22 DE JULIO
El optimismo realista
El 22 de julio de 2011, Noruega fue sacudida por un doble atentado terrorista. El primero de ellos fue la explosión de una furgoneta bomba en el centro de la capital, Oslo, en el aparcamiento del edificio ministerial; el segundo, mucho más sangriento e infame, fue el tiroteo en la isla de Utoya, en una reunión de jóvenes que acudían a unas jornadas de enseñanza política. El fatídico resultado fue de 77 muertos. La persona responsable de ambos sucesos fue el ultra derechista Anders Breivik. Este hecho, visto con los ojos del presente, no fue más que la cruda visibilidad o explosión de algo que no ha hecho más que crecer y crecer. No de forma casual, Escandinavia es una de las regiones de Europa donde el auge ultra derechista gana más adeptos con el paso de los años.
Tras títulos que también narran sucesos con despreciable huella humana como Capitán Phillips (2013) y, sobre todo, United 93 (2003), la traducción cinematográfica de este incidente cae en manos de Paul Greengrass. El director de El ultimátum de Bourne (The Bourne ultimatum, 2007) dirige la recreación de los sucesos desde su génesis hasta su apocalipsis. Durante el primer y más importante arco narrativo, 22 de julio muestra cómo el terrorista ultima la planificación de su infamia y, a continuación, la ejecuta. Durante estas secuencias, hay asomo del Greengrass de intensidad y ritmo “bourniano” con los que reinventó un género. Su particular utilización de cámara al hombro y una planificación visual con envidiable exactitud hacen del resultado de estas imágenes la parte más sólida del filme. Pero la fortaleza de este inicio decae en las dos siguientes horas de metraje. Greengrass decide afrontar no uno, si no varios frentes optando por mostrar las causas y consecuencias en diferentes personajes, desde la víctima y sus padres a Breivik y su abogado. Por ello, la película se desinfla a pasos agigantados, adoptando por momentos la apariencia viscosa y el tono sentimentaloide de un filme de sobremesa. Ese abarcamiento tan generalizado, la toma de decisiones con más emociones que realismo, hace que las imágenes pierdan el rigor visual que verdaderamente merecía el tema. La sensación es que Greengrass calma demasiado un hecho que debía y debe ser visto sin cortinas. Crudo y realista. Un hecho que debe ser un toque de atención y de llamamiento. No anclarse en una postura política neutra o protegida, sino a desprotegerse del acomodamiento; hacer frente a lo que se debe y optar por la sinceridad sin espectáculos edulcorados por la obligación de no herir la sensibilidad humana.
Por suerte, Greengrass es consciente del sentir noruego (también podría subvertirse al de toda Europa), y lo plasma de manera genealógica mediante la familia protagonista. En 22 de julio muestra una Noruega del pasado/presente, que quiere, pero es incapaz casi de reaccionar mediante la figura de los progenitores; muestra a una Noruega del futuro a través de los ojos del hermano pequeño y su desconcierto y, fijada al presente (2011 a la actualidad), refleja una Noruega golpeada, aturdida y en una progresiva reacción. El resultado puede parecer un mensaje pro europeo, pero se asemeja más a una cortina de humo de falso optimismo, alejado de una puesta en escena realista que muestre la justicia y la firmeza con la que se debe afrontar y entender los tiempos que corren. El optimismo debe ser realista, no falso.
22 de julio (22 July, Estados Unidos, Noruega, Isladia, 2018)
Dirección: Paul Greengrass / Guion: Paul Greengrass / Producción: Scott Rudin, Paul Greengrass, Gregory Goodman, Eli Bush (para Scott Rudin Productions)/ Fotografía: Pål Ulvik Rokseth / Montaje: William goldenberg / Diseño de producción: Liv Ask / Dirección de arte: Marius Winje Brustad/ Música: Sune Martin/ Reparto: Jonas Strand Gravli, Anders Danielsen Lie, Caroline Glomnes Johansen, Jon Øigarden, Lars Arentz-Hansen, Anneke von der Lippe, Øystein Martinsen, Tommy Hyving, Håkon Smeby, Trim Balaj, Trygve Svindland, Ola G. Furuseth, Pål Espen Kilstad, Kenan Ibrahimefendic, Endre Hellestveit, Marita Fjeldheim Wierdal.