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120 PULSACIONES POR MINUTO

La vida antes de la muerte

Una de las cosas más interesantes del arte es su capacidad para coger algo y devolvernos su opuesto. En el caso de 120 pulsaciones por minuto, ese algo es la muerte. Viajamos a la década de los 90, donde Act Up, un grupo de activistas queer, lucha por conseguir el apoyo de la sociedad en la lucha contra el sida. Algunos de ellos ya están enfermos y pasan sus días entre fármacos, rabia y miedo. Esta rabia les lleva a luchar, a preparar acciones contra farmacéuticas, reunirse con el gobierno e idear eslóganes para llamar la atención sobre el problema. Su principal enemigo es el desconocimiento. El sida se ha convertido en la enfermedad de las minorías a las que se puede ignorar: presidiarios, toxicómanos, prostitutas y homosexuales. Es un virus cruel porque invisibiliza a los que ya se había marginado y favorece los tabús del sexo, la prostitución y las drogas. Por eso, para estos jóvenes el sida es un oponente político al que hay que enfrentarse socialmente.

Es en esa lucha donde el director Robin Campillo, colaborador habitual de Laurent Cantet (firmante de La clase, con la que 120 pulsaciones… guarda no pocas similitudes), pone el foco. El colectivo se convierte en un personaje más, que bulle de energía y también de contradicciones. Su impaciencia le(s) lleva a actuar sin pensar, a discutir, a discrepar e incluso al desprecio. Campillo mantiene una distancia prudencial, tratando de no enjuiciar las decisiones del grupo, pero acercándose cuando hace falta para recordarnos que todo colectivo está compuesto por múltiples personalidades, intereses y anhelos. Pese a esa relativa neutralidad de la mirada, la dignidad, que no romantización, que la película otorga a sus personajes lleva a la idea de que la lucha colectiva solo tiene sentido cuando se levanta sobre múltiples puntos de vista, cuando actúa teniendo en cuenta sus incongruencias y sus desacuerdos. El contraste que se evidencia en las reuniones de alto nivel entre Act Up y otras organizaciones más “correctas”, pero también atenazadas por el miedo a hacer algo que pueda ser mal interpretado, habla claramente de esto.

Campillo pasa sin esfuerzo de lo colectivo a lo individual, buscando en las vidas de unos pocos protagonistas las razones de su lucha. El impacto del sida en cada persona es una historia en sí misma, y la película se asegura de prestarle atención a cada una, de nuevo mostrando todas las facetas posibles de un organismo complejo (el grupo, el ser humano…). Es aquí donde toda la energía que se despliega en las reuniones de la asociación pasa, inalterada, a la esfera privada. Dos jóvenes que se enamoran y deciden pasar más tiempo juntos, sin que el hecho de que solo uno de ellos este enfermo les afecte. En sus relaciones sexuales, rodadas con notable inteligencia, encontramos tanto una explosión de vida como un acto de coherencia. De hecho, uno de los polvos de la película bien podría usarse como demostración de hasta qué punto ni la enfermedad ni los preservativos suponen traba alguna para el sexo apasionado y sincero. Porque si algo nos muestran estos acercamientos es la importancia de ser coherentes cuando pasamos de la lucha a lo cotidiano. Cuando, en fin, vivimos.

Y es que 120 pulsaciones por minuto no es solo una película sobre los efectos devastadores del sida, ni una historia sobre las contradicciones y las complejidades del activismo moderno. Es, por encima de todo, el relato de cómo se vive cuando eres consciente de que vas a morir. Pero tampoco se trata de la necrológica de una muerte anunciada, ni de un grito de socorro o desesperación. Aunque el final está siempre presente, lo que prima aquí es la vida, la pura energía que nos impulsa a follar, bailar, amar, sonreír, gritar y otras muchas cosas que la gran epidemia de los 90, al convertirnos en presa del miedo, parecía querer negar.  Tener 120 pulsaciones por minuto es tener el ritmo acelerado, aprovechar cada segundo, vivir toda una vida en unos pocos años.  Porque vivir es tanto una cuestión de tiempo como de intensidad.


120 pulsaciones por minuto (120 battements par minute, Francia, 2017)

Dirección: Robin Campillo / Guión: Robin Campillo y Philippe Mangeot / Producción: Hugues Charbonneau y Marie-Ange Luciani para Les Films de Pierre / Música: Arnaud Rebotini / Montaje: Robin Campillo, Anita Roth y Stephanie Leger / Fotografía: Jeanne Lapoirie/ Reparto: Nahuel Pérez Biscayart, Arnaud Valois, Adèle Haenel, Antoine Reinartz, Ariel Borenstein, Félix Maritaud, Aloïse Sauvage, Simon Bourgade

 

5 comentarios en «120 PULSACIONES POR MINUTO»

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