El cine de la crueldad

4. TERROR PSICOLÓGICO

La crueldad materializada

El morbo es quizá un componente básico en el cine de la crueldad, ya que se fundamenta a través de la desesperación, la soledad y el miedo de sus personajes (también se lo pueden preguntar a los actores que trabajan con Von Trier). Si anteriormente se ha estipulado que “La crueldad está más en el gesto de representar, de romper un tabú e invertir el orden de la mirada humanista, que en lo representado.” ¿Entonces, la crueldad en el cine se refleja a través de la forma, de la historia o de ambas?.


Los problemas mentales, las adicciones y las obsesiones siempre han sido temas con un buen jugo para exprimir dentro del ámbito cinematográfico. Se ha debatido sobre el uso de las caras en este género y por añadidura, debemos mencionar las manos, ya que fueron un componente esencial para crear Repulsión (1965, Roman Polanski). En el film, Carol Ledoux (Catherine Deneuve) es una aparente chica tímida que vive con su hermana en un piso de Londres, a medida que la historia avanza, nos percatamos de que Carol padece cierta aprensión hacia los hombres que le suscita una ligera asexualidad. Poco a poco nos sumerge en su introspectiva pesadilla, en la que el escenario de representación es su propia casa. Lo que cabe resaltar en el metraje de Polanski es la recreación de la crueldad abordada desde la intimidad, ésta surge desde la forma y la materia. La suciedad, la putrefacción y la música son componentes que materializan esta “crueldad repulsiva”, siendo ésta, el canal principal que hunde la estabilidad mental de la protagonista, que nace desde un reflejo distorsionado de Carol en un espejo. Se podría decir apilando todas estas características que Polanski hizo sobre todo un film de terror psicológico, pero entonces… ¿está la crueldad implícita en el terror psicológico?.

 

No contestemos demasiado rápido, aunque quizás nuestras mentes ya lo estén debatiendo. Para no abandonar el blanco y negro hablemos de La pasión de Juana de Arco (Carl Theodor Dreyer, 1928). La película cuenta cómo Juana de Arco (Maria Falconetti) fue juzgada y sentenciada por la Iglesia tras otorgar la victoria a las tropas francesas. La mayor parte del metraje divaga en un constante plano-contraplano, haciendo una sutil danza entre los verdugos y la víctima, las manos servirán a ambos bandos para pedir clemencia (rezos insistentes) o destruir la libertad (torturar y cortar el pelo). Su expresión facial y sus gestos se apoyan insistentemente, haciendo que el núcleo principal en el que se materializa la crueldad sean los cristalinos y fatigados ojos de Juana. Así se crea una atmósfera que nos comprime y nos hace un nudo en el estómago, propiciado por el vínculo de empatía que trazamos con el personaje y zambulléndonos en la crueldad a la que está siendo sometido. Quizá este ejemplo aporta una respuesta más contundente a la pregunta expuesta anteriormente.

Directores como Lars Von Trier, Michael Haneke y King Vidor aparecieron en el debate, siendo así difícil no nombrar a Stanley Kubrick y su archiconocida La naranja mecánica (1971), con cierta similitud a la posterior Funny Games (Michael Haneke, 1998) nombrada anteriormente por Enrique Pérez. La obra de Kubrick narra cómo un grupo de cuatro adolescentes manifiestan la ultraviolencia en cualquiera de sus amplias connotaciones. Como escribí antes, las manos son la herramienta que utilizamos para generar la crueldad orgánicamente; con nuestras manos destruimos, cometemos actos irrevocables y tejemos maldad. Están construidas para elaborar minuciosamente momentos de crueldad para nosotros o para los demás. Álex, el protagonista del film de Kubrick, apalea, somete y genera daños con sus manos, nos enseña sus virtudes malévolas sin importar dónde y cuando, porque siempre las lleva con él.

Como último ejemplo, pasando íntegramente al terror psicológico,  Martyrs (Pascal Laugier) consigue a través de la angustia y el miedo crear un delirio en forma de película. Laugier crea una crueldad tan potente que necesitas desconectar de las imágenes, generando una dicotomía entre el acercamiento y el distanciamiento, por eso coincido con Alberto Hernando en “Lo que películas como Anticristo nos enseñan es que representar es cruel. Y abrazan esa crueldad. Es cruel porque supone imponer una mirada sin coartadas; y eso, un acto de afirmación, es lo que sentimos como una agresión.” El terror y la crueldad se retroalimentan simultáneamente, pudiéndose comparar a cualquier circuito orgánico que no puede subsistir sin la otra parte. O quizá, para no convertirlo en un concepto tan hermético, pueden ser como dos imanes, que pueden colocarse para atraerse o repelerse, quedando como una opción al gusto del creador y artista.

Sherezade Atiénzar

Un comentario en «4. TERROR PSICOLÓGICO»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.