1985
Distancia empática y sonrisas cómplices
Con ese aire de reconstrucción familiar a través de la redención, Xavier Dolan presentaba Solo el fin del mundo (2016); Robin Campillo traslada el gesto activista inequívoco plasmado en cada imagen 120 pulsaciones por minuto (2017). Aquí el director estadounidense Yen Tan se nutre de todo ese cine contemporáneo, paralelo a las grandes producciones de su país, para crear una obra que perdure en el tiempo a través de una mirada hacia el pasado invisibilizado. Las referencias a la cultura pop son inevitables para entender la atmósfera en la que se crió el protagonista de 1985 como los casetes de Madonna, Pesadilla en Elm Street como slasher gay definitivo o los estroboscópicos looks discotequeros.
En mitad de los 80 Yen Tan clava su mirada en la familia tradicional americana convocada por un personaje al que le queda poco tiempo de vida tras haber contraído el sida. Adrian (Cory Michael Smith) vuelve por navidad a casa de su familia después de muchos años para decirles el mensaje más doloroso de su vida. Las conversaciones, las miradas y los lugares por los que transita la cinta funcionan como catalizador de una trágica época. Luces y sombras que desvelan una conquista fílmica, la manera de envolver la película con un papel de regalo con la brillantina suficiente como para resplandecer el mayor drama de la comunidad gay de la época.
1985 se desarrolla en un fin de semana, unos días que se encapsulan en un blanco y negro con un potente granulado para capturar y fijar en la memoria una época marcada por el miedo, el rechazo y la incomprensión de la homosexualidad. La relación de los objetos de la película, como los casetes y la grabadora, que le regala el protagonista a su hermano, funcionan como motivo principal de la cinta para responder a esta original forma de plantear la propuesta del director. Entra así el mecanismo que permite articular y explicitar la importancia de fijar el recuerdo, grabar el retrato de una generación oprimida y que ha tenido que descubrirse así misma a través del bullying y la tiranía de la familia. No resulta extraño que aparezcan fantasmas del pasado, esta vez personificados en extrañas deidades (amigos que acosaron al protagonista en el colegio reconvertidos en “tolerantes ciudadanos”) que vienen a rogar un perdón que, en realidad, no llega tarde. Es en la cuestión de qué recuerdos fijar y cuáles no donde el director encuentra la mirada didáctica. Acercarse mediante la cámara con una pequeña distancia a los personajes, empatizar con el pasado horrible a través de un blanco y negro sin resignación.
La figura de los padres en la película es totalmente contraria a la idealización, por ello la incesante idea del blanco y negro y el granulado para la reelaboración de un discurso que ponga en el punto de mira el machismo y la homofobia de la época. La madre está totalmente obsesionada con que su hijo vuelva a tener una relación con una vieja amiga y el padre intenta esconder por todos los medios que ha visto a su hijo con otro hombre. El protagonista ha vuelto a casa por navidad para lanzarles un mensaje, su último mensaje y quiere que sea de la mejor manera posible para que el recuerdo perdure para siempre como un cambio, no solo para sus padres, sino para toda aquella generación de hombres gays que partieron de los pequeños pueblos a la ciudad. Un ejemplo de todo ello es la escena que comparten padre e hijo rememorando su relación. Aquí el padre está solo en el plano y entra la mano del protagonista para darle un abrazo, entra en el plano la mirada del director, de grabar ese instante en la memoria, no la del conflicto sino la imagen que tiene esa significación de perdón, el gesto.
El papel de la mujer en una historia donde solamente han estado hombres implicados es crucial para desentrañar la película. Xavier Dolan en su filmografía utiliza al personaje de la madre como respuesta a las contradicciones de los hombres, más concretamente de los hijos. En 1985 las sonrisas cómplices entre ellos indican la inclusión en la película de la madre como catarsis de los recuerdos y las ilusiones de un hijo que se marcha, el gesto de nuevo como ejemplificación del mensaje del film, un recuerdo imborrable.
La cinta crea un ejercicio de sanar heridas abiertas, reconciliarse con el pasado y abrir la posibilidad de un reencuentro desde el otro lado con un futuro esperanzador desde el recuerdo. Pero sobre todo, la trascendencia del poder beneficioso de la música, que da título con ninguna arbitrariedad a la película. 1985 es el secreto que quiere guardar el director a través de las cintas que le deja el protagonista a su hermano con un mensaje “Estoy orgulloso de ti y espero que puedas vivir la vida que yo nunca pude”. La audaz reflexión que deja el director mediante su cámara, que se abalanza mediante ese zoom in a todos los miembros de su familia, indica la intención de que el cine abraza y perdona los momentos más duros de una vida.
1985 (2018, Estados Unidos)
Dirección: Yen Tan / Guion: Yen Tan / Producción: Floren Shieh Productions, MuseLessMime Productions, RainMaker Films, Hutch / Música: Curtis Heath / Fotografía: Hutch / Edición: Yen Tan, Hutch / Diseño de producción: Brittany Ingram / Diseño de vestuario: Nichole Hull / Reparto: Cory Michael Smith, Virginia Madsen, Michael Chiklis, Jamie Chung
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