donde trascurrían los veranos familiares de su infancia. Mediante la mágica figura de Mary Poppins, personaje que la autora ya interpretaba, como estatua viviente, años atrás, Malagelada fuerza un retorno imposible con el que acaba teniendo que afrontar la desubicación propia del paso del tiempo. Dies de festa encauza y encuentra la resolución de su propuesta nostálgica precisamente en esa imposibilidad de alcanzar la Arcadia adolescente, petrificada en la memoria de la protagonista como las estatuas vivientes del paseo marítimo. Esa realidad madura, que desmiente la magia de los recuerdos, forma el presente, tan desmitificador como la casa de sus abuelos. Un espacio que funciona como auténtica muestra física del deterioro de las relaciones familiares que la protagonista, pese al traje de Mary Poppins y los fuegos artificiales que explotan coloreando su horizonte, es incapaz de arreglar. Cabeza de Orquídea, dirigida por Violeta Blasco, Germán López, Carlotta Napolitano, Angélica Sánchez y Claudia Zegarra, expone también el conflicto interior de una de sus autoras, Angélica Sánchez, esta vez en torno al sexo y su carácter natural, siempre enfrentado con una sociedad que no ha dejado de estigmatizarlo como tabú. Con un interesante planteamiento de montaje visual y testimonios intercalados de forma fluida mediante confiadas reflexiones entre amigas, la obra adquiere una falta de rumbo e ideas que serán las auténticas protagonistas de otro de los cortometrajes de la sección, No hablo rumano, de Rocío Montaño. En forma de videodiario, lo que empieza siendo un intento de retrato de un joven rumano en busca de sus raíces se convierte en una obra testigo y testimonio del fracaso del proyecto inicial, virando hacia los sentimientos de su autora, incapaz de encontrar lo que busca y de comunicar sus ideas en un país cuyo idioma no entiende y cuya obra es incapaz de encauzar.
Sí 25 cines/seg o No hablo rumano son retratos del “fracaso” de la intención de sus autores a favor de un triunfo del azar, la obra galardonada con la Mención Especial del Jurado The fourth kingdom, de Àlex Lora y Adan Aliaga, convierte el fracaso de sus protagonistas, una serie de chatarreros a las afueras de Nueva York, en una interesante reflexión sobre la naturaleza actual del famoso sueño americano, con capacidad para dignificar, sin maquillar, la existencia de sus protagonistas, poseedores, como todos, de sueños, cuentos y memorias. Cucli, de Xavier Marrades es un bello retrato de la relación entre un camionero, viudo recientemente, y una paloma herida que se alzó con el Premio del Público. La convivencia inseparable entre ambos parece hacer convivir la fantasía de ver a la difunta esposa encarnada en el animal con el oscuro pragmatismo de ver un simple producto del azar. Al final, cínicos o soñadores, obtienen lo mismo, el retrato de un hombre que ha encontrado como alejar de sí la soledad.

Mediante un tan simple como coherente imaginario underground de vídeo casero es retratado el protagonista de Tigger! (dirigido por Iban del Campo como segunda entrega de su serie burlesca iniciada con Dirty Martini) un artista del burlesque. De forma seca y directa la obra intercala las imágenes de su actuación, todo un espectáculo pagano, con sus reflexiones desde el camerino. Ambos espacios definen a Tigger! en su conjunto, toda una muestra viva de la importancia de la subcultura y, como él mismo dice, del deber de rebeldía y sátira de esta contra grupos dominantes y mayoritariamente aceptados como la iglesia o la política.
También hubo hueco para las narraciones que documentales cuyo poder y narrativa nace desde lo más puramente formal y visual. Así, Sub Terrae, de Nayra Sanz Fuentes, une con sus movimientos de cámara un camino tétrico (primero un cementerio lleno de cuervos y después un vertedero) basado en el paisaje que retrata y la ilusión directa y metafórica de contacto inevitable entre ambos depósitos de inerte materia orgánica. Por otro lado, David Pantaleón vuelve al relato bíblico de La pasión de Judas (2014) con El becerro pintado. Mediante cuidadas composiciones estáticas, dos de ellas aéreas, el paisaje campestre se convierte en complejo artefacto de mágica extrañeza ante el artificio de algo, a priori tan mundano, como un hombre pintando con spray a una vaca.
El retrato de género también apareció en la sección con dos obras opuestas. Por un lado, Kafeneio, Nuria Giménez Lorang, nos lleva hacia los bares griegos (llamados Kafeneios) en donde los hombres, entre discusiones absurdas y juegos de cartas, pasan casi la totalidad de su tiempo libre. Grabado de forma directa, la presencia de la cámara y de la propia directora se convierte en la principal evolución de un relato que lucha por captar la rutina de estos hombres a la vez que se interesa por no dejar escapar su reacción ante ese cuerpo extraño, extranjero y femenino, que les graba de cerca sin un objetivo aparente. Andrekale, de María Ibarretxe y Alaitz Arenzana, parte, por el contrario, de la recreación e intervención de sus autoras (quizás el principal rasgo del documental contemporáneo) para plasmar el carácter de una historia popular; la de “la calle de las mujeres” (Andrekale), del pueblo de Hernani. En ella, las autoras recrean, a modo de performance, un acto de celebración en donde mujeres de todas las edades se reúnen para jugar, charlar, bailar, reír y celebrar.
Una sección irregular y heterogénea, llena de miradas y temas pero en donde se constatan dos de las constantes que hacen importante al documental contemporáneo, la inseparable presencia e inmersión del autor en el tema que trata y la variedad estético-formal de un cine, el documental, históricamente ligado en exceso exclusivamente a su temática.
Rafael S. Casademont
- Premio al mejor cortometraje: 25 cines/seg
- Mención Especial del jurado: The Fourth Kingdom
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